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Homilies | Saturday, May 27, 2023

María es la defensora de la verdad sobre la Eucaristía

Homilía del Arzobispo Wenski en la Conferencia Eucarística Mariana

El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta reflexión durante la apertura de la Conferencia Eucarística Maríana celebrada del 26 al 28 de mayo en Ave María University, en Ave María, Florida.

Junto al tabernáculo solemos encontrar una vela encendida, la lampara del santuario. La vela a menudo se mantiene en una lampara de vidrio teñido de rojo. Entonces, si entras en una iglesia desconocida, para encontrar el tabernáculo, buscas una luz roja brillante y sabes que allí está Jesús Sacramentado.

Hay una historia de una joven madre que fue a orar a la iglesia y trajo a su pequeño hijo. Ella encontró el tabernáculo y señaló la vela que ardía dentro de la lámpara teñida de rojo y la madre, como buena catequista, le explicó al niño, esa luz roja nos dice que Jesús está aquí en el tabernáculo. Y le dijo al niño: arrodillémonos y oremos a Jesús. Ambos se arrodillaron y la madre se sumergió en la oración y al cabo de un rato el niño tiró la falda de su madre y dijo: Mami, ¿hay que esperar hasta que la luz se ponga en verde para volvernos a casa?

Es de esperar que más madres y padres de hoy sean tan buenos catequistas como esa madre para sus hijos y les hablen de Jesús, pero también les presenten a Jesús que está realmente presente en el Santísimo Sacramento. Esta conferencia sobre María y la Eucaristía se lleva a cabo mientras la Iglesia en los Estados Unidos se prepara para un Congreso Eucarístico el próximo año, cuyo fruto se espera sea un reavivamiento de la fe de nuestra gente en la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía.

Como el mismo Señor nos ha dicho: “Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.” (Juan 6: 55-57)

Un lema popular de los devotos de la Virgen María ha sido Ad Jesum per Mariam. A Jesús por María. Así como aquella madre llevó a su hijo al sagrario para presentarlo a Jesús, así también María nos lleva a Jesús en la Sagrada Eucaristía. Yo diría que María es nuestra mejor catequista si queremos comprender lo que la Iglesia enseña sobre la Sagrada Eucaristía: el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo ofrecido por nosotros en sacrificio por nuestra salvación y la salvación de todo el mundo. Por lo menos, esto es lo que pretendo hacer en esta charla.

Aunque María no estuvo en la Última Cena, y nunca fue ordenada sacerdote, existe una conexión real entre María y la Eucaristía.  María es la mujer “eucarística”, como afirma San Juan Pablo II, “Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia.”

María es la defensora de la verdad sobre la Eucaristía. Y la Iglesia Católica como la Iglesia ortodoxa, las dos, creen en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y no es por nada que las dos tienen una rica teología Maríana mientras las iglesias protestantes que creen que la eucaristía es solamente un símbolo tampoco dan mucha importancia a la Virgen María.

El antiguo himno latino dice: Ave verum Corpus natum de María Virgine. Salve, verdadero Cuerpo nacido de la Virgen María. La Eucaristía es la prolongación de lo que el Verbo comenzó en María cuando el Verbo se hizo carne en su seno. La Eucaristía mientras remite a la pasión y la resurrección está al mismo tiempo en continuidad con la encarnación. El Niño que María dio a luz es el mismo Señor resucitado del sepulcro y lo que se nos da como alimento es el verum corpus natum de María Virgine, el verdadero Cuerpo nacido de la Virgen María.

Lo que el sacerdote consagra en la Misa es el mismo cuerpo de Cristo nacido de la Virgen María. María proporcionó la carne para nuestro pan. Si ella no hubiera dicho que sí, el Verbo no habría tenido cuerpo. La Madre del Señor nos sostiene y está con nosotros en cada Eucaristía en la que el fruto de su vientre se ofrece al Padre como precio de nuestra redención, por eso la Iglesia nunca deja de mencionarla e invocar su intercesión en las plegarias eucarísticas.

La vida de María se puede resumir con cuatro palabras que se encuentran en los Evangelios: Fiat (Hágase según tu palabra), Magnificat (Mi alma engrandece al Señor), Conservabat (Guardaba estas cosas en su corazón), y Stabat (Estaba de pie al pie de la cruz).

La primera palabra es "Fiat", es el "sí" de María a la propuesta que Dios le hizo a través del arcángel Gabriel. Como escribió San Juan Pablo en su encíclica, Ecclesia de Eucaristía, “Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió «por obra del Espíritu Santo» era el «Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino.

La segunda palabra es "Magnificat", "mi alma engrandece al Señor", como lo podemos leer en una traducción. "Magnificat" describe la respuesta de María a la gracia de Dios obrando en su vida. San Juan Pablo II en esa misma encíclica nos ofrece esta reflexión: “En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama «mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador», lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre «por» Jesús, pero también lo alaba «en» Jesús y «con» Jesús. Esto es precisamente la verdadera “actitud eucarística” ... Puesto que el Magnificat expresa la espiritualidad de María, nada nos ayuda a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad. ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un magnificat!”

Luego, una tercera palabra, "Conservabat": María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. En la Santa Misa, o sea, la Eucaristía, escuchamos lecturas de la Palabra de Dios, y la homilía es para ayudarnos a meditar sobre lo que nos dice la Palabra. Como María guardaba todas esas cosas, así también debemos guardar en nuestros corazones y en nuestras mentes lo que nos dice la Palabra de Dios.

María, por la profunda relación que tiene con la Eucaristía, ella puede guiarnos hacia este sacramento; pues María es modelo insuperable de la contemplación del rostro de Cristo.

Y una palabra final, "Stabat", que la describe de pie fielmente al pie de la cruz viendo a su Hijo morir por la humanidad. Como María se quedó al pie de la cruz, también la Iglesia tiene que estar al lado de una humanidad que sufre. Déjenme citar una vez más a San Juan Pablo II: “¿Cómo podemos excluir a alguien de nuestro cuidado? Más bien, debemos reconocer a Cristo en los más pobres y marginados, aquellos a quienes la Eucaristía, que es comunión en el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, nos compromete a servir. Como muestra claramente la parábola del hombre rico, que permanecerá para siempre sin nombre, y el hombre pobre llamado Lázaro, 'en el marcado contraste entre el hombre rico insensible y el pobre necesitado de todo, Dios está del lado de este último’. Nosotros también debemos estar de este mismo lado”.

La Eucaristía nos compromete al servicio de nuestros hermanos sobre todo de los más pobres o marginados. Es por ello que, en casi cada Misa, pero sobre todo en las Misas dominicales, se toma una colecta – y no solo para cubrir los gastos de la parroquia sino también para ayudar a los pobres. María, al decir al Señor “Si”, se puso en camino y fue de prisa a la casa de su prima, Isabel. María, madre auxiliadora, es modelo de servicio y amparo para todos nosotros.

Fiat, Magnificat, Conservabat, Stabat: la vida de María en pocas palabras, y es una vida eucarística. Su "Fiat" la convirtió en la primera discípula o cristiana; así estas cuatro palabras también nos marcan un modelo o un itinerario a seguir en nuestra vida.

También nosotros estamos llamados a decir "Sí" al plan de Dios para nuestra vida, y nuestra respuesta a ese plan vivido concretamente en nuestra vida debe también "engrandecer al Señor". Nosotros también debemos mantener viva la Palabra en nuestro corazón, meditando en las cosas que Dios ha hecho por nosotros; y estar con Cristo, especialmente estar con él en los pobres, los que sufren, los perseguidos.

Sí, Fiat, Magnificat, Conservabat, Stabat: estas palabras deberían moldear nuestra vida como católicos. Y también estas palabras que da un resumen de la vida de María, también se vuelven un guion de como participar más eficazmente en la Santa Eucaristía que incluye Sacrificio, Comunión y Adoración.

Ita, Missa est. De estas palabras finales al final de la liturgia en latín, se deriva la palabra “Misa”. Si bien se traduce, "Id, la Misa ha terminado", también podría traducirse mejor como "Id, es el envío", porque la Misa implica misión. “No podemos ascender” a la morada de Dios, citando al Papa Benedicto XVI, sino “saliendo por los caminos del mundo, llevando el Evangelio a todas las naciones, llevando el don de su amor a los hombres de todos los tiempos”.

Una fe sin obras, sin un compromiso concreto con el más pequeño de nuestros hermanos, está muerta. La Eucaristía nos recuerda que nuestro compromiso como católicos de trabajar por la paz y la justicia en el mundo no nace de alguna ideología o plataforma política; más bien, nace de una persona, Jesucristo.

Y por eso, nuestra “solidaridad” con el mundo del dolor (y me gusta recordarle a la gente que aquí en el sur de la Florida estamos rodeados de islas de dolor: Haití, Cuba, Nicaragua y Venezuela), nuestra solidaridad es un llamado a un compromiso expresado en la adhesión no a proposiciones elevadas sino a personas concretas en las que hemos de ver el rostro de Cristo.

La solidaridad es otra palabra para la justicia en nuestros días. Es “una determinación firme y conservadora de comprometerse por el bien común”. Este es un importante correctivo al espíritu de nuestro tiempo que el Papa Francisco ha llamado “la cultura del descarte” y “la globalización de la indiferencia”.

Esta solidaridad se vive mediante la práctica de lo que el Catecismo llama obras de misericordia corporales y espirituales. Como dijo San Juan Pablo II, “Dios se pone del lado de los pobres, los oprimidos, los marginados”; a través de las obras de misericordia, nosotros también debemos ponernos de su lado.

Recuerden lo que María proclamó en su Magnificat: el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Al principio de esta charla mencioné ese himno en latín: Ave verum corpus natum de María Virgine. Aquí, la traducción:

Salve, Cuerpo Verdadero
Nacido de María Virgen,
que padeció realmente, fue inmolado
en la cruz en favor del hombre.

Al ser perforado su costado,
brotó agua y sangre;
Que seas probado por nosotros
Al momento de nuestra muerte.

¡Oh, dulce Jesús! ¡Oh, Jesús piadoso!
¡Oh, Jesús, hijo de María!

San Agustín dijo: "Cree lo que ves, mira lo que crees y conviértete en lo que eres: el Cuerpo de Cristo". Cuando decimos "Amén", estamos diciendo "¡Sí! Creo que este es el Cuerpo y la Sangre de Cristo y que yo seré el Cuerpo de Cristo para los demás".

Uno puede hablar mucho más sobre este Misterio de la Fe, y les pido disculpas porque no soy tan buen catequista como fue la Virgen María, ni siquiera como fue esa madre con su hijo delante del Sagrario. Pero voy a parar aquí antes de que se vuelva verde la luz y todos marchen pa’ sus casas.

Gracias por su atención.

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