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Feature News | Wednesday, September 21, 2022

Una tragedia de inmigrantes cierra su círculo

43 años después de que una madre haitiana y sus cinco hijos murieran en el mar, dos hijos se esfuerzan por recordarlos

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Augustin Lorfils (izquierda) y Bernard Poitier revisan la cobertura del entierro de la madre y los cinco hermanos de Lorfils, en la edición del 23 de agosto de 1979 del antiguo periódico arquidiocesano, The Voice. Poitier sostiene un recuerdo de su padre, Bernard Poitier, quien le hizo responsable de conseguir una lápida para la familia que había enterrado hace 43 años.

Fotógrafo: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

Augustin Lorfils (izquierda) y Bernard Poitier revisan la cobertura del entierro de la madre y los cinco hermanos de Lorfils, en la edición del 23 de agosto de 1979 del antiguo periódico arquidiocesano, The Voice. Poitier sostiene un recuerdo de su padre, Bernard Poitier, quien le hizo responsable de conseguir una lápida para la familia que había enterrado hace 43 años.

MIAMI | Agosto es un mal mes para Augustin Lorfils.

Ha sido así desde una mañana de agosto hace 43 años. Mientras estaba sentado frente al televisor viendo dibujos animados, apareció una noticia de última hora: Una madre haitiana y sus cinco hijos se habían ahogado cuando los contrabandistas a los que pagaron para traerlos a Estados Unidos desde Las Bahamas entraron en pánico y les ordenaron a ellos y a otros 12, a punta de pistola, que saltaran al mar a media milla de la costa de La Florida.

Imagen de la portada de la edición del 24 de agosto de 1979 de The Voice, el periódico precursor del Florida Catholic de la Arquidiócesis de Miami.

Fotógrafo:

Imagen de la portada de la edición del 24 de agosto de 1979 de The Voice, el periódico precursor del Florida Catholic de la Arquidiócesis de Miami.

“Le dije a alguien: ¡Esa es mi madre! ¡Es mi madre la que murió!”, recordó, rompiendo en llanto. “En mi corazón, lo sabía”.

En ese entonces, Lorfils tenía 8 años y vivía con su hermana pequeña y su padre, Dieumerci. Ellos también habían llegado de Las Bahamas un año antes. “Nosotros también vinimos en un barco. Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi hermana estaba llorando. Mi padre no quería llorar. Hacía frío. Estaba oscuro. Todos en el barco, hombres adultos, estaban llorando”.

Lorfils y su hermana —pero no su padre— asistieron al funeral de su familia, realizado en la Catedral St. Mary, de Miami. El Cementerio Our Lady of Mercy donó la parcela donde están enterrados su madre y sus cinco hermanos, de entre 4 y 11 años. La funeraria Poitier donó los ataúdes.

Lo único que recuerda Lorfils de ese día es que tenía muchas ganas de levantarse e ir a acostarse encima de ella. Pero su tío le sujetó la mano fuertemente, y se contuvo. Él no fue al cementerio. “Ni siquiera sabía dónde estaba enterrada mi mamá”.

Lorfils siguió conteniéndose por las siguientes cuatro décadas, sin decirle a nadie cómo había llegado a Estados Unidos, ni que el viaje de su familia había terminado en una tragedia semejante.

“No sabía cómo afrontarlo”, dijo. “Lo guardé todo dentro de mí”. Tampoco quería que la gente sintiera pena por él. Incluso cuando su padre, que falleció en 2018, empezó a “beber mucho”.

“No quería que la gente supiera que mi padre no me alimentaba. Tenía miedo de que me separaran de él”, dijo. “La televisión era mi familia. Cosby era mi padre”.

Lorfils abandonó la escuela en el noveno grado y empezó a trabajar en un Subway, luego en un Marriott, y finalmente para David Edelstein en el Hotel Delano de Miami Beach. Ahora es padre de seis hijos, con edades entre los 11 y los 29 años. Uno de ellos se graduó de North Miami High School y juega fútbol americano en el equipo de la Universidad de Midland, en Nebraska.

“Si triunfas, haz felices a tus abuelos. Hazlos sonreír”, le dice Lorfils.

Por fin se ha dado cuenta, dice, de que “hay otras personas que pasaron por lo mismo”.

La tragedia de su familia sigue resonando en los titulares, en los haitianos y los cubanos que realizan la peligrosa travesía en barca hacia La Florida, o que cruzan el Río Grande a lo largo de la frontera sur —y que a veces mueren.

Mientras compartía una comida este verano con algunos primos y amigos, surgió el tema, y alguien preguntó cómo podían los padres exponer a sus familias a tales peligros. Uno de sus primos explicó que “uno hace cualquier cosa para ayudar a su familia”, recuerda Lorfils. Pero él se quedó callado.

Augustin Lorfils, izquierda, y Bernard Poitier posan para una foto en la oficina del Florida Catholic, edición de Miami. Poitier prometió a su difunto padre, el director de la funeraria que donó los ataúdes, que conseguiría las lápidas para la madre y los cinco hermanos de Lorfils. Ellos perecieron frente a las costas del Sur de La Florida en 1979, cuando intentaban reunirse con él, su padre y su hermana en Miami.

Fotógrafo: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

Augustin Lorfils, izquierda, y Bernard Poitier posan para una foto en la oficina del Florida Catholic, edición de Miami. Poitier prometió a su difunto padre, el director de la funeraria que donó los ataúdes, que conseguiría las lápidas para la madre y los cinco hermanos de Lorfils. Ellos perecieron frente a las costas del Sur de La Florida en 1979, cuando intentaban reunirse con él, su padre y su hermana en Miami.

Entonces su amigo por 30 años le dijo que él también había venido en un barco. Lorfils se sorprendió. No lo sabía. “¿Era tu madre?”, le preguntó su amigo cuando Lorfils finalmente le contó su historia.

Por esa fecha, otro primo le dijo a Lorfils que un hombre llamado Bernard Poitier Jr. quería hablar con él. Poitier, hijo del dueño de la funeraria, había estado llamando a todas las personas llamadas Lorfils hasta que finalmente se comunicó con su primo.

El padre de Poitier murió el año pasado. Buscando entre sus papeles, Poitier encontró el recorte de The Voice, el antiguo periódico de la Arquidiócesis de Miami, con la cobertura del funeral de la familia Lorfils. Poitier, que tenía 18 o 19 años en ese momento, también había estado allí y lo recordaba vagamente. El recorte le recordó todo.

“Sé con certeza que hubo mucho llanto”, dijo. “Fue un funeral que me duró días. Nunca había visto a tantos niños inspirando un servicio fúnebre de esa magnitud. Sólo se ven cosas así en la televisión o en las noticias. Se me quedó grabado”.

También se le había quedado grabada una promesa que su padre le había exigido cumplir cuando enterraron al tío de Poitier en Our Lady of Mercy, en 2014. (Para entonces su padre ya no estaba asociado a la funeraria).

“Allí hay una familia que enterré hace años”, recordó Poitier que le dijo su padre, mientras señalaba hacia la sección F del cementerio. “Las tumbas de esa familia no tienen lápidas. Necesitan tener nombres. Es lo justo. Prométeme que lo harás”.

Por eso, intentaba encontrar a Lorfils este agosto y por eso está ayudando a Lorfils a crear una página GoFundMe para recaudar dinero para las lápidas. Por eso se puso en contacto con el Florida Catholic. Y es por eso que la familia de Lorfils fue recordada con una Misa en la Catedral St. Mary, el sábado 15 de octubre.

Lorfils y su hermana necesitan cerrar ese capítulo, dijo Poitier, señalando que el padre está enterrado a pocos metros de su esposa y sus hijos. (Lorfils y su hermana, que ahora vive en Jacksonville, pagaron su funeral, pero no les alcanzó el dinero para la lápida). El padre de Poitier pensó lo mismo cuando donó esos ataúdes hace 43 años.

“Estando en ese negocio, sabes que las familias necesitan ayuda, y ellos necesitaban ayuda”, dijo Poitier. “Él lo hizo una y otra vez, porque podía hacerlo. Es bueno cuando puedes hacer cosas por los demás”.

Pero incluso si su padre no hubiera estado involucrado, dijo, “haría esto por cualquiera, porque todo el mundo necesita saber dónde está enterrado su ser querido”.

Ambos son conscientes de que la historia de los Lorfils no es única en el Sur de La Florida, ni siquiera en Estados Unidos.

“Leemos sobre este tipo de cosas, pero entender realmente por lo que están pasando esas personas es alucinante”, dijo Poitier.

“No es algo haitiano. Es algo humano”, dijo Lorfils, añadiendo que se ve a sí mismo en los anteriores “balseros”, los irlandeses e italianos de principios del siglo XX. “Solía sentir que ese era yo. La única diferencia es que ellos eran blancos y yo negro”.

Ana Rodríguez-Soto, entonces pasante de verano, cubrió el funeral de Lorfils para “The Voice” y “La Voz Católica” en agosto de 1979.

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