Article Published

Article_adom the-ten-commandments-suggestions-or-foundations-for-freedomt_S

adom the-ten-commandments-suggestions-or-foundations-for-freedomt

Columns | Friday, September 19, 2025

Los Diez Mandamientos: ¿Sugerencias o fundamentos de la libertad?

Columna del Arzobispo Wenski para la edición de septiembre de 2025 de La Voz Católica

English Spanish

Recuerdo que, hace años, el periodista Ted Koppel, célebre por el famoso programa ABC’s Nightline, se dirigió a la clase graduada de una universidad de la Ivy League. Ignorando las convenciones de lo “políticamente correcto”, les recordó a los futuros egresados que los Diez Mandamientos eran exactamente eso: mandamientos, y no meras sugerencias.

Es posible que los Diez Mandamientos vuelvan pronto a las aulas de las escuelas públicas en Estados Unidos. En Stone vs Graham (1980), siguiendo el precedente establecido por la Corte de Burger en Lemon vs Kurtzman (1971), la Corte Suprema declaró que exhibir una tabla con los Diez Mandamientos en una escuela pública constituía una violación inadmisible de la separación entre Iglesia y Estado.

Sin embargo, dada la campaña anti-woke (campaña de concientización engañosa) de la actual administración y su apoyo a la expansión de la expresión religiosa en las escuelas públicas (incluyendo la oración), varios estados —entre ellos Texas, Luisiana y Arkansas— están promoviendo leyes que exigirían exponer de nuevo los Diez Mandamientos en las aulas. Sus defensores confían en que, con una Corte más conservadora, puedan recuperar el terreno perdido ante los secularistas en las guerras culturales de los últimos años.

Los secularistas y otros que se oponen a cualquier atisbo de religión en el espacio público podrían argumentar que mostrar los Diez Mandamientos equivale a imponer una visión religiosa a los escolares. Sin embargo, es importante notar que, aunque los Mandamientos son ciertamente fundamentales para nuestra herencia judeocristiana, también son de aplicación universal, pues expresan la ley moral inscrita en el corazón humano. Como Koppel recordó a aquellos graduados de una universidad prestigiosa, el proyecto humano no consiste en decidir qué creo o siento que está bien o mal, sino en vivir en conformidad con normas morales objetivas.

Es en este cruce donde se libra la crisis de nuestra época. ¿Están las reglas de la vida a disposición de cada generación o cultura para “construir” su propia verdad? ¿Somos auto-creadores, o criaturas? ¿O existe algo —o mejor aún, Alguien— más allá de nosotros a quien debemos rendir cuentas? Como criaturas, ¿no depende nuestro florecimiento humano de vivir dentro del diseño implícito en nuestra condición de seres creados? ¿Podemos realmente “hacerlo a nuestra manera”, como proclama una cancioncilla para la promoción de hamburguesas?

Existe una ley natural, cognoscible por la razón humana e inscrita en el corazón. Incluso sin la ayuda de la Revelación divina, no podemos dejar de reconocer que existen el bien y el mal. En otras palabras, no podemos no saber que robar, matar, mentir o cometer adulterio, son malas acciones.

Claro está, el pecado oscurece la razón humana y debilita la voluntad. La vida moral exige aprender a decir no a la envidia, la ira, la lujuria, etc.; pues al ceder a estas pasiones, ciertamente transgredimos los mandamientos que nos prohíben robar, matar o cometer adulterio. Y dado que nuestra naturaleza caída nos impide salvarnos por nosotros mismos, necesitamos de la gracia de Dios para que nuestra vida se conforme plenamente a la ley moral.

Sí, los Mandamientos no son simples sugerencias. Pero son algo más que prohibiciones que limitan la libertad humana.

Demasiado a menudo hoy se define la libertad como hacer lo que quiero, lo que me apetece. Pensamos en la libertad como la capacidad de inventar nuestras propias reglas de vida. Nuestra cultura habla de la “libertad de elegir”, como si ello debiera imponerse siempre sobre los límites de la biología o las exigencias de los demás. La autonomía humana se exalta como valor absoluto, evocando el Non Serviam de los ángeles caídos.

Sin embargo, los Mandamientos, lejos de restringir la libertad, la hacen posible. Los “G.O.A.T.s” (Greatest of All Time) del deporte alcanzaron lo que alcanzaron no inventando las reglas del juego mientras jugaban, sino porque el talento se libera —no se constriñe— mediante la disciplina y el autocontrol necesarios para seguir esas reglas.

Así pues, más que una lista de “noes”, los Mandamientos son también un gran “sí” a la libertad y al florecimiento humanos. Solo podemos florecer verdaderamente como seres humanos, y solo podemos ser plenamente libres “para llegar a ser todo lo que podemos ser”, cuando reconocemos que no somos los árbitros de las reglas de la vida. Ser plenamente humanos significa reconocer que las normas morales inscritas en nuestro corazón no son sugerencias, sino mandamientos.

Add your comments

Powered by Parish Mate | E-system

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply