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Columns | Monday, July 30, 2018

Humanae Vitae 50 a�os despu�s: La Iglesia sigue teniendo raz�n

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El 25 de julio marcó el 50º aniversario de la controversial y todavía poco escuchada encíclica Humanae Vitae (Sobre el control de la natalidad), del Papa Pablo VI. Muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia, embriagados por los numerosos cambios iniciados por el Concilio Vaticano II, estaban convencidos de que la Iglesia cambiaría sus enseñanzas claras y constantes sobre la sexualidad humana y la procreación. Los partidarios del cambio argumentaban entonces que el desarrollo de la píldora anticonceptiva había hecho que ese cambio en las Enseñanzas fuera no sólo posible, sino también imperativo.

Sin embargo, el Papa Pablo VI (asesorado de cerca por el entonces Cardenal Karol Wojtyla) se dio cuenta de que, aunque mucho en la Iglesia podía cambiar (por ejemplo, los ritos litúrgicos y las lenguas habían cambiado a menudo en los 2,000 años de historia de la Iglesia) nadie —ni siquiera el Papa— podría cambiar las Enseñanzas recibidas por la Iglesia en cuestiones de Fe y moral.

En Humanae Vitae, dando un ejemplo eclesiástico de coraje, Pablo VI reafirmó la inmoralidad del recurso a los medios artificiales para el control de la natalidad. Mientras que el Papa Pablo VI y la Iglesia Católica se mantuvieron prácticamente solos en la reafirmación de que los fines procreativos y unitivos del acto conyugal no podían separarse arbitrariamente, es importante recordar que hasta principios del siglo XX ésta era también la enseñanza constante de todos los otros cuerpos eclesiales cristianos: ortodoxos, anglicanos y protestantes.

Por supuesto, la Iglesia no está en contra del placer sexual, como alegan algunos de sus oponentes; pero —lo que resulta más importante— estamos por la felicidad de la persona humana. El fomento de esa felicidad requiere comprender el don de la sexualidad como Dios lo ha querido. El sexo, en el plan de Dios, es más que una simple “actividad recreativa”. Como dice la feminista y filósofa católica Janet Smith: “... el sexo es para [crear] bebés y lazos. Si las personas no están listas para los bebés y los lazos, no deberían involucrarse en actos sexuales”. ¿Y qué son las nupcias, sino la expresión pública de la disposición de una pareja para hacer exactamente eso?

Una cuidadosa relectura de Humanae Vitae, especialmente a la luz de la “revolución sexual” desatada en la sociedad en los últimos 50 años, puede ayudarnos a apreciar cuán clarividente fue el Papa en sus advertencias sobre las terribles consecuencias que tendría una “mentalidad anticonceptiva” en la sociedad. El número de embarazos no deseados y de abortos no disminuyó con la aceptación generalizada de la anticoncepción: ambos aumentaron. Y la “píldora”, lejos de liberar a las mujeres del dominio masculino, las hizo más propensas a ser víctimas de la explotación sexual por parte de los hombres. La desintegración de las familias y la epidemia del divorcio en nuestra cultura, la incidencia cada vez más alta de mujeres que tienen hijos fuera del matrimonio, la huida de la responsabilidad adulta y la prolongada “adolescencia” de los hombres, son tantos otros factores que indican —en retrospectiva— la rectitud de las Enseñanzas de Pablo VI y de la Iglesia sobre la sexualidad humana.

La Iglesia condena la anticoncepción artificial no sólo por sus malas consecuencias. La condena porque es intrínsecamente perversa (y porque, al ser perversa, tiene malas consecuencias). La anticoncepción es perversa porque viola el propósito y la naturaleza del acto sexual, y al hacerlo, viola la dignidad de la persona humana.

El Papa San Juan Pablo II reafirmó Humane Vitae a lo largo de su pontificado. Su “Teología del Cuerpo” ha tratado de presentar las Enseñanzas perennes de la Iglesia sobre la sexualidad humana en un idioma más accesible para nuestros contemporáneos. El acto sexual, enseña, implica la entrega, la entrega de uno mismo, que es negada por la anticoncepción. El “lenguaje corporal” de la persona debe significar tanto como las palabras de la persona. La felicidad y el florecimiento humanos no se pueden construir con un lenguaje insincero o con mentiras. La anticoncepción, como el sexo prematrimonial o extramatrimonial, es una mentira, porque niega el “sí” incondicional del uno a la otra, implícito en el acto mismo de hacer el amor.

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