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Columns | Monday, April 23, 2018

Para la Iglesia, la defensa del matrimonio no se basa en el odio

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La mayoría de la gente sabe que la Iglesia Católica enseña que la verdadera naturaleza del matrimonio es una unión integral de “dos en una sola carne”, capaz de unir a los hijos con sus madres y padres, una unión que sólo un hombre y una mujer son biológicamente capaces de formar. La mayoría de la gente también sabe que la Iglesia Católica enseña que la intimidad sexual que promueve la unión entre la pareja y puede dar lugar a una nueva vida, se entiende exclusivamente dentro de un matrimonio entre un hombre y una mujer. Por lo tanto, la Iglesia Católica disiente del punto de vista sobre el matrimonio — sostenido cada vez más por muchos— que redefine el matrimonio como si se tratara sólo de la gratificación afectiva de adultos que consienten.

La propuesta del Evangelio sobre la sexualidad y el florecimiento humano siempre ha sido desafiante para los creyentes y un obstáculo para los no creyentes, independientemente de su orientación sexual (véase Mateo 19: 9-11). Porque todos somos pecadores. La Iglesia es, como ha dicho el Papa Francisco, un “hospital de campo” que atiende a los heridos en los campos de batalla de la vida con el bálsamo sanador de la gracia y la misericordia de Dios. La “medicina” del Evangelio no se le niega a nadie. Y, en cualquier domingo dado, se reúnen en nuestras parroquias personas que se encuentran en diferentes etapas en sus viajes de fe. Siempre son bienvenidas, y con frecuencia aquellos que aún no han llegado “allí”—es decir, que aún no pueden participar en la Sagrada Comunión—, se acercan al sacerdote para pedirle una bendición.

Y aunque es posible que más de unos pocos no estén de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, debería ser obvio que las escuelas religiosas no pueden promover su misión educativa distintiva, de acuerdo con esas enseñanzas, a menos que tengan la libertad de escoger a maestros comprometidos con esa misión —y la libertad de despedirlos si no lo están.

Seguramente habrá momentos difíciles para garantizar que la Iglesia siga siendo libre para predicar el Evangelio y ejercer su ministerio en cualquier sociedad, y mucho más en una tan diversa como los Estados Unidos, y Miami en particular. Ésta es la razón por la cual los tribunales han reconocido generalmente que los maestros de las escuelas religiosas son parecidos al clero, y que, por lo tanto, existe una “excepción ministerial” a la aplicación de las leyes antidiscriminatorias. Como pastor de esta iglesia local, reconozco que tales situaciones pueden causar que algunos sientan dolor o exclusión, especialmente aquellos que probablemente hayan experimentado una discriminación injusta durante sus vidas. Lo último que querría hacer yo, o cualquier sacerdote, es aumentar el sentimiento de abandono de cualquier persona respecto de la Iglesia.

Pero debemos encontrar formas de asegurar que las diferencias legítimas no nos perjudiquen como comunidad, o que no resulten en el eclipse o disminución de la relación de la Iglesia con la comunidad, en la que sirve a personas de todas las nacionalidades y etnias, personas de todas las clases sociales y económicas, y personas de todas las orientaciones sexuales, “no porque sean católicos, sino porque somos católicos”.

Estoy de acuerdo con el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, quien escribió en su disenso a la decisión sobre el caso Obergefell vs Hodges, que legalizó los matrimonios del mismo sexo: “La decisión de la mayoría es un acto de voluntad, no un juicio legal. El derecho que anuncia no tiene ningún fundamento en la Constitución o en el precedente de esta Corte”. Pero también agradezco el que el juez Anthony Kennedy, que votó por la mayoría en Obergefell vs Hodges, reconociera que “las personas que se oponen al matrimonio homosexual llegan a esa conclusión basándose en premisas religiosas o filosóficas decentes y honorables.” En otras palabras, alguien que defiende la comprensión tradicional del matrimonio como una unión conyugal entre un hombre y una mujer no es por eso motivado por el odio. 

Comments from readers

James - 05/02/2018 04:03 PM
Blessings to all! Man and Woman Only. Continue to pray.
Sister Lidia Valli - 04/25/2018 02:58 PM
Thank you, Archbishop, for explaining in clear terms and helping us to understand and to carry on the message. May God bless you!
Rev. Phillip Tran - 04/24/2018 09:24 AM
Well said Archbishop! The discourse is often centered on a perceived hatred that is not the reality of what we teach and why we teach it, rather the contrary!

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