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Columns | Monday, September 28, 2015

El Obispo Rom�n y el poder del rosario

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El sábado 5 de septiembre, pocos días antes de la fiesta de Nuestra Señora de la Caridad, bendije una estatua de bronce del obispo Agustín Román, otrora Obispo Auxiliar de Miami, que murió cuando se dirigía a dar una clase de catecismo durante la semana de Pascua del 2012.

La estatua se encuentra en los terrenos del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, o “Ermita”, como es conocido afectuosamente este santuario nacional dedicado a la patrona de Cuba. La estatua se alza frente a la bahía. Los ojos del Obispo miran a través de la bahía hacia Cuba, con una mano tocando su cruz pectoral y la otra sosteniendo un rosario.

El Padre Román rezaba el rosario mientras veía desaparecer la costa de Cuba, cuando viajaba enviado al exilio a bordo de un trasatlántico. Rezaba todos los días y enseñó a otros a descubrir la belleza de esta forma contemplativa de la oración.

El rosario era más que una devoción personal para el Obispo Román: fue su compañero personal durante toda su vida. El rosario era, en sus manos y en sus labios, un arma poderosa en la batalla para ganar almas para Cristo.

Me dijo una vez: “Si usted quiere que alguien camine con usted, tiene que asegurarse de que esa persona tenga zapatos cómodos”. Su mensaje catequético se enmarca con el fin de ser esos zapatos cómodos que permitan miles a caminar con Cristo. Y en ese marco, María y su rosario desempeñaron un papel destacado. De esta manera, pudo llevar el mensaje del Evangelio hasta el nivel de la persona sin necesidad de diluirlo nunca.

“Si amas a María”, les decía a quienes sentían una profunda devoción por ella (aunque tuvieran poca instrucción formal en la fe), “hay que imitarla”. De hecho, esa es la esencia de la evangelización: llegar a ser como aquella que  aceptó que el Verbo se hiciera carne en su seno virginal.

Desde la época de Santo Domingo, que promovió el rezo del rosario para contrarrestar la propagación de la herejía albingense, el rosario ha sido una herramienta muy eficaz de evangelización. El Papa Pablo VI lo describió como “la síntesis del Evangelio”. En la meditación de los ahora 20 misterios del rosario, entramos en contacto con todos los grandes acontecimientos de la vida y el ministerio de Jesús.

Cuando yo era un seminarista, el entonces Padre Román me enseñó algo sobre el poder de la oración y de la capacidad de la Santísima Madre pare atraer a la gente hacia su hijo. En ese momento, yo estaba trabajando en la Parroquia San Benito, en Hialeah, y el Padre Román me animó a utilizar el rosario como medio de difusión y de evangelización para las miles de personas que vivían en los edificios de apartamentos que salpicaban la zona.

Con un plan de acción ideado por él, un grupo de cursillistas cubanos y yo salimos a visitar estos sitios con una bandera cubana, una imagen de Nuestra Señora de la Caridad y, por supuesto, el rosario. Oramos por los presos políticos de Cuba. Y hasta aquellos que no habían traspuesto la puerta de una iglesia por muchos años no pudieron resistirse a la invitación a orar a la patrona de Cuba por sus hermanos y hermanas encarcelados. Más tarde, en mi trabajo con el pueblo haitiano, fui testigo de cómo el rosario también les llegaba al corazón a todos ellos, como medio de oración y, a la vez, como una herramienta catequética.

Cuando me designaron como Obispo coadjutor de Orlando en el 2003, después de la Misa de Bienvenida allí, el Obispo Román me despidió: “Tome esto”, me dijo. “Éste es mi rosario. Se lo doy”. Al principio, no supe qué decir ni qué hacer. Me sentí profundamente conmovido y honrado por esta maravillosa expresión de la solidaridad de este santo obispo conmigo cuando salía de la Arquidiócesis para asumir nuevas funciones en Orlando. Lo único que se me ocurrió hacer, aparte de decirle “muchas gracias”, fue buscar en mi propio bolsillo y darle mi propio rosario.

Octubre se celebra siempre como el mes del rosario, y por lo tanto, este mes nos ofrece una nueva oportunidad de volver a descubrir esta bella devoción que nos lleva, a través de María, a Jesús. Un pequeño esfuerzo rendirá grandes resultados. Recen el rosario y descubran su poder de atraernos aún más cerca de su Hijo. Y puesto que la familia que reza unida, permanece unida, atrévanse a invitar a los miembros de su familia y sus amigos para orar con ustedes, y para descubrir su poder de atraerlos a todos más cerca el uno al otro, y hacia Él.

El Obispo Román, cuya imagen ha sido esculpida en bronce con un rosario en la mano, nos sigue enseñando cómo orar y evangelizar.

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