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Era jueves, 1 de junio de 2023 cuando mi esposo y yo llegamos a París por primera vez desde 2019. Debido al COVID-19, no hicimos nuestras visitas anuales para ver a nuestros amigos en Francia como lo habíamos hecho durante los últimos 20 años, más o menos.

Una de las primeras cosas que hacíamos cada año a nuestra llegada era subir las numerosas escaleras que conducen a la Basílica del Sagrado Corazón (Sacre Coeur), situada en lo alto de la colina, para dar gracias por un viaje seguro. La Basílica del Sagrado Corazón se ha convertido en uno de los espacios más sagrados para mí. Me he sentido alimentada espiritualmente por la hermosa Misa y atraída por una de las tradiciones de nuestra fe: la adoración del Santísimo Sacramento, que tiene lugar durante todo el día y la noche, a menos que se esté celebrando la Misa.

En la tradición de la fe católica, creemos que Jesucristo está plenamente presente en la hostia expuesta en la custodia. Creemos que está presente con nosotros, y podemos adorarlo, hablar con Él, rezarle y simplemente sentarnos en silencio con Él. También es una oportunidad para escuchar lo que Él tenga que decirnos. Cada año espero poder estar en la basílica en presencia de Dios, pero este año no sucedió así durante nuestra primera noche en París.

Mientras John, mi esposo, dormía tras nuestro largo vuelo desde Miami, fui a la mesa del comedor para escribir y disfrutar de la increíble vista que teníamos de París y Montmartre. Ambos habíamos soñado con este momento durante los últimos cuatro años. Caí en cuenta de que era jueves y la hora a la que solía asistir a la adoración del Santísimo Sacramento en la iglesia de St. Pius X, en Fort Lauderdale. Echaba de menos mi tiempo de adoración en la capilla de mi ciudad y mi tiempo de adoración en la Basílica del Sagrado Corazón.

Al mirar el reloj, noté que eran las 10 de la noche en Francia y las 4 de la tarde en Fort Lauderdale cuando hablaba con Jesús en la oración para expresarle mi tristeza por no poder visitar la basílica, y darle gracias por un viaje sin problemas, como es nuestra tradición. Segundos después de mi oración a Jesús, una amiga que suele acompañarme a la adoración en nuestra capilla, y quien no sabía que yo estaba de viaje, me envió una foto por texto de nuestra capilla y de Jesús expuesto en la custodia. Aunque yo no pude ir a pasar tiempo con Jesús, ¡Él vino a mí!

Sin perder un segundo, envié un mensaje por texto a mi amiga, diciéndole: "Dios se ha servido de ti. No pude llegar a la basílica para la adoración, como acostumbramos. Acabo de decirle a Jesús lo triste que me siento, y tú me has enviado este mensaje (foto de la adoración en la capilla de St. Pius X en Fort Lauderdale). Se me saltan las lágrimas. Muchas gracias".

Entonces me puse a leer Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de Luisa Piccarreta, y de vez en cuando le echaba un vistazo a Jesús en la capilla de St. Pius X. También leí las Oraciones en la Divina Voluntad, de Piccarreta. Mientras contemplaba la imagen del mensaje de texto, Jesús me recordó que podía sacar ese texto y estar con Él siempre que quisiera. Él puede atravesar cualquier pantalla de teléfono y no está limitado por la distancia física que me separa de mi pequeña capilla en St. Pius X. Él está siempre conmigo, siempre con nosotros.

Mi gran decepción por perderme la adoración al Santísimo Sacramento, en mi iglesia y en París, propició mi pequeño milagro en Montmartre. Esta experiencia nos sirve a todos para recordarnos que:

  1. Dios Padre nunca está lejos y escucha nuestras plegarias.
  2. La Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo está en el Santísimo Sacramento expuesto en la custodia.
  3. El Espíritu Santo inspira las acciones de los hijos de Dios, especialmente cuando estamos en presencia del Santísimo Sacramento.

Que nuestro amor y reverencia por Jesús en el Santísimo Sacramento crezcan con más intensidad mientras celebramos este segundo año del Avivamiento Eucarístico.

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