De niños, edades y etapas
Monday, August 16, 2021
Angelique Ruhi-Lopez
Este año escolar, tendremos seis hijos en cuatro escuelas diferentes: uno en preescolar, uno en primaria, dos en secundaria y dos en bachillerato. (Pero, ¿quién lleva la cuenta?) Sólo pensar en todas las idas y venidas de la escuela, los deportes después de la escuela, las tareas a altas horas de la noche, los eventos sociales, y así sucesivamente, hace que mi corazón se acelere. Pero mi corazón también se siente lleno por el privilegio de ver crecer a estos niños que Dios me ha confiado.
En cada etapa abundan las similitudes, pero también las diferencias: Me he dado cuenta de que las rabietas de los niños pequeños y las rabietas de los adolescentes no son tan diferentes, y que nombrar las partes del cuerpo con los niños pequeños sirve de introducción a las conversaciones sobre la Teología del Cuerpo con los preadolescentes y los adolescentes más rápido de lo que jamás hubiera imaginado.
Hace dieciocho años, estaba recién casada y llena de grandes ideas sobre cómo sería el matrimonio y la crianza de los hijos. Pues bien, Dios nos sorprendió con sus planes, que son infinitamente más increíbles —y santificantes— que los míos.
Recuerdo haber asistido a un retiro familiar cuando "solamente" teníamos cuatro niños pequeños. Nos advirtieron que el reloj sigue su marcha, que los niños serán grandes antes de que nos demos cuenta, y que teníamos que hacer que cada momento contara. Volteé los ojos porque acabábamos de entrenar a los mellizos para que fueran al baño, y lidiábamos con niños que no querían compartir, y con las tareas (básicas) de la escuela primaria, a la vez que equilibraba el matrimonio, el hogar y el trabajo. Claro que algún día crecerán, pensé. Pero todavía no hemos llegado a ese punto. ¡La mayoría de los días quería arrancarme los pelos porque dependían tanto de nosotros!
La verdad es que todos los refranes trillados son ciertos:
"Niños pequeños, pequeños problemas; niños grandes, grandes problemas". Quiero dejar claro que nuestros hijos grandes no son un gran problema en lo absoluto; sí lo son las situaciones culturales a las que nos enfrentamos en la actualidad como familias católicas con adolescentes.
"No te preocupes por las cosas pequeñas". Definitivamente he aprendido (y sigo aprendiendo) a elegir mis batallas y a dar prioridad a lo que es más importante. He aprendido a dejar de lado las cosas sin importancia, como si sus zapatos combinan con lo que llevan puesto, o si las niñas llevan un lazo en su pelo (volteo los ojos de nuevo).
Y, por supuesto, el clásico: "Ya verás: Crecerán en un abrir y cerrar de ojos".
Así es. Yo parpadeé.
Con la gracia de Dios, todavía contamos con muchos años de crianza por delante, pero es preocupante saber que sólo nos quedan tres veranos más con nuestro hijo mayor antes de que vaya a la universidad.
Así que, al comenzar otro año escolar, trataré de recordar que debo hablar menos y sonreír más (mi agradecimiento a Hamilton); que debo interesarme por los intereses de mis hijos para construir nuestra relación continuamente; que los niños grandes necesitan tanta atención como los niños pequeños; y que cuando cometo errores durante este camino de la crianza de los hijos, necesito extenderme la gracia a mí misma.
Puede que el año escolar consista en garantizar que nuestros hijos aprendan de los profesores y los libros, pero la mayor educación se produce en nuestros hogares, empezando por nosotros mismos, mientras navegamos por las diferentes edades y etapas de la crianza de los hijos y empezamos a darnos cuenta de lo que realmente importa. No suelo acertar en los exámenes, pero gracias a la Sagrada Escritura (lo más parecido a un manual de instrucciones para los padres), al Catecismo y a las enseñanzas de la Iglesia, a los sacramentos y al apoyo de mi esposo y de mi comunidad católica, puedo salir adelante, un día a la vez.
Ahora bien, ¿dónde está el manual de instrucciones para poderlo estudiar?
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