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Columns | Saturday, May 20, 2017

Jes�s nos ama con un coraz�n humano, y a trav�s de sus sacerdotes

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El viernes 23 de junio —19 días después de la celebración de Pentecostés— la Iglesia universal celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se asocia con Santa Margarita María —así como la devoción a la Divina Misericordia se asocia con Santa Faustina. Si bien estas devociones no añaden nada a la revelación de la Fe, sí fomentan una apreciación más rica de la revelación acerca del Dios que es amor, el Dios que, porque nos ama, permanece cerca de nosotros.

Jesús nos ama con un corazón humano. El Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda la humanidad de Jesús, pero también la concreción de su amor. El amor no es una abstracción, no es un axioma filosófico; el amor es siempre una acción, un acto. Es un “darnos” nosotros mismos —así como Jesús se entregó a sí mismo en la cruz para nuestra salvación, “para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (IV Oración Eucarística , II Cor 5, 15).

Y una manera en que Dios demuestra su amor y su cercanía a nosotros, es a través del ministerio de sus sacerdotes. Esto explica también por qué el Papa Juan Pablo II asoció esta fiesta popular con el sacerdocio y designó la solemnidad del Sagrado Corazón como un día de oración para la santificación de los sacerdotes.

El santo patrón del clero diocesano, San Juan Vianney, dijo una vez: “El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús”. El Corazón de Jesús fue traspasado en el Calvario, simbolizando la totalidad de la entrega de Jesús en la cruz. Pero la sangre y el agua que fluyeron de su costado también simbolizan los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía.

Hacemos bien en recordar, además, cómo el amor de Jesús —en toda su ternura—se nos trasmite también a través del ministerio de nuestros sacerdotes, especialmente su ministerio en el sacramento de la Penitencia, por medio del cual son perdonados nuestros pecados. Por esta razón, los antiguos Padres de la Iglesia decían que la Iglesia nació del costado traspasado de Cristo, es decir, que la Iglesia nace del Corazón de Jesús. Y así, los sacerdotes célibes son justamente llamados “Padres”,  porque los fieles son llevados a la vida en Cristo, y son sostenidos en esa vida, por el ministerio sacramental de los sacerdotes.

El 13 de mayo, ordené a nueve nuevos sacerdotes para servir aquí, en la Arquidiócesis de Miami. Cuando fueron llamados, respondieron “Presente” y expresaron así su voluntad de ponerse a disposición del Señor. Oramos para que estos recién ordenados sean los buenos sacerdotes, los santos sacerdotes que los fieles de Cristo necesitan y merecen.

Todos nuestros sacerdotes responden “Presente” todos los días, y de muchas maneras, a través de su ministerio al Pueblo de Dios. Aquí en la Arquidiócesis de Miami, nos sirven sacerdotes de todos los continentes habitados. Pueden hablar con muchos acentos diferentes, pero gracias a su dedicación y a su extraordinario amor por el Señor, están aquí para nosotros. Llamados a ser “amigos de Jesús”, estos hombres se conforman al Buen Pastor y encuentran la unidad, la paz y la fuerza en la obediencia del servicio.

Pidamos que, por intercesión de San Juan María Vianney, nuestros nuevos sacerdotes y todos nuestros sacerdotes continúen creciendo en santidad, y así puedan llevar a Cristo y su Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, como lo hizo Juan Vianney en sus tiempos.

“Oh Jesús, Sacerdote Eterno, guarda a todos tus sacerdotes en el refugio de tu Sagrado Corazón, donde nadie pueda hacerles daño. ... Bendice sus labores con abundante fruto, y que las almas a quienes ministran aquí abajo sean su gozo y consuelo, y en el Cielo su corona eterna. Amén.”

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