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Unos meses después de que falleciera mi yerno, Rob Susil, un viejo amigo mío me preguntó de manera amable, pero sin más: “¿Todavía peleas con Dios?” La única respuesta sincera fue “Sí”, a lo que mi amigo respondió con sencillez: “No vas a ganar. ¿Lo sabes?” 

Pienso en ese diálogo ahora, durante la Cuaresma que le sigue al quinto aniversario de la muerte de Rob, porque la Cuaresma es el “tiempo favorable” (2 Cor 6:2) para reflexionar sobre el misterio del sufrimiento y la muerte, y lo que nos enseña sobre la manera de Dios, sobre nuestras maneras, y la diferencia incalculable entre ellas. 

Aun después de media década, la muerte del Dr. Robert Susil no tiene sentido según la razón humana. Era un hombre joven, en excelente forma física, en la flor de su vida. Era un discípulo plenamente convertido del Señor Jesucristo, y un esposo y padre comprometido. También era un científico brillante y un sanador compasivo, uno de los líderes más jóvenes especializados en el cáncer en la nación quien, tras haber obtenido el respeto de sus colegas en la eminencia de la medicina americana, falleció a consecuencia del cáncer. Como me dijo uno de sus colegas veteranos de Johns Hopkins durante el velatorio de Rob: “Acabamos de perder a nuestro próximo Premio Nobel”. Yo mismo me preguntaba una y otra vez, si eso era cierto, ¿por qué Dios se lo llevó años antes de que tuviera la oportunidad de hacer lo que sabía que sería un discurso pro vida histórico, mientras aceptaba uno de los galardones más prestigiosos? Probablemente yo lo hubiera visto en el purgatorio de CNN, pero aun así… ¿por qué? 

El comentario de mi amigo sobre pelear con Dios me llevó a indagar en el Libro de Job. Es extraño que el Leccionario no utiliza más a Job durante la Cuaresma, pues definitivamente esta obra maestra de la literatura mundial es la cumbre de la reflexión del Antiguo Testamento sobre los misterios insondables del mal y el sufrimiento, y su relación con Dios. Y en Job, aunque no hallaba respuestas lógicas a la muerte de Rob, al menos comenzaba a encontrar una respuesta que sí lo tenía a la luz de la fe bíblica. 

Me di cuenta de que Job es el modelo de lo que un erudito bíblico italiano ha llamado “el creyente que ama a Dios verdadero en sí mismo y por sí mismo, sin motivos ulteriores”, y lo hace de esa manera, precisamente, a lo largo del oscuro camino del sufrimiento. Es Job, quien en medio de la miseria, rechaza las sugerencias calculadoras y simplistas de sus amigos sobre las razones por las que le suceden cosas malas a la gente buena. Es Job quien, al final, se rehúsa a meter el propósito y la voluntad divina en la cama procrusteana de la sabiduría humana. Es Job quien, al final, deja a Dios ser Dios y quien, al admitir que él no es el artesano de su propia existencia, hace un acto más profundo de fe en el Dios cuya “lógica” divina va más allá de lo que las mentes humanas puedan entender.

Entendí que Robert Charles Susil era otro de esos hombres rectos que amaron al Dios verdadero “en sí mismo y por sí mismo”, sin hacer regateos en el proceso. Y si él puede acercarse al Padre de nuestro Señor Jesucristo de esa manera, ¿cómo puedo yo hacer menos? Por eso, aunque no pretendo haber obtenido más conocimiento en estos pasados cinco años sobre la “lógica” divina de la vida y muerte de Rob, compartir su Pascua me ha dado, finalmente, el regalo de saber que no puedo pelear con el Dios en el que profeso la fe cada domingo sin declarar falsa esa profesión de fe – aunque me tomó un tiempo aceptar el regalo. 

La Cuaresma –el camino cristiano hacia Jerusalén con el Señor que se encuentra allí con su destino, en completa sumisión a la voluntad del Padre – es un recordatorio anual de que Dios es Dios y nosotros no lo somos. Cuando Jesús responde a Pilatos: “No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba” (Jn. 19:11), no está haciendo un punto abstracto en filosofía política; está haciendo un acto de fe en el plan de la salvación que el Padre ha establecido. 

La gracia de ser capaces de acoger ese plan, aunque el mismo parezca “ilógico”, es una de las gracias especiales de los 40 Días.

Comments from readers

Deacon Paul Brancheau - 03/10/2015 10:49 AM
Deacon, an excellent article. Thanks for sharing from your heart.
Ann F Geer - 03/09/2015 06:52 PM
Just what I needed to read at this time. Thank you for sharing this vulnerable walk with the Lord

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