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En su libro “Letters to a Young Catholic” (Cartas a un Católico Joven), George Weigel sugiere que la línea que divide a los católicos de hoy no existe entre los que son cristianos liberales y los que son cristianos conservadores, sino entre los cristianos liberales y quienes aceptan la posición ortodoxa de que el cristianismo es una religión revelada.


Los primeros son aquellos cristianos que comienzan asumiendo que todas las religiones son resultado del esfuerzo humano para encontrar a Dios. La posición ortodoxa es que el cristianismo ocurrió porque Dios entró a la historia humana y se reveló a Sí mismo. Si creemos que para nosotros, Dios se ha revelado a Sí mismo en Jesucristo, entonces el historial de esta revelación es la verdad. No es una de muchas verdades; es la revelación de Dios a nosotros. Al defender esta posición, uno será visto por nuestros contemporáneos como intolerante y anacrónico. Al seguir el ejemplo de Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI ha sostenido que el relativismo extendido es el cáncer más serio de la sociedad contemporánea.


En nuestra cultura, afirmar que pueda existir algo que se describa apropiadamente como “la verdad”, en vez de mi verdad o su verdad, es interpretado como intolerancia. En una cultura que valora la “tolerancia” sobre todas las demás virtudes, la posición católica de reclamar la verdad es considerada intolerante. Muchos advierten que si la Iglesia continúa con esta postura, perderemos miembros.


Hace muchos años, antes de que se le conociera como el Papa Benedicto, el cardenal Joseph Ratzinger predijo que si la Iglesia insistía en la ortodoxia, habría una reducción en miembros. Pero dijo que la prioridad de la Iglesia no debía ser aumentar en número, sino asegurarse de que preservaba la fe correctamente para la generación futura.


Sin embargo, los hechos no apoyan el temor de que la fidelidad a la tradición tendrá como resultado una pérdida en la membresía. Weigel señala una realidad contemporánea sorprendente: el crecimiento, precisamente, de las religiones y comunidades religiosas más ortodoxas. Weigel dice que parece que existe una “ley de hierro”: las comunidades cristianas que mantienen un sentido claro de sus límites doctrinales y morales crecen, mientras las comunidades cristianas cuyos límites son tan porosos que es difícil definir lo que es correcto y lo que no lo es, se marchitan y mueren.


En estos días, una discusión sobre un asunto importante finaliza cuando uno de los participantes expresa: “Vamos a decir que estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo”, o “Tú tienes tu verdad, y yo tengo mi verdad”. Detrás de ambos comentarios existe la filosofía de que, debido a que ninguna verdad puede ser absolutamente válida, cada creencia es tan cierta como falsa, lo que la convierte en válida. Eso es a lo que el Papa Benedicto llama “relativismo”.


En la canción “My Way” (A Mi Manera), el cantante refleja la moralidad de nuestros tiempos al jactarse de que nadie le dijo lo que debía hacer, sino que él forjó su propia manera y verdad. En nuestra cultura, cualquier acto por el cual una persona parece imponer su punto de vista, es considerado intolerante. De acuerdo con nuestra mentalidad contemporánea, la decisión de evitar imponer a otros el aceptar la verdad de nuestras propias creencias es una señal de madurez. Es por esto que muchos padres aceptan como axioma el permitir a sus hijos decidir por sí mismos la religión que desean seguir.


San Pedro nos aconsejó que adoptáramos una posición balanceada, que implica confiar en nuestra fe mientras respetamos a los demás: “Estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta de su esperanza, pero háganlo con sencillez y deferencia”.


Desafortunadamente, muchos cristianos aplican una filosofía de relativismo a su entendimiento del cristianismo. Asumen que las distintas interpretaciones del cristianismo son igualmente ciertas, y motivan a cada persona a encontrar un entendimiento de Jesús y del Credo que “tenga sentido” para ella.


En “Introduction to Christianity” (Introducción al Cristianismo), el cardenal Ratzinger cita la historia de Clever Hans. En la misma, Hans inicia una jornada con un enorme saco de oro. Al darse cuenta de cuán inconveniente es llevar esta carga, decide cambiarla por un caballo, que sería menos agobiante. Después de un tiempo, se da cuenta de que el caballo también es inconveniente, y lo cambia por algo más conveniente. Hans continúa cambiando todo por algo menos inconveniente, y pierde valor en cada negocio, hasta que se queda con una piedra de amolar. Al darse cuenta de que la piedra casi no tiene valor, la bota.


El cardenal Ratzinger sugiere que esto es lo que los teólogos han estado haciendo con la verdad de Jesucristo. Bajo la premisa de que a la gente se le hacía difícil aceptar la verdad sobre la naturaleza divina y los milagros de Jesús, encontraron una razón para reinterpretar la creencia en maneras que la hicieron más fácil de creer, pero la dejaron valor.


Hermano Richard DeMaria, CFC
Director Ejecutivo, Ministerio de Formación Cristiana

Comments from readers

med.villanueva - 01/02/2010 01:43 PM
There indeed has to be that reverent balance between our beliefs and others but never is there a need to sacrifice our faith.

There is an urgency for all to walk the path of living our Credo, living our faith,
It should be our chosen lifestyle to be a Catholic, to be truly and fully a Christian.

There is a need for constant gentle reminders for all to recognize the unchurched in our community and to invite, to show them by example, to teach them and to serve that we all may be one.
Richard DeMaria - 12/31/2009 11:11 AM
Gabriel: Thank you for your comment. My e-mail is [email protected]
Richard
Gabriel Pulido - 12/29/2009 10:29 PM
According to NOAA. rip currents are the leading surf hazard for beachgoers. More than 100 people a year die from rip-current related drownings alone � more than from shark attacks, tornadoes and lightning strikes combined. At least 80 percent of lifeguard rescues are due to rip currents.

In my opinion, Relativism is that rip current that is dragging even people with strong faith far away from religion, causing distress and risk of being lost.

I think that the Laity should support our Priests so we can be those rescuers that help recover spiritual lives that need to go to a safe shore, the Living Word.

Our pope is inviting us to kick off the new evangelization of the Church where there is the threat to freedom of thought and will, building capability for dialogue, not only with other believers but also with those to whom religion is something foreign, to whom God is unknown and who nevertheless do not want to be left merely Godless, but rather to draw near to him, even though as the Unknown.

Brother DeMaria, please contact me so I can exchange information with you about this topic.

Yours in Christ,
Gabriel Pulido
Parishioner

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