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Columns | Friday, February 20, 2015

Cuaresma: Tiempo de gracia y salvaci�n

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“Conviértete y cree en el Evangelio”.

Esta frase fue pronunciada sobre nosotros cuando nos impusieron las cenizas del Miércoles de Ceniza, que marca el comienzo del ayuno cuaresmal. La frase, basada en las primeras palabras que se conservan de Jesús según el Evangelio de San Marcos, expresa sucintamente el propósito de estos 40 días que preceden a la celebración de la Pascua y la gloriosa resurrección del Señor de entre los muertos.

Por lo tanto, el tiempo de Cuaresma es una invitación a realizar una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas del Evangelio. También es un llamado al “Éxodo”. Así como los antiguos hebreos fueron llamados a salir de Egipto para cruzar hacia la Tierra Prometida, la Cuaresma es un llamado a salir de nosotros mismos, a dejar atrás la ilusión de la autosuficiencia, de modo que seamos capaces de abrirnos —con abandono confiado— al abrazo acogedor de nuestro amoroso y misericordioso Padre.

Al mismo tiempo, la Cuaresma es un llamado a acercarnos a los demás en sus necesidades, de manera que nosotros, habiendo experimentado la misericordia de Dios, aprendamos también a ser misericordiosos.

A través de la oración, el ayuno y la limosna, nos encaminamos, a nosotros mismos y a nuestros seres queridos, hacia una fe renovada en el poder del amor de Dios por nosotros, un amor que es más fuerte que el pecado, la muerte y el diablo.

Por medio de la oración, el ayuno y las obras de caridad, crecemos en nuestra relación con Dios, tratando de superar, a través de la penitencia y el perdón que buscamos, la influencia del pecado habitual que ha dañado nuestra capacidad de entrar en comunión con los demás.

A través de la oración, el ayuno y las obras de caridad, libres de egoísmo, compartimos nuestras bendiciones con los demás en sus necesidades.

Como he dicho anteriormente, la Cuaresma es una invitación a hacer una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas del Evangelio. Y esta revisión se hace en vista de la renovación de las promesas bautismales, que tendrá lugar el domingo de Pascua. Por lo tanto, también es “el tiempo favorable” para que cada católico reciba el sacramento de la penitencia: una buena confesión debe ser una parte de la celebración de la Cuaresma de cada católico. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, el sacramento de la penitencia sigue siendo “el único medio ordinario” para obtener el perdón y la remisión de los pecados graves cometidos después del bautismo.

Estamos llamados a renovar nuestro compromiso con esa búsqueda de la santidad, que debe ser lo que nuestra vida en Cristo signifique para nosotros como cristianos, como católicos. Si buscamos la santidad, como San Juan Pablo II nos ha recordado, entonces “sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial”.

Por medio de la asistencia espiritual de la oración, del ayuno y de nuestras obras de caridad (y el apoyo que damos al ABCD —la Campaña de Caridades y Desarrollo del Arzobispo—  puede ser una expresión moderna de tales obras), es decir, a través de la totalidad de nuestras devociones de Cuaresma, debemos trabajar en la resolución de “esas contradicciones” en nuestra vida que nos desvían de la búsqueda de la santidad.

La Cuaresma es un tiempo de gracia y salvación. Que los sacrificios que hacemos y las mortificaciones que soportamos durante este tiempo santo sean signos de nuestra voluntad de abrazar la verdadera forma de vida que se nos presenta en el Evangelio.

“Conviértete y cree en el Evangelio.”

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