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Homilies | Tuesday, February 09, 2016

La misi�n de la Compa��a de Jes�s es el servicio de la fe

Homilía del Arzobispo Thomas Wenski en Misa en el Instituto Pedro Arrupe de Conciencia y Transformación Social por el 25 aniversario de la muerte del Padre Pedro Arrupe, antiguo Superior de la orden Jesuita. 9 de febrero de 2016. 

Hace 25 años, un 5 de febrero, el Padre Pedro Arrupe entró en la Gloria del Señor. Algunos lo consideran – y no sin razón – como el segundo fundador de la Compañía de Jesús. Durante el tumultuoso periodo de renovación eclesial y cultural que vino después del Concilio Vaticano Segundo, le tocó al Padre Pedro la difícil tarea de guiar a los jesuitas. Sin embargo, la Providencia Divina lo preparó para abrazar esa misión Ad majorem Dei Gloria.

El experimentó el exilio, ya que fué expulsado de España por los republicanos al comienzo de la guerra civil, también estudió un tiempo en los Estados Unidos donde trabajó en el ministerio de las cárceles. Llegó a Japón como misionero, allí pasó los años de la Segunda Guerra Mundial - donde vió desde las afueras de Hiroshima estallarse la primera bomba atómica. Fue así, que conoció, muy de cerca el lado malo del mundo y sin embargo como dijo su sucesor, el Padre Kolvenbach al celebrar el centenario de su nacimiento “Nos enseñó a mirar el lado positivo del mundo”. Es verdad que el Padre Arrupe - como todo testigo profético - fué signo de contradicción incomprendido o mal entendido dentro de la Compañía y fuera de ella.

Jesús, en el evangelio de hoy, es retado por los fariseos y los escribas, y El los refiere a la profecía de Isaías donde el profeta acusa al pueblo de honrar a Dios con sus labios pero sin embargo sus corazones están alejados del amor de Dios. El padre Arrupe hablaba con fluidez siete idiomas pero, a diferencia del ejemplo de los fariseos, el honraba a Dios no tanto con sus palabras sino con sus acciones. 

Cristo nos ha dicho que nosotros, sus discípulos, no debemos de ser del mundo. Pero, sin embargo, El no quiso decir con esto que debemos estar en contra del mundo. Si Cristo murió en la cruz para salvar al mundo, como el cristiano puede estar en su contra? Así, el padre Arrupe siempre pedía al Señor el discernimiento de los signos de los tiempos. Poniendo en práctica la visión del Concilio, Arrupe insistía que no existe verdadera santidad sin amor al prójimo y no existe amor al prójimo sin una verdadera justicia. Es por eso, que para él era tan importante el carisma ignaciano de discernimiento de espíritus para poder discernir - en cada rasgo del mundo -  lo que es de Dios y lo que es del pecado.

Estas palabras del Papa Francisco al convocar el Jubileo de la Misericordia son inspiradas, diría yo, por la dirección que el Padre Arrupe marcó para los jesuitas: “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, ver las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Que nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de nuestra fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y que juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.” (MV 15)

Este fué el camino por el cual el Padre Arrupe quizó llevar a la Compañía – un camino que lo acercó a los problemas y menesteres de nuestro mundo de hoy. La misión de la Compañía de Jesús - según Arrupe - es servicio de la fe, de la cual la promoción de la justicia es una exigencia indispensable. Por eso, para responder a la crisis humanitaria del éxodo de los refugiados de Vietnam, el fundó lo que llamamos el Jesuit Refugee Services – lo cual hoy es una agencia global que está aproximadamente en unos 45 países.

Hoy existe el Instituto Pedro Arrupe para darles a Uds. una formación permanente sobre las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia. Sin embargo, como insistió Arrupe “la nota más específica de toda formación cristiana es la llamada a la conversión. Hablar de la formación permanente es hablar de la conversión continúa  y eso, hoy, en concreto es hablar de la formación para la justicia.”

Cuando evangelizamos no podemos prescindir de promover la justicia. Un evangelio sin la promoción de la justicia sería un evangelio desencarnado y por lo tanto falso y una ilusión. Como el Papa Francisco nos dice, es preciso “recordar la relación que existe entre la  justicia y la misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrollan progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor” y también afirma que “en la Sagradas Escrituras la justicia es concebida esencialmente como un abandono total y confiado a la voluntad de Dios.”

Déjenme terminar con estas palabras del Padre Arrupe, las cuales nos ofrecen unas pautas que podemos seguir durante este Año de la Misericordia y también nos sirven como una meditación sobre el evangelio que acabamos de escuchar.

“Así como no sabremos nunca si amamos a Dios, a no ser que amemos al hombre, así tampoco sabremos si amamos al prójimo si no lo hacemos con un amor que tenga como primer fruto la justicia. Yo me atrevería a decir que el paso más difícil, el que además está menos expuesto a ilusiones, el que en definitiva prueba si nuestra actitud religiosa es verdadera y no falsa, es el paso a la justicia.” 

Como Uds. se pueden dar cuenta, hoy después de 25 años, el ejemplo del Padre Arrupe - como segundo fundador de la Compañía de Jesús sigue vigente para nosotros y nos ayuda a apreciar mejor hacia donde el Papa Bergoglio, que sigue siendo jesuita cien por ciento, quiere llevarnos durante este Año de la Misericordia. 

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