Article Published

Article_Hispanos deben ser protagonistas de la misericordia_S

Homilies | Saturday, September 03, 2016

Hispanos deben ser 'protagonistas de la misericordia'

El Arzobispo Thomas Wenski predica la homilía.

Fotógrafo: COURTESY | Sr. Elizabeth Worley

El Arzobispo Thomas Wenski predica la homilía.

El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilía durante una Misa con representantes de la Región del Sureste de los Estados Unidos, que estaban reunidos en San Agustín para preparar el V Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina. El Encuentro Regional fue organizado por SEPI, el Instituto Pastoral del Sureste, rama educativa de la Oficina Regional de los Obispos Católicos del Sureste de EE.UU. para el Ministerio Hispano. SEPI y la Oficina Regional tienen su sede en Miami.

Monseñor Felipe de Jesús Estévez, Padre (Rafael) Capó y hermanos sacerdotes presentes, líderes del ministerio hispano del sureste, hermanos y hermanas en el Señor:

Hemos llegado todos como peregrinos a esta Iglesia Catedral de San Agustín, invitados por el Papa Francisco a cruzar la puerta santa de la misericordia de Dios. Lo hacemos en esta ciudad de San Agustín, a más de 450 años de la fundación de la primera parroquia en lo que ahora son los Estados Unidos continentales.

Hoy es un día especial para que todos, como peregrinos, podamos contemplar el misterio de la misericordia. El Papa Francisco, en su bula Misericordiae Vultus, la carta de apertura de este Año Santo, nos dice que “la misericordia es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.”

Misericordia: es la palabra que revela el misterio mismo de Dios. Es el acto último y supremo con el que Dios viene a nuestro encuentro. Es el camino que une a Dios y al hombre, porque abre nuestro corazón a la esperanza de ser amados a pesar de nuestros pecados.

En el salmo responsorial hemos repetido esta verdad, mientras se narraba la historia de la revelación de Dios. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia! Así, por la misericordia, las dificultades del Antiguo Testamento y también las nuestras propias, están cargadas de un valor de salvación. La misericordia hace de la historia de Dios con Israel una historia de salvación. Repetir continuamente “Eterna es su misericordia”, como lo hace el salmo, es un llenar nuestra historia del amor y la misericordia de Dios, reconocer que la misericordia es el corazón mismo de nuestra vida e historia. Es decir que no solo en la historia, sino por toda la eternidad, estaremos siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre. Y por esa misericordia divina, Dios nos ha hecho renacer a una vida nueva.

En la primera lectura que escuchamos, san Pedro nos invita a reconocer que por el misterio de la gran misericordia de Dios, nuestra propia historia ha sido transfigurada por el amor de Jesucristo por nosotros. Sabemos que él nos ha amado primero, y por eso podemos amarlo a él, sin haberlo visto, y podemos creer en él sin verlo todavía, alegrándonos, seguros de que por su misericordia llegaremos a la salvación.

La Iglesia tiene la misión de anunciar a todos los pueblos esta misericordia de Dios que es el corazón palpitante del Evangelio, como la llama el Papa Francisco.

Yo acabo de regresar de Colombia, de la celebración del Jubileo de la Misericordia para el Continente Americano. En Bogotá nos reunimos obispos de toda América Latina, de los Estados Unidos y Canadá, junto a sacerdotes y fieles laicos representando a todo el continente en un jubileo celebrativo.

Fue una meditación y experiencia de la misericordia, pasando la Puerta Santa, recibiendo los frutos del Jubileo y contemplando las figuras de los santos americanos que han vivido la misericordia del Señor de una manera ejemplar. Nos adentramos en las obras de misericordia de la Iglesia de una manera concreta. Fue una experiencia hermosa que a nivel continental nos enriqueció enormemente.

Allí, el Papa Francisco, nos envió un mensaje en video, y nos hizo una reflexión a partir de las palabras de la primera carta a Timoteo: “Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo… porque me ha fortalecido… llamándome a su servicio a pesar (de mi pecado). Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe… sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor.”

El Padre Escolapio Rafael Capó, director ejecutivo de la Oficina Regional del Sureste, le da la bienvenida a los participantes en la Misa.

Fotógrafo: COURTESY | Sr. Elizabeth Worley

El Padre Escolapio Rafael Capó, director ejecutivo de la Oficina Regional del Sureste, le da la bienvenida a los participantes en la Misa.

Vista de la Catedral de San Agustín durante la Misa, llena de representantes de ministerios hispanos de todos los estados del sureste de EEUU.

Fotógrafo: COURTESY | Sr. Elizabeth Worley

Vista de la Catedral de San Agustín durante la Misa, llena de representantes de ministerios hispanos de todos los estados del sureste de EEUU.

El Papa nos recordó la importancia de sentirnos amados por Dios, escogidos en su misericordia. Le gustó mucho la frase “fui tratado con misericordia”. Y ese es el misterio del amor de Dios que hemos escuchado también en el Evangelio de hoy: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.” Permanezcan en mi misericordia. Porque hemos sido tratados con misericordia.

Este misterio de misericordia tiene que alcanzar la mente y el corazón de todos. Es el mandamiento de Jesús. El mandamiento del amor. El mandamiento de la misericordia. “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.” Por esto la Iglesia está llamada a encarnar el comportamiento de Jesús, que sale a amar a todos, a encontrar a todos, sin excluir a nadie, con las obras de misericordia.

Durante este jubileo, estamos redescubriendo cómo la Iglesia está comprometida con esas obras de misericordia, en la nueva evangelización, llamada a buscar a todos para hacerles partícipes de la misericordia del Padre. Así lo hicieron los primeros evangelizadores y mártires de la Florida, los santos que han brillado en la historia de los Estados Unidos, como San Junípero Serra y la Madre Cabrini, y también los santos de nuestros días, como san Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta, que será canonizada mañana por el Papa Francisco, dentro del contexto del Jubileo de la Misericordia. Ellos encarnaron las obras de misericordia y nos llaman a nosotros a continuar ese mismo camino.

El pueblo hispano, en la Iglesia Católica de los Estados Unidos, tiene por lo tanto que abrazar también esa llamada a la evangelización, a ser protagonistas de la misericordia. Ahora que los obispos de los Estados Unidos les convocamos al Quinto Encuentro Nacional Hispano de Pastoral, ustedes, hermanos y hermanas, pueblo hispano, tienen que encarnar en sus vidas el lema de este Quinto Encuentro: Ustedes son discípulos misioneros del amor de Dios, testigos de su misericordia. Así, tienen que estudiar, reflexionar, encarnar y vivir esta llamada a ser misioneros de la misericordia. Tienen que recibir este envío misionero con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral.

La respuesta del pueblo hispano será determinante para la Iglesia en los Estados Unidos, será importante para la credibilidad de su anuncio del Evangelio. Ustedes tienen que vivir y testimoniar en primera persona la misericordia, porque ustedes también han sido amados por el Señor, han sido tratados con su misericordia.

Como “discípulos misioneros, testigos del amor de Dios”, tienen que hacer que su lenguaje, sus palabras, sus gestos, su acción pastoral, transmitan misericordia para penetrar en el corazón de las personas, para motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre misericordioso.

Hermanos y hermanas, ustedes saben que la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. De este amor, de esa misericordia, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los demás. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en nuestras comunidades y movimientos, en dondequiera que esté la Iglesia, el mundo tiene que encontrar un oasis de misericordia.

Un oasis de misericordia en el que nos atrevamos a romper el molde del egoísmo y los lazos de la ambición. Un oasis de misericordia en el que construyamos un amor más profundo, un amor como el de Dios. Un oasis de misericordia en el que alegremos la vida de quien sufre, llevando la buena noticia del evangelio.

Como discípulos misioneros, testigos del amor de Dios, descubriremos que la alegría, la verdadera alegría, es la que viene de una vida entregada sirviendo y entregándose por los demás, una vida que es reflejo de la misericordia de Dios.

Ojalá que también cada uno de nosotros, peregrinos de este Jubileo de la misericordia, podamos regresar a nuestras diócesis, a nuestras comunidades, a nuestras familias, llenos de alegría, habiendo redescubierto que también nosotros fuimos tratados con misericordia, que también nosotros podemos cantar que “es eterna su misericordia”. Y que podamos convertirnos, así, en misioneros de esa misericordia, especialmente para con los que más la necesitan.

 

Powered by Parish Mate | E-system

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply