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Feature News | Friday, April 17, 2015

Escalofriantes historias, poderosas herramientas

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MIAMI | “Tenía miedo de decírselo a mis padres”, dijo un niño. “Traté de salir de la camioneta, pero no me dejó”, dijo una niña. “Me hizo cosas que no debía haber hecho”.

Éstas y otras historias reales contadas por las víctimas de abusos son la razón por la que Jan Rayburn comparte el trabajo de liderar la capacitación de Virtus con otros 73 facilitadores.

Fotógrafo:

“Emocionalmente, es agotador”, dijo Rayburn, coordinadora del Programa de Ambiente Seguro de la Arquidiócesis. “He visto los videos cientos de veces y todavía me afectan”.  

Las víctimas que aparecen en pantalla son actores, no obstante, las víctimas reales los guían en el estudio.

“Podríamos haber utilizado [a las víctimas], pero, eso sería volverlas a hacer víctimas”, dijo Rayburn. “Pero todos los demás fueron ellos mismos, incluyendo a los depredadores”.

Y los depredadores suelen camuflarse, de acuerdo con el video y el libro de trabajo que lo acompaña. Contrariamente a las creencias populares, los depredadores no son por lo general extraños que puedan ser detectables.

En nueve de cada 10 casos, son personas que la víctima conocía y en las que confiaba, dijo Rayburn: en la mayoría de los casos un miembro de la familia, como un tío, un padre o padrastro/madrastra, o un amigo de la familia, un entrenador, un maestro, un consejero de campamento, o incluso otro niño.

Los videos de Virtus han cambiado con los años, y los presentadores, como Rayburn, han ganado experiencia. Antes el programa mostraba a un depredador como un “tipo raro en un parque infantil”, dijo.

“Ahora lo mostramos como alguien que podría ser un amigo o un vecino”.

Un abusador dice que tuvo contacto con niños como entrenador de softbol, como dueño de una pista de patinaje, incluso, vistiéndose como Santa Claus. Estos métodos le permitieron abusar de unos 500 menores, según sus cálculos.

Otra idea falsa es que los niños generalmente mienten sobre el abuso sexual. En el uno por ciento de los casos en que se descubre que los niños han mentido, se trata, por lo general, de niños mayores, dijo Rayburn. “Los niños pequeños no pueden mentir sobre eso porque no lo entienden”, dijo.

“Entonces, cuando dicen que fueron abusados, el 99 por ciento de las veces están diciendo la verdad”.

El segundo video presentó cinco pasos para impedir a los abusadores el contacto con los niños y para identificar sus métodos.

Una de esas medidas fue entender cómo actúan los depredadores: se ganan la confianza de los padres como un amigo más de la familia, incluso, encantan a toda la comunidad con su carisma. La preparación es frecuentemente reforzada con conversaciones e imágenes por internet.

Un segundo paso es la prevención: investigar a todos —al personal y a los voluntarios— los que pueden tener contacto con los niños: las solicitudes de trabajo escritas, la verificación de antecedentes penales, las entrevistas cara a cara, la verificación de referencias, incluso las huellas digitales. La Arquidiócesis exige las huellas digitales de sus 9,000 empleados y miembros del clero cada cinco años, y de entre 10,000 y 12,000 voluntarios cada año, según explica Mary Ross Agosta, directora arquidiocesana del Programa de Ambiente Seguro.

El tercer paso consiste en el monitoreo de todos los ministerios y programas —cerrando las habitaciones que no se utilizan, controlando quien tiene las llaves, instalando filtros de internet, asegurándose de que los adultos no se queden a solas con ningún niño, desarrollando reglas para que los adultos firmen al dejar y al recoger a los niños.

Cuarto paso: estar alerta acerca del comportamiento de un menor: si se vuelve demasiado tranquilo o demasiado agresivo, si se baña excesivamente o descuida su higiene personal. Los recursos en estos casos incluyen “la tolerancia, escuchar sin prejuicios” y la enseñanza exacta de los términos científicos para nombrar las partes del cuerpo.

Por último, reportar cualquier sospecha que se tenga. Si usted cree que un niño es o ha sido víctima de abuso, primero llame a las autoridades o a la línea de ayuda directa de La Florida (1-800-962- 2873), después llame a la línea directa arquidiocesana de abuso (1-866-802- 2873). Y en casos de peligro inmediato, llame al 911.

“Preste atención a sus presentimientos, si algo no le parece correcto”, dijo Rayburn.
Ella admitió que hablar es el paso más difícil. Pero agregó que no es sólo hacer lo correcto —es la ley.

“En la Florida cada adulto es un informante obligatorio”, dijo. “Usted debe reportarlo a las autoridades”.


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