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Columns | Friday, July 24, 2015

Aceptaci�n personal: Una mirada hacia adentro

La aceptación personal es un estilo de vida, es una conducta interna que se adhiere a la benevolencia del ser en los momentos de inestabilidad y desasosiego personal.

Es una pasión integrada al espíritu para poder enfrentar y superar los contratiempos de la existencia que nos han causado estragos y tensiones, y que luego resultan fatídicos por la enfermedad del cuerpo y el espíritu para toda la vida.

Aceptarse uno mismo conlleva una aprobación consciente por parte nuestra, ya que, a través del tiempo, vamos incorporando una serie de desalientos, tristezas, agresiones, rechazos y soledades —entre otras cosas—, cuyas oleadas negativas hacen que comencemos a desvalorizar quienes realmente somos.

Y les voy a dar este ejemplo del bosque para que entiendan que Dios proporciona a cada ser viviente, a cada animal, a cada flor que respira en la tierra, obsequios inigualables de increíble perfección.

¿Alguna vez has visto el sol filtrarse entre las ramas como rayos gloriosos de la Anunciación?

¿Acaso te has puesto a pensar cómo te sentirías en medio de un inmenso bosque al ver la perfección decorar los más intrincados follajes: las flores silvestres, el musgo cubriendo la tierra, las hojas de los árboles alfombrando la superficie mullida del suelo? Pues bien, eso es a lo que yo le llamo aceptación.

Hemos aceptado, pues, en este momento, algo que no se puede transformar: el bosque.

El bosque es admirable y no pretende ser lluvia ni fuego, ni intenta ser mar o río, sino que se destaca tal como es: un bosque. Nadie lo puede cambiar.  Así mismo sucede con el ser humano.

Aceptamos las cosas naturales de la vida, pero ¿por qué no podemos aceptarnos a nosotros mismos de la forma que somos, de la manera que hemos nacido sin preocuparnos si le hemos de gustar a la gente, o inquietarnos porque no somos de la manera que otros quisieran que fuésemos?

Si nos detenemos a traicionar nuestra propia virtud de ser quienes somos, o si favoreciéramos a otros con nuestra conducta para estabilizar una relación o abandonar nuestros propios pensamientos, estaríamos desmintiendo la integridad y plenitud que nos pertenece al ser sinceros con nosotros mismos.

Si nos paramos delante de un espejo debemos de estar satisfechos con la imagen que nos devuelve la luna. La magnificencia propia no se aprecia de afuera hacia adentro, sino todo lo contrario. Amarnos desde adentro, significa aceptarnos desde adentro, desde la semilla, desde el nacimiento del ser, desde la verdadera independencia que es saber hasta dónde podemos llegar portando el equipaje forzoso que tenemos que sobrellevar, a través de la rectitud de Dios y nuestros propios deseos de llegar a un acuerdo con el alma, la mente y el espíritu.

Dice la Palabra en 1 Corintios 2:14-15: “El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente. Pero aquel que tiene el Espíritu puede juzgar todas las cosas, y nadie lo puede juzgar a él”.

Una mirada hacia adentro es lo que se necesita para aceptar lo que nos destina Dios, para aceptar lo que no se puede modificar, lo que no tiene solución, y lo que se puede enmendar a través de la razón y el buen sentido de vida y el conocimiento fundamental del bien y el mal.

Una mirada hacia adentro puede salvar el pensamiento por medio de la oración y el discernimiento espiritual que es la vía plena, la esencia de cada uno de nosotros.


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