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C�mo promover la libertad religiosa


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La Quincena por la Libertad, que hemos celebrado cada año a fines de junio y principios de julio, ha sido recién reconfigurada. A partir de este año, la Semana de la Libertad Religiosa se llevará a cabo cada año del 22 al 29 de junio. El evento es un poco más corto, pero no menos importante. El tema de este año es Servir a los Demás en el Amor de Dios.

Con nuestra demanda ante la Corte Suprema sobre el Mandato Anticonceptivo del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), las Hermanitas de los Pobres hemos estado en el centro de este debate. Siempre sospeché que en la raíz de las controversias de los últimos años sobre libertad religiosa hay una inherente desconfianza, o incluso una falta de respeto, por las creencias religiosas tradicionales.

Confirmé mi sospecha con la decisión reciente de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso de un pastelero de Colorado que se negó a preparar un pastel para la boda de dos hombres homosexuales. El pastelero se impuso ante el Tribunal Supremo porque los jueces consideraron que el tratamiento de su caso por parte del estado demostró “elementos de una hostilidad clara e inadmisible hacia las creencias religiosas genuinas que motivan su objeción”.

La opinión de la mayoría de la Corte pidió la resolución de tales casos con tolerancia y el debido respeto a las creencias religiosas genuinas, pero también indicó que esto debe hacerse sin someter a los homosexuales a la humillación pública.

Los jueces del Tribunal Supremo actuaron correctamente; en una sociedad pluralista como la nuestra, todas las partes deben ser tratadas con respeto y dignidad. Parece tan sencillo. A veces me pregunto: “¿Por qué no podemos llevarnos bien unos con otros?”

¿Por qué la libertad religiosa es tan frágil en estos tiempos? Me parece que se debe a la hostilidad hacia las creencias religiosas genuinas que se esconden bajo la superficie de gran parte de nuestro debate público. Pero esta no es la primera generación en la historia de nuestro país donde la religión o credos específicos se han menospreciado.

Mi congregación religiosa, las Hermanitas de los Pobres, celebra este año el 150° aniversario de nuestra llegada a los Estados Unidos. En los años previos a la llegada de nuestras Hermanas a los Estados Unidos, nuestro país había atravesado una ola violenta de retórica antiinmigrante y anticatólica. El partido “Know Nothing” causó un frenesí de revueltas que condujeron a la violencia colectiva, el incendio de propiedades católicas, incluido un convento en Charlestown, Massachusetts, y el asesinato de católicos. Los argumentos de que los católicos estaban destruyendo la cultura de los Estados Unidos fomentaron dicha violencia.

La influencia de los “Know-Nothings” finalmente se debilitó debido a la Guerra Civil y el difícil período de la Reconstrucción, probablemente el peor tiempo en la historia de nuestra nación. En este ambiente, siete Hermanitas de los Pobres, ninguna de las cuales hablaba inglés, se establecieron en Brooklyn, Nueva York, el 13 de septiembre de 1868.

Increíblemente, a pesar de sus extraños mantos negros y costumbres foráneas, nuestras Hermanitas nunca enfrentaron discriminación. Al contrario: fueron acogidas y apoyadas tanto por católicos como no católicos. Un extracto de una carta escrita a los superiores en Francia por un sacerdote que les estaba ayudando, da testimonio de ello: “El pueblo pareció encantado de ver que las Hermanitas de los Pobres estaban dispuestas a trabajar por los pobres; que no piden ninguna dotación; que desean confiar en la Providencia y en la generosidad del público”.

Varios años después, uno de los periódicos seculares más populares del país publicó un artículo sobre las Hermanitas que incluía este endoso: “Esta organización benéfica tiene derecho a recibir el apoyo sincero de un público benévolo. Solicita la ayuda más sencilla y garantiza el mayor bien. La Orden está fundada en un sentimiento muy amplio, y las ministraciones de las Petites Soeurs (Hermanitas) invierten sus vidas con una belleza que sólo puede surgir de una devoción inquebrantable a un deber cristiano”.

En cuatro años, la Congregación había establecido 13 hogares para ancianos, y ese fue solo el comienzo. ¿Cuál fue el secreto de su éxito? El arzobispo de Baltimore, Martin Spalding, dio en el clavo: “Las Hermanitas de los Pobres están llamadas a hacer un gran bien en Estados Unidos no sólo entre los pobres, sino también entre los ricos porque las palabras ya no son suficientes; se necesitan las obras”.

Nuestras primeras Hermanitas en los Estados Unidos abrieron corazones y puertas, no con palabras, sino a través del testimonio elocuente de sus obras de caridad. Nuestras Hermanas han marcado una diferencia duradera en los Estados Unidos al Servir a los Demás en el Amor de Dios, y creo que así es como nosotros también podemos marcar la diferencia. Así es como vamos a cerrar la brecha que hoy existe entre las personas de fe y nuestra sociedad secularizada. Nuestros actos de amor son los que van a superar la evidente hostilidad hacia las creencias religiosas genuinas que amenaza la paz y la unidad en nuestra sociedad pluralista.

Por lo tanto, ¡manos a la obra para Servir a los Demás en el Amor a Dios!

Comments from readers

james - 06/25/2018 11:27 AM
Dear Sr. Constance Veit and faithful, Thank you for this special kind writing of yours. Let us pray for a continued increase for love in our "Society". In Unity, Blessings,

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