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Al pensar en voz alta sobre el regreso a la "normalidad dominical", un párroco veterano recientemente me comentó que pensaba que, por cada mes de encierro/cuarentena/refugio-en-casa, tomaría un año para que la asistencia a la misa volviera a lo que era en febrero de 2020. Le respondí que yo esperaba que el hambre de la gente por la Eucaristía le hiciera regresar más rápido una vez se llegara a la conclusión de que hacerlo era razonablemente seguro para ellos y para los demás. Pero ya sea que la "normalidad dominical" regrese este año o el próximo, la "normalidad dominical" de febrero de 2020 no es algo con lo que debamos conformarnos con facilidad. Porque la "normalidad dominical" no debería existir. Este tiempo prolongado de ayuno eucarístico puede ser un momento providencial para hacer algo al respecto.

¿Por qué la "normalidad dominical" pre-pandémica no debe ser la norma a la que deberíamos aspirar? Porque muy pocos católicos toman la Eucaristía dominical con seriedad suficiente para participar en ella cada semana. Y porque muy pocos católicos entienden lo que es la Eucaristía.  

Una máxima que se aplica más allá de la política es que "nunca se debe desaprovechar una buena crisis". Al aplicarla a la Iglesia, sugiere que este intermedio es un momento privilegiado para re-catequizar (o en algunos casos, catequizar) a la Iglesia en los Estados Unidos sobre el significado pleno, extraordinario y sobrenatural de la Eucaristía. Si los obispos y párrocos dirigen su atención homilética a esto durante las próximas semanas y meses, reforzando lo que dicen desde el púlpito con materiales catequísticos enviados por correo electrónico a quienes están en la iglesia y a quienes participan a través de la transmisión en vivo, la crisis puede transformarse en oportunidad, de tal manera que la nueva "normalidad dominical" sea mejor que la antigua.

Una manera apropiada de hacer que una diócesis o una parroquia preste atención a este tema es citando un maravilloso pasaje de una carta de 1955 escrita por Flannery O'Connor, en la que describe una cena en Nueva York donde la joven aspirante a escritora fue presentada a la ya exitosa autora Mary McCarthy:

"En una ocasión... unos amigos me llevaron a cenar con Mary McCarthy y su esposo, el Sr. Broadwater. ... Ella se fue de la Iglesia a la edad de 15 años y es una Gran Intelectual. Fuimos a las ocho y a la una, yo no había abierto la boca ni una sola vez, pues no había nada que decir en tal compañía. ... Bueno, en la mañana la conversación se centró en la Eucaristía, que yo, al ser la católica, obviamente debía defender. La Sra. Broadwater dijo que cuando era una niña y recibió la Hostia, pensó en ella como el Espíritu Santo, siendo Él la persona 'más transferible' de la Trinidad, y ahora pensaba en ella como un símbolo, e insinuó que era bastante bueno. Entonces dije, con voz muy temblorosa: ‘Bueno, si es un símbolo, al diablo con él’. Esa fue toda la defensa de la que fui capaz, pero ahora me doy cuenta de que esto es todo lo que puedo decir al respecto, excepto que para mí es el centro de la existencia; todo el resto de la vida es prescindible".

¿Cuántos católicos hoy podrían hacer una declaración tan dramática de que la Eucaristía es lo que el Señor Jesús dijo que es, su propio cuerpo y sangre, a través del cual entramos en comunión con la Segunda Persona de la Trinidad? ¿Cuántos católicos se estremecerían por lo que un evangélico protestante le dijo una vez a un amigo católico: "Si realmente creyera, como dices, que el mismo Cristo está en ese sagrario, me arrastraría por la nave central en mis manos y rodillas"? ¿Cuántos católicos podrían explicarle a ese hermano evangélico que, aunque la Eucaristía es en realidad lo que Cristo dijo de ella, y creerlo es llenarse de asombro, el Señor Jesús también nos invita en la misa a una intimidad personal con Él en la que el asombro se transforma en amor? 

La teología católica moderna ha hecho un trabajo importante sobre el significado de los símbolos, que no son sólo signos que transmiten un mensaje ("Detén ese auto aquí".). Más bien, los símbolos son realidades más complejas que, de varias maneras, encarnan lo que comunican, como un anillo de bodas o una bandera nacional. Sin embargo, la simplificación de la teología de los símbolos ha llevado a la desafortunada situación de que quizás una mayoría de los católicos no cree que la Eucaristía es lo que el Señor Jesús dijo que nos entregaba: a Sí mismo, plenamente y sin ambigüedades.   

Si creyeran en eso, los católicos asistirían en multitudes a la misa dominical. Enseñar la verdad de la Eucaristía es, por lo tanto, una tarea para este momento, al convertir el tiempo de la plaga en un tiempo de fe renovada en la maravilla de lo que se nos ofrece en la santa comunión.

Comments from readers

Ana McMillian - 09/14/2020 02:22 PM
I am glad you are speaking about the Eucharist. I missed not receiving it. I longed to receive the Eucharist. It reminded me when I lived in a small town in Cuba.We did not have a priest and had to wait until a priest could come to celebrate Mass. Since this crisis my prayer has changed. Now I ask Jesus to increase my faith in His real presence. He is alive, strong, full of mercy and love. Jesus, I trust in You!
Valli Leone - 09/14/2020 10:29 AM
For my flesh is true food, and my blood is true drink. John 6:55 This is the verse of Scripture for me that continues to clinch the centrality of our amazing Catholic faith. If ever we take any word of scripture literally, we should take this one. Jesus never lies. Jesus never fails! ✝️⚓️💜 Thanks for this article and for your bold and brilliant writing.

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