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Homilies | Saturday, June 23, 2018

San Juan Bautista nos recuerda: debemos ser testigos del mensaje de salvación

El Arzobispo Thomas G. Wenski predicó esta homilía durante una Misa celebrada el 23 de junio de 2018, junto a la Soberana Orden de Malta, en la Vigilia de la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista y aniversario XXI de su nombramiento episcopal.

Queridos hermanos y hermanas; damas y caballeros de la Soberana Orden de Malta.

Nos reunimos para celebrar el banquete de la fe y de la esperanza en el que Cristo actualiza en medio de nosotros su sacrificio redentor. Una vez más el Señor nos reúne como pueblo de la Nueva Alianza, nos alimenta con su Palabra, con su Cuerpo y Sangre, y nos envía a ser testigos de su mensaje de salvación. Y hoy la Iglesia se alegra por el nacimiento de San Juan Bautista, precursor del Mesías y elegido desde el vientre de su madre para mostrarlo a los hombres: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”(Jn. 1, 29). Como bien diría Jesús acerca de él: “Profeta, y más que un profeta (…) el más grande de los nacidos de mujer”(Lc. 7, 26-28).

La figura de Juan hoy nos recuerda la vocación a la que hemos sido llamados, como testigos valientes de la Palabra y mensajeros creíbles del amor del Dios. Una misión que recibimos en el Bautismo y que nos impulsa a anunciar, en los desiertos existenciales de nuestro tiempo, el reinado de la vida, del amor y la justicia. También a denunciar cuanto atenta contra el plan de Dios y contra la dignidad de su creatura, hecha a su imagen. Un compromiso de fidelidad que llevó a Juan al martirio y que en ocasiones, en nuestra propia sociedad, provoca incomprensión y rechazo a quien defiende los valores cristianos.

El Evangelio que ha sido proclamado narra la elección divina de Juan desde el vientre materno y los hechos prodigiosos que rodearon su nacimiento. Una forma de resaltar la singularidad de aquel niño y su papel dentro del plan de salvación como lo indica su propio nombre, Juan, que significa “Dios es misericordioso”. Con la certeza de venir al mundo para realizar una misión de parte de Dios, el nombre que se daba a un recién nacido anunciaba ya la tarea que El quería encomendarle. Y aunque es probable que nuestros nombres no estén relacionados con la vocación precisa a la que el Señor nos llama, será siempre nuestra responsabilidad buscar y encontrar, dentro de la llamada universal a la santidad que todos recibimos, esa vocación especifica que el Señor quiere confiarnos en nuestra vida. Una misión tan personal que nadie podrá realizar en lugar nuestro, y que sólo con la ayuda del Espíritu Santo podremos llevar fielmente a término, a ejemplo del Bautista.

Precisamente un día como hoy, fiesta en honor de San Juan Bautista, recibí del Papa San Juan Pablo II, de feliz memoria, el encargo de ser sucesor de los apóstoles. Una llamada del Señor que acepté con la confianza puesta en su misericordia y a la que he tratado de responder con fidelidad, y con la ayuda del Espíritu, queriendo hacer realidad el lema que un día escogí como motivación de mi servicio pastoral: “Omnia omnibus”, o lo que es igual, “Ser todo para todos”. Es pues para mi un motivo de alegría compartir con ustedes mi acción de gracias por la llamada a la fe, al sacerdocio y de manera particular, al ministerio episcopal, con la singular tarea de enseñar, santificar y guiar al pueblo de Dios a mi confiado.

También ustedes, miembros de la Orden de Malta, celebran hoy a San Juan Bautista como su santo patrono. Guiados por su ejemplo, esfuércense en ser fieles a su vocación, en la defensa de la fe católica y en la práctica de la caridad cristiana. Ha sido esa la misión de la Orden desde su fundación, y hoy se sigue haciendo realidad en las 120 naciones donde dirige y patrocina proyectos sociales, asistenciales y humanitarios.

Como parte de ese servicio a los más necesitados, la Asociación Cubana de la Orden de Malta sostiene proyectos de ayuda en nuestra comunidad y en algunos países del Caribe y Centroamérica. Hoy quisiera resaltar de manera particular una obra, que a pesar de muchas dificultades ha logrado afianzarse en Cuba. Se trata de la extensa red de Comedores Populares, más de 60, que con generoso esfuerzo y el apoyo de voluntarios han podido establecerse en diferentes diócesis de la Isla. Porque, en palabras del Papa Francisco, “el amor de Dios no conoce limites ni fronteras”(Celebración penitencial, 9 de marzo de 2018). Se trata de una labor, entre otras, grandemente valorada por la Iglesia cubana, pero de manera muy especial por esos miles de personas de la tercera edad que cada día reciben un almuerzo y el testimonio de la caridad cristiana.

Aprovecho entonces la ocasión para felicitarles por la labor que realizan y les animo a continuar respondiendo a la vocación a la que han sido llamados. Que el ejemplo de San Juan Bautista y la intercesión de la Santísima Virgen María, les ayude a seguir proclamando, a tiempo y a destiempo, el amor y la misericordia de Dios en medio del mundo. Así sea.

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