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Homilies | Saturday, June 12, 2021

Un camino de entrega incondicional al Señor

Homilía del Arzobispo Wenski en la profesión de votos solemnes de una Madre Carmelita

El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilía durante la profesión de votos solemnes de la Madre Belkis María de Jesús Resucitado en el monasterio de las Carmelitas Descalzas, al lado de la iglesia Immaculate Conception en Hialeah. La ceremonia tuvo lugar el 12 de junio de 2021.

Queridas Hermanas Carmelitas;

Qué bendición compartir con ustedes la Eucaristía en el día en que celebramos al Inmaculado Corazón de María, modelo de amor, entrega y obediencia a la voluntad de Dios. Y con el gozo espiritual que nos produce esta fiesta, también nos alegramos con nuestra hermana Belkis María de Jesús Resucitado en el día en que profesa sus votos solemnes y se compromete con el Señor para siempre, a través de los votos de pobreza, obediencia y castidad. Se trata de un paso definitivo después de un largo camino de formación en el que, a través de la oración y el trabajo, del estudio y la convivencia fraterna, ha podido ir adentrándose cada vez más en las fuentes de la espiritualidad carmelitana.

El Arzobispo Thomas Wenski se retrata con dos de las Carmelitas Descalzas que viven en el Monasterio de la Santísima Trinidad en Hialeah. La Madre Teresa Lucía del Sagrado Corazón, a la derecha, y la Madre Belkis María de Jesús Resucitado que profesó sus votos solemnes durante la Misa que celebró el Arzobispo el 12 de junio de 2021.

Fotógrafo: Via Instagram @thomaswenski

El Arzobispo Thomas Wenski se retrata con dos de las Carmelitas Descalzas que viven en el Monasterio de la Santísima Trinidad en Hialeah. La Madre Teresa Lucía del Sagrado Corazón, a la derecha, y la Madre Belkis María de Jesús Resucitado que profesó sus votos solemnes durante la Misa que celebró el Arzobispo el 12 de junio de 2021.

Un camino de entrega incondicional al Señor que dio inicio años atrás junto a las Madres Carmelitas de La Habana, y en medio de los retos propios del seguimiento de Cristo en medio de una sociedad marcada por el marxismo y el ateísmo. Retos y desafíos que todo consagrado ha de asumir en cualquier sociedad y circunstancia, si verdaderamente quiere configurar su vida con Cristo, asumiendo con fe que los valores del Reino de Dios, significados en los consejos evangélicos, estarán siempre en contradicción con las maneras de pensar y de vivir de un mundo que exalta el materialismo y el egoísmo insolidarios. De ahí el carácter profético y testimonial de los votos que nuestra hermana Belkis María aceptará profesar en este día, con el apoyo de sus hermanas de comunidad, de toda la orden carmelitana, y unida espiritualmente con toda la Iglesia.

Mis hermanas en Cristo, como Santa Teresa de Ávila en su tiempo, también ustedes se esfuerzan cada día por vivir su consagración desde el silencio de la clausura, en la escucha de la voluntad de Dios y la búsqueda en la contemplación de esa fuente inagotable de agua viva, capaz de saciar nuestra sed de felicidad verdadera. Concientes de esa presencia de Dios en sus vidas, ustedes saben también estar en sintonía con los problemas y desafíos de nuestra Iglesia y del mundo, porque, en palabras de Santa Teresita del Niño Jesús, la vocación a la que han sido llamadas en el corazón de la Iglesia, es el Amor mismo. Un Amor que nos invita continuamente a vaciarnos de nosotros mismos para poder llenarnos de su presencia, y como María poder exclamar cada día: “Hágase en mi según tu Palabra” (Lc 1, 26-38).

Hoy la Iglesia celebra a María, exalta sus virtudes, y nos recuerda ese amor incondicional por su Hijo, y por todos nosotros, del que es preclaro símbolo su Inmaculado Corazón. Ella, Madre y modelo del Carmelo desde sus inicios, fuente de inspiración y ejemplo de fe para las Carmelitas Descalzas, nos recuerda a todos la necesidad del silencio en la escucha de Dios, la prontitud para responder a su llamada, la disponibilidad para dejarlo todo y seguirle, y la generosidad para ponernos en camino en servicio a los otros.

La fiesta que hoy celebramos nos presenta el corazón de la Madre de Dios, ardiente en la llama del amor vivo por amor nuestro y transido de dolor, como anunció el anciano Simeón. Es el corazón que guardaba todas “esas cosas”, gozos y tristezas, y las meditaba. La alegría en la adoración de los pastores (Lc 2, 41-52), o la incertidumbre por su hijo, como nos recuerda el Evangelio de hoy (Lc 2, 19). Las angustias por la vida de Jesús en medio de los peligros que entrañaba su misión, y el contemplarlo agonizante en el madero de la cruz. María conservaba y meditaba todas esas cosas en su corazón, de la misma manera que atesora nuestros gozos, sufrimientos y esperanzas de cada día. Es Madre de Dios y madre nuestra; es Madre de la Iglesia.

Pidamos al Señor que por la amorosa intercesión de su Santísima Madre, la Virgen Maria, nuestra hermana Belkis María de Jesús Resucitado pueda vivir conforme a la vocación a la que hoy se consagra. Que junto a Santa Teresa de Ávila pueda decir sin temor hoy y siempre: "Vuestra soy, para vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mi?". Amen.

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