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Feature News | Monday, August 12, 2019

El racismo es un pecado

Obispos estadounidenses exigen acción ante la violencia armada que somete al país

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MIAMI | Durante su asamblea general de otoño en noviembre de 2018, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) emitió la carta pastoral “Abramos Nuestros Corazones: El Incesante Llamado al Amor”.

Esta carta pastoral es una declaración formal contra el racismo, y fue publicada al cumplirse casi 40 años de que la Conferencia emitiera la declaración “Nuestros Hermanos y Hermanas: La Carta Pastoral Sobre el Racismo en Nuestros Días”. En aquel documento, los obispos declaraban que el racismo es “un pecado que divide a la familia humana, borra la imagen de Dios entre miembros específicos de esa familia y viola la dignidad humana fundamental de aquellos llamados a ser hijos del mismo Padre”.

Cuatro décadas más tarde, los obispos vuelven a denunciar categóricamente el racismo, al que comparan con una infección.

“Los actos racistas son pecaminosos porque violan la justicia”, expresan los pastores católicos en su documento. “Revelan que no se reconoce la dignidad humana de las personas ofendidas, que no se las reconoce como el prójimo al que Cristo nos llama a amar”.

El 2 de agosto, los obispos católicos unieron sus voces a la del Arzobispo William Lori, de Baltimore, Maryland, quien respondió a unos mensajes en los que el presidente Donald J. Trump caracterizaba a un distrito de la ciudad representado por el demócrata Elijah Cummings como un “desastre infestado de ratas y roedores”.

“Al igual que el Arzobispo Lori, nos entristeció profundamente la denigración de la ciudad de Baltimore en el reciente discurso público, especialmente dada la reciente participación del Obispo [de la diócesis de Houma-Thibodaux, en Louisiana, Shelton J.] Fabre en una sesión de escucha muy poderosa y fructífera en esa ciudad sobre el tema del racismo. El diálogo constructivo requiere, ante todo, el respeto mutuo y el reconocimiento de que cada persona comparte la misma dignidad humana inalienable, independientemente de su raza u origen nacional”, dice el comunicado.

Días más tarde, cuando el dolor de las tragedias en El Paso y Dayton arropó la nación, el Arzobispo Gustavo García Siller, de San Antonio, Texas, manifestó a través de la página de Facebook de la Arquidiócesis de San Antonio, que “moralmente nadie tiene derecho a hacer declaraciones racistas... Existe creciente temor y hostigamiento, y en ocasiones el discurso público, en Estados Unidos, utiliza una retórica que instiga al miedo y al resentimiento contra los extranjeros, los inmigrantes y los refugiados”.

Desde la diócesis de Sacramento, California, el Obispo Jaime Soto emitió una declaración en la que expresó que “los recientes ataques sin sentido contra las comunidades de Gilroy, California; El Paso, Texas; y Dayton Ohio han extendido una triste letanía de violencia odiosa... No podemos permitir que estos hechos dementes envenenen nuestros espíritus o paralicen nuestra determinación de construir comunidades fuertes arraigadas en la sabiduría y la misericordia de Jesús”.

El Obispo Soto describió la rápida sucesión de estos incidentes como “repugnante y desgarradora”, y exhortó al pueblo de Dios a no ser indiferente ni a resignarse.“El impacto violento de estos tiroteos no debería hacernos cuestionar nuestro propio poder para marcar la diferencia por nuestras familias, vecinos y amigos”.

El Obispo Nelson J. Pérez, de la diócesis de Cleveland, Ohio, expresó que “una y otra vez estamos aturdidos por esta violencia impensable y la pérdida de vidas”. Unió su voz a las del Cardenal Daniel DiNardo, Presidente de la USCCB, y del Obispo Frank Dewane, Presidente del Comité de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano de la USCCB, quienes tuvieron que emitir tres comunicados en un período de siete días tras cada una de las matanzas. En ellos alzaban sus voces contra “la plaga de la violencia armada” que continúa sin control y se extiende por todo el país.

“La Iglesia debe actuar de manera que sane y apoye a todos los afectados por la violencia armada. Es inquietante que nuestra sociedad parezca permitir que algunos se sientan cómodos al ser violentos”, había expresado el Obispo Dewane a raíz de la matanza en Gilroy, y en su carácter de Presidente del Comité de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano de la USCCB.

“Nuestros legisladores deben hacer cambios a nuestra política de armas para evitar la pérdida de vidas. Como estadounidenses, debemos ser honestos con nosotros mismos de que tenemos una enfermedad, casi una plaga, con el problema de la violencia armada”, lee la declaración tras la desgracia en El Paso. “Como cristianos, debemos mirar a la cruz, arrepentidos de las formas que nos han llevado a este punto y, con la gracia de Dios, abandonar tales actos inhumanos y sin sentido. Resolvamos hacer los sacrificios necesarios para poner fin a los asesinatos violentos que saturan a nuestra nación”.

“Algo continúa fundamentalmente mal en nuestra sociedad cuando los lugares donde las personas se congregan para participar en las actividades cotidianas de la vida pueden, sin previo aviso, convertirse en escenas de violencia y desprecio por la vida humana,” expresa la declaración ante la tragedia en El Paso.

Tras conocer sobre la tercera matanza, esta vez en Dayton, declararon con firmeza que “las vidas perdidas este fin de semana nos confrontan con una terrible verdad: nunca más podremos creer que los tiroteos masivos son una excepción aislada. Son una epidemia contra la vida que debemos enfrentar con justicia”.

Los líderes religiosos alentaron a los católicos a orar y sacrificarse por la sanación y el fin a los tiroteos, y les exhortaron a que también expresaran sus voces por los cambios necesarios en la política y la cultura nacional.

“Durante mucho tiempo, la Conferencia ha abogado por leyes responsables de armas y mayores recursos para abordar las causas profundas de la violencia. También pedimos al Presidente y al Congreso que dejen de lado los intereses políticos y encuentren formas de proteger mejor la vida inocente”.

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