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Homilies | Sunday, November 04, 2018

Inseparable: Amor a Dios y amor al pr�jimo

Homilía predicada por el Arzobispo Thomas G. Wenski en la instalación como párroco del P. Lazarus Govin en la parroquia Santa Martha. Domingo 4 de noviembre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas,

Nos hemos reunido en torno al altar del Señor en esta querida parroquia para la celebración de la Santa Misa, y en esta ocasión tan especial en que será instalado como nuevo párroco el P. Lazarus Govin. Demos gracias en este día por el don de su vocación, y démosle gracias al Señor, sobre todas las cosas, por querer renovar nuestra fe y nuestra esperanza, nutriéndonos con su Palabra de salvación y alimentándonos con su Cuerpo y Sangre, consuelo y fortaleza en el camino de la vida. Y hoy la liturgia de la Palabra nos recuerda cómo el vínculo inseparable entre el amor a Dios y el amor al prójimo, representa la gran novedad de la enseñanza de Jesús y está en la base de toda la experiencia cristiana. Es el amor al Padre, unido indivisiblemente al amor a los hermanos, la esencia de su mensaje de salvación, refrendado con su propia sangre derramada en la cruz.

El Arzobispo Thomas Wenski saluda a los feligreses de St. Martha, en Miami Shores, después de la Misa que celebró el 4 de noviembre en la iglesia.

Photographer: COURTESY

El Arzobispo Thomas Wenski saluda a los feligreses de St. Martha, en Miami Shores, después de la Misa que celebró el 4 de noviembre en la iglesia.

El Arzobispo Thomas Wenski firma los papeles que hacen oficial el nombramiento  del P. Lazarus Govin, a la derecha, como párroco de la iglesia St. Martha en Miami Shores.

Photographer: COURTESY

El Arzobispo Thomas Wenski firma los papeles que hacen oficial el nombramiento del P. Lazarus Govin, a la derecha, como párroco de la iglesia St. Martha en Miami Shores.

La primera lectura tomada del Libro del Deuteronomio nos presenta el Shemá (que en hebreo significa “escucha”). Se trata de la oración más importante para el pueblo judío, síntesis de toda la Ley de Dios y su principal mandamiento; “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con todo el alma, con todas las fuerzas (Dt. 6, 2-6)”. Una oración que los judíos de todos los tiempos han repetido con devoción, y que Jesús, por supuesto, conocía y rezaba desde muy pequeño. Por eso, al ser cuestionado por un escriba sobre cuál mandamiento era el más importante, responde inmediatamente recitando el Shemá: “Amaras al Señor tu Dios con todo el corazón... con todas las fuerzas”.

No se trataba de una pregunta retórica la de aquel escriba. En tiempos de Jesús los judíos debían cumplir 613 preceptos, y resultaba difícil distinguir la importancia entre unos y otros, generándose confusión en el pueblo y encendidas polémicas entre los maestros de la Ley. De ahí el gran valor de la respuesta de Jesús, que como él mismo recuerda, no viene a cambiar la Ley sino a darle pleno cumplimiento (Cf. Mt 5, 17). Y aunque se trata de una respuesta con la que podían identificarse perfectamente todos los maestros de la Ley, lo que resulta realmente novedoso es que Jesús coloque juntos, como dos caras de una misma moneda, el amor a Dios y el amor al prójimo: “Amaras al Señor tu Dios…, y al prójimo como a ti mismo.”

Estaba claro en la mente y en el corazón del Señor lo inseparable de ambas realidades, y debería estar muy claro para todos nosotros que pretendemos ser sus discípulos. No podremos llamarnos plenamente cristianos, si no somos capaces de reflejar de palabra y de obra esa doble dimensión, vertical y horizontal, que ha de caracterizar toda nuestra vida de fe: un amor pleno y confiado en Dios nuestro Padre, y al mismo tiempo, un amor sincero y comprometido hacia nuestros hermanos, particularmente los más necesitados. Una mirada de fe agradecida hacia Aquel que nos amó  primero, y unas manos extendidas en actitud de entrega y servicio hacia todos aquellos que nos rodean. Es esta la base de todo el ideal cristiano, y esforzarnos por ponerlo en práctica, más allá de nuestras limitaciones, constituye un compromiso irrenunciable para todos los que formamos la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios nacido de la Nueva Alianza.

Hermanos y hermanas, se trata de un compromiso de fe que ha de ser alimentado y vivido en la comunidad y que todos estamos llamados a asumir, sea cual fuere el papel que desempeñemos como miembros de la Iglesia. Un compromiso de amor y de servicio, a Dios y a los hermanos, que debe motivar de manera particular el ser y el quehacer de los sacerdotes, especialmente de aquellos nombrados párrocos para ser colaboradores del obispo en una determinada porción de la iglesia diocesana. Se trata de una misión de servicio generoso a la comunidad parroquial, en la predicación de la Palabra y en la celebración diaria de la Santa Misa; en la guía pastoral del pueblo fiel y en la promoción de unos valores cristianos de los que está llamado a ser maestro y modelo al mismo tiempo. “Cuiden del rebaño de Dios que se les ha encomendado... siendo modelos del rebaño” (1 Pe. 5,2). Y todo ello, animados por una espiritualidad capaz de unir al mismo tiempo la oración y el servicio: la escucha constante de la voz de Dios y la escucha atenta y caritativa de las ovejas puestas a su cuidado. En fin, esforzándose cada día por amar y servir a Dios y a su comunidad parroquial “con todo el corazón, con toda el alma, con todas sus fuerzas”.

Estimado Padre Lazarus, gracias por asumir la responsabilidad de pastorear  esta querida comunidad de Santa Marta. Haciendo honor a tu nombre en su raíz hebrea, “el que se fía de Dios”, ten la confianza de que contarás siempre con su auxilio, así como con la oración y el apoyo de toda la familia parroquial. Quisiera agradecer también la labor de los sacerdotes que a través de los años han servido aquí, y aprovechar la ocasión para animarles a todos ustedes en sus esfuerzos cotidianos por amar al Señor y amar a sus hermanos, haciendo realidad en sus vidas, en sus familias, y en medio de nuestra sociedad, esa presencia misericordiosa de Dios que tanto el mundo necesita. Que la intercesión de la Santísima Virgen María nos ayude a todos en ese empeño. Amen.

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