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Homilies | Sunday, June 06, 2010

Mensaje a los miembros de los movimientos apost�licos Hispanos

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Hace unos días recibí una carta del arzobispo de Aparecida en Brasil, Monseñor Raymundo Damasceno Assis. Es también presidente de CELAM, la conferencia Episcopal de Latinoamérica. Me escribió para felicitarme por mi nombramiento a Miami. En su carta, me dice: La Iglesia de Miami es una especie de resumen de toda America Latina. Y en esta noche, parece que toda America Latina y el Caribe ha respondido: “Presente!” Gracias! Muchas gracias!

Hace dos años, el Santo Padre visitó Brasil donde se reunió con los obispos de toda América Latina y el Caribe. Fue una ocasión para que el Papa conociera de cerca la realidad de este continente que el llamó el continente de la Esperanza. Y, hoy, en esta celebración de mi llegada como su arzobispo, celebramos la Santa Misa en la cual la gracia de Dios se nos da precisamente para reforzar esta esperanza que siempre ha acompañado a los pueblos hispanos a pesar de las dificultades de la vida cotidiana de las naciones y de los individuos de este inmenso continente. Gracias a esta esperanza, los pueblos de América Latina siempre han dado pasos adelante, convencidos que “Si se puede”.

Al comenzar mi servicio como su arzobispo, quiero pedirles a Uds. – y también pido a los movimientos apostólicos que ustedes representan -- que se unan a mí y a toda la Iglesia católica del sur de la Florida para llevar este mensaje de esperanza que tanto falta hace en el mundo en que vivimos hoy.

Según el Papa, el tesoro mas rico del continente latinoamericano, su patrimonio mas valioso es “la fe en Dios Amor” que reveló su rostro en Jesucristo. Y ese pueblo latinoamericano es un pueblo que cree en el Dios Amor. A lo largo de su historia, esta fe ha sido su fuerza, y es todavía la fuerza que vence al mundo, es la alegría que nada ni nadie les podrán arrebatar, es la paz que Cristo conquistó para Ustedes con su cruz.

Como el Papa Benedicto afirma: “Esta es la fe que hizo de Latinoamérica el continente de la esperanza. No es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios Amor, encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo, el auténtico fundamento de esta esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta hoy.”

Sin embargo, muchos de nuestros contemporáneos viven sin esperanza. La adición a las drogas es solo una síntoma de esa carencia de esperanza; la alta nivel de abortos en esta comunidad de Miami (casi 30% de abortos en el estado de la Florida ocurre aquí en Miami-Dade) es también otra síntoma de la falta de esperanza – pues los hijos son la esperanza del futuro; el creciente numero de parejas que viven juntos, “no de por vida hasta la muerte sino de por el momento hasta que nos conviene” es otra síntoma mas de no tener esperanza – pues para hacer un compromiso de por vida, hay que creer en el futuro, ese futuro que se nos abre solamente cuando tengamos esperanza.

También podemos constar que hay muchas personas aquí en Miami que aunque son latinos desconocen ese tesoro, ese patrimonio de la fe en Dios Amor revelado en Jesucristo. En algunos casos, la culpa tiene el mismo hecho de haber emigrado y en el proceso han perdido contactos con los raíces religiosos de su cultura de origen. Para otros, y este grupo no es pequeño en nuestra comunidad de Miami crecieron en una sociedad oficialmente atea. Y si en una vez fueron defraudados por las falsas promesas de un materialismo ideológico están tentados por las falsas promesas de un materialismo práctico que temprano o tarde también les dejará defraudados otra vez.

El Papa Benedicto en su encíclica, Spe Salvi, nos ofreció una explicación del por que de esta perdida de esperanza a pesar de tanta riqueza que nos rodea. Escribe así: un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza. Cuando el hombre pretende vivir como si Dios nos le importara, cuando una sociedad o un gobierno quieren organizarse sin tomar en cuenta a Dios, se le pierde la esperanza porque echar de un lado a Dios es cerrar las puertas hacia este futuro al que Dios nos llama.

Por eso, les reto a ustedes (y necesito su apoyo y su colaboración), como miembros de sus parroquias y como militantes en los movimientos, que sean testigos de la esperanza. Que den testimonio de cómo uno puede vivir feliz cuando vive convencido de que Dios si importa. Los movimientos apostólicos son un gran regalo del Espíritu Santo para la Iglesia – pues pueden llegar al pueblo que no es de Misa dominical a veces más fácilmente y con más eficacia que las parroquias con esa invitación de acercarse y encontrarse a Jesús, la única esperanza de los hombres que nunca nos defraudará.

Los hispanos ya son la minoría más grande en los Estados Unidos. Los hispanos actualmente son el grupo más grande de católicos –bautizados si no prácticos - en este país. Casi componen la proporción más grande de más de 40 millones de inmigrantes que han llegado a estas costas –legal o ilegalmente desde mediados de los años 60, cuando las restricciones de inmigración de la era de los años 20 fueron levantadas. Tomados como un todo, los hispanos representan una gran oportunidad y una gran esperanza para la sociedad de los Estados Unidos y para la Iglesia Católica en América. Sus valores están formados por su cultura religiosa católica. Y por eso, creo que los inmigrantes hispanos pueden renovar la sociedad americana, porque representan un antídoto para el individualismo y el relativismo moral que ha infectado la cultura popular norteamericana.

Los inmigrantes, y los hispanos en particular, que buscan una oportunidad económica en esta nación, aún creen en el " sueño americano”. Creen que con el trabajar duro y con el aprovecharse de las oportunidades que el país ofrece a uno, uno puede llegar a superarse. Esto se refleja en todos los niveles económicos, desde el profesional hasta el humilde trabajador migrante. Se refleja particularmente en aquéllos de cuyas contribuciones y utilidad potencial a la sociedad americana muchos dudan, concretamente los inmigrantes pobres que toman los trabajos que los americanos no quieren. Los trabajos que los americanos menospreciarían como trabajos " sin porvenir “, son para inmigrantes una oportunidad que les da acceso al mundo del trabajo. En la vida cotidiana del hispano aquí en los Estados Unidos, vemos un testimonio vivo de las palabras de San Pablo: Todo puedo con el que me da fuerza.

Una de las enseñanzas centrales del Concilio Vaticano II fue que " el hombre sólo puede realizarse por medio de la sincera entrega de sí mismo”. En una cultura centrada cada vez más en sí misma que valora lo que uno tiene mas que lo que es, los inmigrantes hispanos dan testimonio de una " teología de la entrega" profundamente católica. Porque en la mayoría de los casos, ellos han inmigrado no sólo para buscar su " propia realización ", sino para poder ayudar a sus seres queridos. En muchos casos, venir aquí representa un sacrificio considerable para ellos –al dejar atrás a sus seres queridos no para abandonarlos, sino para ayudarlos. Los millones de dólares enviados a sus hogares en remesas son testimonio de esta " teología de la entrega”.

Los inmigrantes hispanos le ofrecen a América oportunidades casi tanto como América se las ofrece a ellos. La mayoría de los estudios enfocan su " mano de obra “, su contribución a la fuerza de trabajo. Eso no debe menospreciarse – especialmente con el bajo índice de natalidad entre las poblaciones americanas más establecidas y el cercano retiro de las personas nacidas después de la segunda guerra mundial. Sin embargo, su mayor contribución potencial –y la mayor oportunidad para América es la contribución de sus valores tradicionales a la renovación de nuestra cultura.

A los indocumentados, les digo que no pierdan su fe en Dios, en ese Dios amor. Porque esta fe – a pesar de las sombras actuales – iluminará el camino hacia la esperanza. El amor de Dios no tiene fronteras. Hechos a la imagen y semejanza de Dios, cada ser humano tiene un mismo destino – ser amigo de Dios. El latinoamericano por ser de un pueblo criollo y mestizo tiene como vocación propia la de anunciar a todos este destino común. Frente a los que quieren dejarse llevar por el miedo a construir muros – muros de racismo y de incomprensión -, tenemos que ser testigos de un Dios Amor, un Dios compasivo, un Dios que es Padre de todos – tengan papeles o no los tengan.

Hemos de anunciarla a través de nuestra solidaridad con los leprosos de nuestros días – pues son nuestros hermanos. San Francisco de Asís una vez besó a un leproso – nosotros quienes somos ciudadanos no debemos negarles a nuestros hermanos nuestra ayuda, aunque sea un gesto tan sencillo como extenderle la mano amiga a un indocumentado o escribir a un congresista pidiendo justicia para ellos.

Y estos jóvenes criados aquí en Miami pero sin papeles, sin carnet de seguridad social. No podemos olvidarnos de ellos. Necesitan ser legalizados para que puedan seguir estudiando, para que puedan hacer su aporte al bienestar de este país, el único que la mayoría de ellos conoce. Ya hablan como americanos, piensan como americanos – y a veces eso preocupa a sus padres. Comen como americanos. Por que se les va a negar la posibilidad de soñar como americanos.

Que la Virgen María alcance para los hijos de este continente de esperanza la gracia de revestirse de la fuerza de lo alto (cf. Lc 24, 49) para irradiar en este país y en todo el mundo la santidad de Cristo. Que por su intercesión nos convirtamos en discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos tengan vida en el. A él sea dada gloria, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amen.

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