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Dada la flacidez intelectual de su trabajo, lo mejor es buscar causas culturales para explicar la popularidad de los “nuevos ateos”. Y con certeza, un factor es la noción ahora canónica en la alta cultura occidental de que la religión bíblica es incompatible con la ciencia natural moderna, una idea arraigada en el concepto de que el “método científico” es la única manera de llegar a la verdad. (William Shakespeare, ¡favor de llamar a su oficina!)

Sin embargo, los hechos son obstinados. Y el hecho es que dos sacerdotes católicos, Gregor Mendel, OSA, y Georges Lemaitre, fueron figuras clave al crear dos de las empresas científicas más importantes del siglo 21: la genética moderna, que está dando a la humanidad poderes inimaginables sobre su futuro, y la cosmología moderna, que nos permite vislumbrar el universo en los primeros momentos de su existencia.     

Mendel es quizás la figura más familiar. La mayoría de las clases de biología de la escuela secundaria explican cómo, por sus estudios sobre el humilde guisante, el monje moravo desarrolló la teoría de genes y la teoría de características heredadas (con su distinción entre rasgos recesivos y dominantes). El belga Lemaitre fue un matemático brillante que primero articuló la teoría de la Gran Explosión (Big Bang) sobre los orígenes del universo y su posterior expansión. Esa propuesta, ridiculizada al principio por algunos, ahora reina suprema en la astrofísica y parece haber sido verificada por el asombroso trabajo del telescopio espacial Hubble. Estén atentos a que la audaz idea del Padre Lemaitre gane más tracción debido a los descubrimientos del telescopio espacial James Webb cuando comience a orbitar el sol en pocos años, a un millón de millas de la Tierra.

Así que, a menos que se quiera afirmar que Mendel y Lemaitre eran personalidades divididas que celebraban la misa en la mañana y se dedicaban a la ciencia en la tarde, con lo que separaban así sus vidas en recipientes herméticamente sellados, los filos de la ciencia moderna parecen refutar la afirmación de que “creyente” y “científico” son clases humanas mutuamente incompatibles.

A lo largo de su vida, san Juan Pablo II estuvo fascinado con las ciencias exactas (física, química, astronomía). Por décadas organizó en Castel Gandolfo un seminario semestral de figuras destacadas en estos campos para mantenerse al tanto de los avances en sus disciplinas. Pero para Juan Pablo II todo apuntaba a la Nueva Evangelización. Así, antes de que empezara a usar ese término, envió una carta al director del Observatorio del Vaticano, señalando que “aquellos miembros de la Iglesia que son científicos activos o, en algunos casos especiales, son tanto científicos como teólogos, podrían servir como un recurso clave” para superar el abismo que con demasiada frecuencia separaba la ciencia moderna y la religión bíblica. Los científicos y científicos-teólogos, continuó el Papa, “también pueden proporcionar un ministerio muy necesario para otros que luchan por integrar la ciencia y la religión en sus propias vidas intelectuales y espirituales”.

El desafío de Juan Pablo II ha sido adoptado por la Sociedad de Científicos Católicos (SCS). Desde su punto de partida el año pasado, la Sociedad cuenta ahora con casi 400 miembros, de los cuales el 80 por ciento tiene títulos en ciencias naturales, y el resto está integrado principalmente por estudiantes de posgrado. Es un número impresionante para un grupo tan nuevo. También sugiere que pertenecer a una organización católica como esa no es impedimento para ser tomado en serio en el muy competitivo mundo académico de las ciencias naturales. En la conferencia inaugural de SCS en abril hablaron académicos de Harvard, Oxford, MIT, Penn, Brown y la universidad de Texas en Austin.

La fuerza motriz en la organización de la Sociedad ha sido el Dr. Stephen Barr, profesor de física teórica de las partículas en la universidad de Delaware. Durante mucho tiempo los lectores de First Things han estado familiarizados con los artículos interesantes y accesibles de Barr, y quienes buscan algo diferente en su lectura durante las vacaciones de verano pueden obtener su colección de ensayos, "The Believing Scientist" (Eerdmans), publicada recientemente. En ella, Barr discute todo, desde la evolución al debate mente/alma, a la cosmología del Big Bang, hasta la religión de la ciencia-como-imitación, mientras arrolla delicadamente a unas cuantas celebridades que dicen tonterías cuando se aventuran más allá de su área científica.

La Biblia enseña que Dios imprimió su inteligibilidad al mundo a través de la creación por la Palabra. Cuando esa convicción se debilita, la fe en la razón comienza a desmoronarse y el resultado es el parque de atracciones intelectual conocido como posmodernismo. Al renovar el pacto entre la fe y la razón, la Sociedad de Científicos Católicos sirve al bien de ambos, y de nuestra cultura.

            

Comments from readers

James - 07/24/2017 03:29 PM
Thank you again George Weigel! I fully agree with the fact it�s best to look for cultural causes to explain the many newborn lies. I really wish to strongly promote to all people what you wrote: The Bible teaches that God impressed his intelligibility onto the world through creation by the Word. When that conviction weakens, faith in reason begins to crumble and the result is the intellectual playpen known as post-modernism. Live in Jesus Christ's words! Kind regards, blessings,

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