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Lo que construyeron los huracanes



Alimentos y provisiones comprados por miembros de la parroquia de San Francisco Javier, en el Barrio Navarro, de Gurabo, para compartir con su comunidad. Al fondo, las banderas del Vaticano y de Puerto Rico, y la imagen de la Virgen de la Providencia, patrona de la Isla.

Fotógrafo: Cortesía Padre Pedro Ortiz

Alimentos y provisiones comprados por miembros de la parroquia de San Francisco Javier, en el Barrio Navarro, de Gurabo, para compartir con su comunidad. Al fondo, las banderas del Vaticano y de Puerto Rico, y la imagen de la Virgen de la Providencia, patrona de la Isla.

Ya todos estamos familiarizados con la situación en la que se encuentra el pueblo de Puerto Rico tras el paso de los huracanes “Irma” y “María”.

Sin duda, la Isla enfrenta uno de los momentos más difíciles de su historia. Si la recuperación del país ya era complicada debido a la deuda multimillonaria con sus acreedores, los huracanes agravaron la situación no solo en términos de su reconstrucción e infraestructura, sino también de la salud física, mental y emocional del pueblo. Muchas historias que no se informaron por los medios de comunicación, comienzan a conocerse según llegan los equipos de ayuda y los reporteros hasta las áreas más apartadas.

Algunos describieron el ruido que producía el paso del huracán “María” como el de una bestia rabiosa resuelta a destrozar todo a su paso. De ahora en adelante, un trueno, una ráfaga de viento, o una lluvia copiosa ocasionarán ansiedad y hasta pánico en muchos. Olvidar será muy difícil, si no imposible.

Ya conocemos bien las reacciones y las respuestas de políticos y funcionarios, tanto del gobierno federal como local. Pero no se puede ocultar la realidad de que el gobierno de los Estados Unidos no ha tratado al pueblo puertorriqueño con la misma prontitud, y ni siquiera con el mismo respeto, que recibieron los residentes de otros estados –y hasta de otros países– durante emergencias similares recientes o del pasado.

Los puertorriqueños somos ciudadanos estadounidenses desde 1917. Recibimos la ciudadanía antes que los residentes de los estados de Alaska y Hawái, admitidos en la la Unión americana en 1959. La respuesta a esta crisis no se trata sólo de política, sino de dignidad. Es insólito que en el puerto de San Juan se recibieran cientos de furgones con suministros, pero que no hubiese quiénes dirigieran su distribución. Mientras tanto, municipios enteros se encontraban sin agua potable, medicinas y alimentos. Además de las enfermedades ocasionadas a causa de los mosquitos y las aguas contaminadas, existe el riesgo de que resurjan enfermedades erradicadas décadas atrás.

Sobre la comunicación, ni se diga. Mi familia y yo tuvimos que conformarnos con recibir textos simples como “¡Estamos bien, gracias a Dios!”, por parte de nuestros familiares y amistades en la Isla cuando podían enviarlos. Sólo podemos continuar confiando en que Dios los mantendrá “bien” durante esta odisea.

A pesar de todo, me ha servido de ayuda, en medio de mi tristeza, ver cómo mi pueblo amado conserva su sentido del humor, su humildad, su alegría, y busca la luz entre tantas sombras. A eso nos impulsa la fe cuando nos abruma la oscuridad. Además, como puertorriqueña, mi corazón insiste en destacar lo bonito que ha surgido en el corazón de la gente en medio de esta tragedia.

Contrariamente a lo que expresó el Presidente Donald Trump en un tuit, los puertorriqueños no esperaron a “que les hagan todo”, y tan pronto pasó el fenómeno meteorológico, se dieron a la tarea de iniciar la reconstrucción del país. Talaron árboles rotos que impedían el acceso a sus barrios; visitaron a sus vecinos para ver en qué condiciones estaban; hicieron censos sencillos con el fin de saber cuántos ancianos, niños y enfermos se encontraban en sus áreas para estar al tanto de sus necesidades y ayudarles; compartieron el agua y los alimentos que habían guardado para sobrevivir el paso de los huracanes, y, según sus posibilidades, recaudaron dinero (o hicieron “serruchos”, como decimos en Borinquen) para buscar alimentos y provisiones para sus comunidades. Los boricuas recogieron escombros y limpiaron sus calles, sus casas y las de otras personas para recordarle al mundo que son un pueblo digno. Dado que los bancos solamente permitían el retiro limitado de efectivo, muchos compartieron su propio dinero hasta con desconocidos. La Isla será pequeña en tamaño, pero siempre se ha distinguido por su inmenso corazón. Eso no lo puede destruir huracán alguno.

Aquel forro de conformismo, bajo el que cada uno hacía su vida y sólo procuraba por sí mismo y por su familia inmediata, ocultaba a un pueblo que quizás desconocía su necesidad del “aire fresco” de la renovación. Cuando los huracanes lo destaparon, la población sintió la necesidad de compartir, de esforzarse por los demás, de comunicarse y conocer qué necesita cada uno, y de buscar la manera de proveer para su prójimo y el forastero entre ellos.

Entre los boricuas que han decidido permanecer en la Isla, es cada vez mayor el número de quienes exigirán a las autoridades gubernamentales la reconstrucción de sus barrios con energía renovable, pues la Isla entera deberá levantarse prácticamente “desde cero”. Así sucedió en la ciudad de Greensburg, Kansas, tras ser destruida por un tornado de categoría EF5 el 4 de mayo de 2007. Esa opción ahora cuenta con una acogida mayor tras el renovado respeto por la fuerza de la naturaleza, acentuada por el aprecio al canto claro del coquí y la hermosura del cielo estrellado que hacía años no veían debido a la contaminación lumínica.

“Irma” y “María” lograron lo que otros no pudieron. Atrás quedaron las tabletas electrónicas y los teléfonos “inteligentes” que no funcionan sin electricidad. Los niños y adolescentes, al no poder usar sus juegos de video, ahora se ejercitan al jugar con otros en su misma calle. Sus padres, que hasta la víspera de “María” sólo salían de sus casas para el trabajo y otras gestiones, ya conocen a sus vecinos, y comparten sobre sus familias y vecindarios cuando se reúnen con más frecuencia para cocinar y comer en comunidad. En los medios sociales, abundan los avisos y el ofrecimiento de ayuda al prójimo:

– ¡Los que necesiten agua, pueden pasar por mi casa!

– ¡Recuerden que cambiaron la Misa para las 10 de la mañana!

 – ¡Avísenme si necesitan “pon” hasta la oficina del correo para buscar su correspondencia, y vamos juntos!

– ¡Tengo luz y agua; vengan para lavar su ropa!

Los huracanes acabaron de destrozar la ya derruida infraestructura de la Isla, pero no cabe duda de que construyeron algo mucho más sólido y duradero: la unión de la comunidad.

“Irma” y “María” le recordaron a Puerto Rico que se encuentra en el paso de futuras tormentas, y muchas serán causadas por diferencias de pensamiento e ideologías. Le corresponde al pueblo borincano exigirles a los funcionarios gubernamentales soluciones y acciones creativas y efectivas; que no les hagan perder el tiempo con broncas estériles que sólo desgastan el ánimo y socavan el anhelo de renovación recién adquirido.

No será de la noche a la mañana, pero Puerto Rico se levantará. Y cada anochecer, tras una intensa jornada de limpieza, reconstrucción y ayuda al prójimo, mi pueblo levantará sus ojos al cielo y, acompañado por el canto fuerte, seguro y animado del coquí, pedirá la fortaleza del Creador para continuar adelante.

Como lo expresa una oración que compartió el P. Pedro Ortiz, de Naguabo:

“Hoy, aún en medio de las dificultades que vivo a causa del paso del sistema atmosférico, me dispongo con apertura a recibir lo que tú, mi Señor, quieras darme en este momento. Con frecuencia experimento momentos de crisis por distintas causas y me inquieto. Me paso considerando y analizando tantas situaciones personales y de mi país. Pero en medio de todo, me anima el confiar en la fuerza de la oración. Pongo a diario ante ti, Señor, todo lo que me preocupa, y agradezco lo que recibo por tu gracia liberadora. Porque tú me prometes que responderás a mis oraciones, y eso me hace entender que tendré paz por tu presencia entre nosotros. Doy gracias por ello”.

Y el pueblo de Dios, abrazado al de Puerto Rico, responde: ¡Amén!


Comments from readers

Frances Rochet - 10/23/2017 04:37 PM
Brenda, what an excellent blog! You are completely right, we the people of Puerto Rico, will rise stronger and more unified than ever. God has blessed our island with beauty and most importantly with sharing, loving and God fearing people. We are courageous, we are hardworking individuals and very grateful. Grateful to God first, to each other and to those, who respectfully help. From such a small island, we have given the world brilliant minds, amazing artists and courageous individuals who have had a presence in so many recorded wars. Our men and women in the USA forces have given their all, and thousands, have given their lives. We are proud to be Puerto Ricans and grateful to God for having chosen us to carry such impressive blood in us. Thank you Brenda for your blog! Blessings God for having chosen us carry our ancestors' blood in us. Thank you Brenda for your blog. Blessings
james - 10/23/2017 03:54 PM
Dear Brenda Tirado Torres and beloved faithful, We have sent our prayers, Blessings,
victor martell - 10/23/2017 02:09 PM
El don de la escritura no se estudia en la Escuela de Periodismo, es algo que nace del coraz�n y se manifiesta cuando tus escritos fluyen de tus sentimientos y de tus vivencias. Aprecio tu pluma y te felicito por este articulo que lleva una verdad que muchos estan olvidando, te confieso que si no fuera porque estoy enfermo estaria alli con mis hermanos boricuas trabajando por hacer de la isla un nuevo encanto. �Dios proteja a Puerto Rico!.

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