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Si el hogar de alguien estuviera en llamas, ¿le echarían gasolina? La respuesta es obvia: por supuesto que no. Sin embargo, eso es muy similar a lo que están haciendo los Estados Unidos y muchas otras naciones con economías más desarrolladas.

A pesar del trágico hecho de que aproximadamente 40 conflictos armados en todo el mundo causan más de 150,000 muertes al año, innumerables lesiones graves, destrucción incalculable, y 28,300 personas que deben huir de sus hogares a diario, muchos de los países más ricos continúan derramando armas inflamables en estos conflictos volátiles. Y los EE.UU. llevan la delantera (ver: http://bit.ly/2ufpP5Y).

Estados Unidos es, sin duda, el comerciante principal de armas del mundo, con el 33 por ciento de las exportaciones de armas a más de 55 naciones. Le siguen Rusia, China, Francia, Alemania, el Reino Unido, España e Italia.

Peor aún, según el Servicio de Investigación del Congreso, las naciones más pobres siguen siendo el objetivo principal para los proveedores de armas. El valor de todos los acuerdos de armamento en 2014 con los países que se encuentran en desarrollo económico fue de más de $61 mil millones. Y como siempre, los pobres sufren.

En 2015, Estados Unidos ocupó el primer lugar en la venta mundial de armas con $40 mil millones en acuerdos firmados. De los seis mayores fabricantes de armas del mundo, cinco son estadounidenses, con Lockheed Martin en el primer lugar.

Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz, de Estocolmo, las 100 empresas más lucrativas del mundo que producen armamento recaudaron más de $400 mil millones en ventas de armas en 2013.

Las armas son un gran negocio, un negocio sangriento en el que los seguidores del Príncipe de la Paz no deberían estar involucrados. Para esto se necesita tener valentía moral. ¡El Evangelio lo exige!

Imaginemos el bien que se lograría y la buena voluntad que se demostraría si convirtiéramos nuestras fábricas de armas en fábricas que construyeran productos que protejan y realcen la vida, especialmente las vidas de los pobres, los vulnerables y la vida en la Tierra, el planeta que todos compartimos.

En lugar de producir instrumentos diseñados para matar, como rifles M-16, aviones de combate F-35 Lightning II, tanques M1 Abrams, y máquinas abortivas de aspiración por succión—que son instrumentos de guerra contra los bebés no nacidos—pudiéramos producir cantidades masivas de productos humanitarios, como equipos y materiales a bajo costo para la construcción de viviendas; bombas de agua; equipos para filtrar el agua; letrinas modernas; herramientas agrícolas; turbinas de viento; paneles solares; trenes para el transporte público; automóviles eléctricos asequibles; y hospitales móviles.

Para aquellos que piensan que esto es ingenuo, tomen en consideración que lo opuesto ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Según el historiador John Buescher, entre febrero de 1942 y octubre de 1945, en los Estados Unidos no se fabricaron autos, camiones comerciales ni piezas de automóviles. "La industria automotriz se reestructuró para fabricar tanques, camiones, jeeps, aviones, bombas, torpedos, cascos de acero y municiones bajo enormes contratos emitidos por el gobierno”. (http://bit.ly/2wYqdES)

Por favor, envíen mensajes por correo electrónico a sus miembros del Congreso y llamen (tablero principal del Capitolio: 202-224-3121) para exhortarles a reducir de manera significativa el financiamiento para la industria de armamentos y canalizar dichos fondos con creatividad en empresas pacíficas necesarias. Exhórtenles a emprender con seriedad iniciativas encaminadas al desarme multilateral.

Dado que la historia ha demostrado que podemos reequipar con rapidez la industria de la construcción de vehículos pacíficos de transporte y comercio para construir instrumentos para la guerra, hagamos lo correcto y volvamos a cambiarla.

¡Hagamos historia, y buena historia! Historia que las generaciones futuras nos agradecerán.

Para usar las palabras del profeta Isaías, hagamos ya arados de las espadas y saquemos hoces de nuestras lanzas para que las naciones no levanten la espada contra otras y no se adiestren para la guerra. 

Comments from readers

Betty Bezos - 08/25/2017 12:58 PM
Thanks for the article. With all due respect, your words would have made sense in the world before the onset of armed terrorists. The idea of disarmament in front of a terrorist that does not relate to a country or makes it possible to establish government to government multilateral negotiations is a bit naive. Our efforts as Catholics should be to advocate for peace in all countries currently experiencing political turmoil. By disavowing hate and encouraging a vision of stability, the dark forces do not find suitable souls to embrace destruction, disrespect or overt control of citizens will. Sadly, we do not have to look too far nowadays - our cities are trembling under the feet of a few willing to destroy our society while covering their faces.
Paul Schlachter - 08/24/2017 09:42 AM
Tony is absolutely right. The peace of which he writes is very close to and helps to make possible the peace for which we pray at every mass. The Son of God to whom we pray rejected arms in his own defense.

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