En nuestra primera parada, el Museo Nacional del Holocausto, se nos recordarán las atrocidades de otro tiempo. Veremos uno de los carros para ganado que fue utilizado para transportar a los judíos hasta su muerte, y nos cuestionaremos sobre las personas que asistían a iglesias cerca de las vías del ferrocarril, y quienes escuchaban los gritos pero optaron por cantar más alto hasta que no pudieron escucharlos más. ¿Somos como ellos en la actualidad?

En el día de retiro durante la peregrinación, se retará a los estudiantes para que solucionen casos legales actuales sobre asuntos de la vida. Tendrán que ser juez y jurado, y llegar a un veredicto tras la presentación de la evidencia. Sólo al final de cada caso conocerán los veredictos escandalosos. Uno de los casos es el de una joven madre que fue golpeada por el padre de su bebé cuando ella tenía ocho meses de embarazo. La madre sobrevivió, pero el bebé murió. Como vivían en un estado donde no existe una ley contra la violencia hacia las víctimas que no han nacido (como Florida), al hombre no se le acusó por la muerte del bebé.

Mientras marchamos en el frío penetrante, estaré orando no sólo por nuestro país, sino por cada uno de estos estudiantes, sus padres y los donantes generosos que sacrificaron tanto para que ellos participaran en nuestra peregrinación. Encuentro esperanza en estos jóvenes. Por la fe que hoy cultivamos en ellos, por la chispa que se encenderá en sus almas para hablar por aquellos que no pueden hablar por sí mismos, oro para que nuestro futuro sea distinto.

Señor, en este Año de la Fe, ayúdanos a detener la matanza. Que el servicio a los demás sea parte de nuestra vida diaria. Cuando acudimos con compasión a ayudar al prójimo necesitado, estamos dando testimonio de la luz de Cristo. Y que en esa luz, encontremos nuestra esperanza.