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Feature News | Friday, February 24, 2017

Un di�logo de amistad con Dios convoca al servicio

Víctor García, adolescente colombiano que aspira a ingresar al seminario, eleva oraciones hincado de rodillas frente al Santísimo Sacramento de la parroquia St. Boniface, en Pembroke Pines, donde pertenece al grupo juvenil. “Cuando estoy frente al Santísimo, uno se siente liberado”, confiesa el joven de 18 años.

Fotógrafo: DANIEL SHOER ROTH | LVC

Víctor García, adolescente colombiano que aspira a ingresar al seminario, eleva oraciones hincado de rodillas frente al Santísimo Sacramento de la parroquia St. Boniface, en Pembroke Pines, donde pertenece al grupo juvenil. “Cuando estoy frente al Santísimo, uno se siente liberado”, confiesa el joven de 18 años.

Atraído por la vocación sacerdotal y la enseñanza, Víctor García sintió el llamado de Jesús a los 7 años, el día de su Primera Comunión en la Iglesia Inmaculada Concepción de su pueblo natal, Belalcázar Caldas, Colombia.

Fotógrafo: Cortesía de la Familia García

Atraído por la vocación sacerdotal y la enseñanza, Víctor García sintió el llamado de Jesús a los 7 años, el día de su Primera Comunión en la Iglesia Inmaculada Concepción de su pueblo natal, Belalcázar Caldas, Colombia.

De niño, Víctor García pedía a sus padres disfrazarse de obispo, indicio de su temprana vocación sacerdotal.

Fotógrafo: Cortesía de la Familia García

De niño, Víctor García pedía a sus padres disfrazarse de obispo, indicio de su temprana vocación sacerdotal.

MIAMI | Desde temprana edad, Víctor García retoñó como testimonio del rostro risueño del catolicismo.

La presencia del Señor en su vida era reconocida por el niño día a día, y su deseo de evangelizar y propagar la fe cristiana le abrió el camino a una auténtica amistad con Él. Desde entonces, su vocación sacerdotal se reverdece como un árbol fértil, rindiendo el fruto de una relación cercana con Jesús Eucaristía.

Hoy, a la edad de 18, es un joven honesto de profunda piedad, dispuesto a servir a su prójimo y a perseguir su sueño: estudiar en el seminario.

Recibió en su hogar una influencia religiosa, pues acostumbraban a hacer la oración familiar diaria y asistir a Misa varias veces por semana en su pueblo natal de Belalcázar, en el departamento de Caldas, Colombia.

Tenía apenas cinco años cuando espontáneamente expresó a sus padres su deseo de disfrazarse de sacerdote para la fiesta del Día del Niño. Al año siguiente, pidió un disfraz de obispo para la ocasión. Atesoró tanto aquellas prendas que sus devotas tías le sugirieron el oficio de monaguillo, tarea en la que demostró una inclinación a las cosas sagradas y al servicio del templo.

No tardó en entrar en el Misterio Eucarístico y vivir la Fe con recogimiento y devoción. “Me atraía la celebración, el Misterio, por qué pasa lo que pasa en una Misa; no sé, la forma de celebrarla lo llena a uno”, rememora Víctor, comprometido en su grupo parroquial de jóvenes de la Iglesia St. Boniface, en Pembroke Pines. “Entonces eso a uno le causa la interrogante, incluso siendo así de chiquito, de si quieres o no ser sacerdote. Esa duda se quedó ahí”.

El contacto asiduo con la Iglesia –los domingos colaboraba en cuatro Eucaristías– surtió momentos propicios para la siembra vocacional. El niño acostumbraba a congregar a su familia en la sala y jugaba a oficiar la Misa para ellos. Hacía los arreglos correspondientes y pedía a sus padres que le compraran “hostias” cuando viajaran a la ciudad. También ansiaba visitar el cercano monumento a Cristo Rey, una gigantesca estatua de Jesús de Nazaret con los brazos abiertos en una colina con majestuosa vista al paisaje cafetero. Se permite el acceso por el interior de la figura, una aventura para el pequeño e intrépido creyente.

“A nosotros nos causaba gracia, y a mucha gente curiosidad, ver a un niño de su edad con esos intereses, en vez de estar jugando en la calle o montando bicicleta”, observa su madre, Luz Adriana Montoya, empleada de un restaurante. “Él prefería estar en casa y le encantaba ir a Misa, si fuera posible, todos los días. La vocación nació con él, porque nosotros no le inculcamos eso”.

Adaptación a otra cultura

El llamado de Dios se enfrió levemente cuando a los ocho años Víctor emigró a Estados Unidos con su familia. Se asentaron primero en Orlando, y luego en Chicago. En ambas urbes, las distancias eran muy largas y las iglesias quedaban lejos de sus viviendas. Además de los impedimentos logísticos, les costaba adaptarse al modelo de práctica religiosa en esta cultura foránea y a la liturgia.

Un año después, se mudaron a Pembroke Pines, donde residían sus abuelos maternos. En el Sur de La Florida, Víctor retomó el oficio de monaguillo en la iglesia Nativity durante tres años.

Con el devenir del tiempo, los García empezaron a asistir a St. Boniface porque se integraron clérigos colombianos. Los servicios y la feligresía evocaban ese ambiente comunitario, ministerial y festivo de su iglesia Inmaculada Concepción, en Belalcázar.

La parroquia organizó un retiro para jóvenes el año pasado y, tras esa vivencia, Víctor se involucró enérgicamente en el grupo juvenil. “Me pidieron que ayudara a planear las reuniones y dije que sí”, narra el estudiante de 12º grado en la escuela secundaria McArthur, en Hollywood. “El tiempo pasaba y me sentía más a gusto en la Iglesia. Ya había hablado con el [vicario parroquial] P. Diego Flores, diciéndole que quería entrar al seminario. Me dijo que estaba muy joven, que debía tomar las cosas con calma y pensara en el futuro. Si Dios quería que fuera sacerdote, el sacerdocio vendría a mí”.

Precisamente durante aquellos días, en su misión de promover vocaciones al sacerdocio diocesano y vida religiosa, el P. Elvis González, director de Vocaciones de la Arquidiócesis de Miami, visitó St. Boniface.

“Después de haber dado mi testimonio vocacional en todas las Misas, varios jóvenes se acercaron indagando más sobre mi estado de vida”, comenta el sacerdote. “Uno de esos muchachos fue Víctor. Inmediatamente sus amigos dijeron al unísono que Víctor siempre ha expresado el deseo de servir al Señor como sacerdote. Pensando que se iba a sentir bajo la lupa, su reacción me sorprendió: con firmeza admitió su deseo de buscar a Dios y ser un día sacerdote. Lo invité a que viniera a un retiro vocacional al seminario”.

Fascinado por la hermandad

Durante el retiro de fin de semana en el Seminario St. John Vianney el pasado mes de noviembre, Víctor no sólo tuvo la oportunidad de reflexionar sobre los posibles designios de Dios para su persona, sino también conoció y valoró el proceso de crecimiento humano, cristiano y académico de los actuales seminaristas.

“Uno de los muchachos, Ángel, de Orlando, me dijo una noche: ‘Sabes, Víctor, ya siento que eres uno de nosotros. No siento que estés aquí para el Vocation Awareness Weekend.

Siento que estás aquí viviendo entre nosotros’. Cuando escuché eso, mi reacción fue ¡guau! Me quedé sin palabras porque ésta es una señal que estaba esperando para continuar mi proceso de discernimiento”, escribió el adolescente recientemente en un ensayo para su clase de Lenguaje en el colegio.

Aunque breve, la experiencia del retiro fue suficiente para sentirse testigo de la alegría en el servicio de la Fe, a la vez que propició un encuentro comunitario con Cristo. “Me encantó la forma en que ellos viven como hermanos, no alejados de la comunidad, y la forma en que rezan juntos –valora Víctor–. Desde afuera, uno se imagina que no hablan con nadie, que no se relacionan con nada, pero no es así. Viven como hermanos y la paz que se respira allí es única”.

En su residencia de Pembroke Pines, Víctor comparte con su madre Luz Adriana, su padre Julián, y su hermanito de 10 años, Juan Pablo. En este ambiente familiar florece la vocación sacerdotal del adolescente, quien se gradúa de secundaria este año.

Fotógrafo: DANIEL SHOER ROTH | LVC

En su residencia de Pembroke Pines, Víctor comparte con su madre Luz Adriana, su padre Julián, y su hermanito de 10 años, Juan Pablo. En este ambiente familiar florece la vocación sacerdotal del adolescente, quien se gradúa de secundaria este año.

El afecto compartido y el descubrimiento de las capacidades individuales sazonaron su jovial existencia. Sin embargo, orientarse hacia el sacerdocio en una sociedad en la que imperan el secularismo y la erosión de los valores cristianos entre las nuevas generaciones, a veces implica ser blanco de críticas y cuestionamientos.

“Muchos se burlan en la escuela cuando te preguntan qué quieres ser cuando crezcas y respondes ‘sacerdote’. Se quedan en shock y te preguntan por qué. Te recriminan: ‘no vas a tener hijos’; ‘no te vas a casar’; ‘no vas a tener una vida sexual’; ‘no vas a ser hombre’”, relata Víctor, rodeado por su madre, su padre Julián y su hermanito Juan Pablo, quienes lo apoyan contundentemente. “No me importa eso. No es que no necesite opiniones diferentes, pero lo que dicen no me detiene para hacer lo que quiero, y lo que Dios quiere para mí”.

Víctor persevera en el proceso para dar con seriedad un paso seguro. De momento, se propone solicitar su ingreso en el seminario menor de la Arquidiócesis en 2018. Entretanto, estudiará un año en el college, mantendrá su entrega al grupo parroquial de jóvenes y su compromiso con su director espiritual. La Iglesia lo acompañará y ayudará a discernir en la respuesta, cultivada en la oración personal.

Daniel Shoer Roth es el autor de la biografía autorizada “Mons. Agustín Román: Pastor, Profeta, Patriarca”, publicado por la Ermita de la Caridad.

Ver artículo relacionado:  “Retiro espiritual para jóvenes que disciernen la vocación sacerdotal”.

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