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Feature News | Monday, May 22, 2017

La Iglesia de Miami dinamiza la formaci�n lit�rgica del pueblo cubano

El P. Juan Sosa, párroco de St. Joseph, en Miami Beach y Rogelio Zelada, director asociado de la Oficina de Ministerios Laicos de la Arquidiócesis de Miami, junto a participantes del taller de formación litúrgica impartido en la Diócesis de Matanzas en febrero pasado.

Fotógrafo: Cortesía del P. Juan Sosa

El P. Juan Sosa, párroco de St. Joseph, en Miami Beach y Rogelio Zelada, director asociado de la Oficina de Ministerios Laicos de la Arquidiócesis de Miami, junto a participantes del taller de formación litúrgica impartido en la Diócesis de Matanzas en febrero pasado.

MIAMI | La Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia plantea que la Iglesia, en lugar de imponer una rígida uniformidad, “respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos.

Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aún a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico”.

La inculturación de la liturgia, empero, no es tarea sencilla, por cuanto que ha de lograrse la participación consciente, activa y piadosa de la asamblea. Con esa finalidad, se hace imprescindible vigorizar la buena formación litúrgica del pueblo, en especial de los fieles que guían estos procesos.

Esa meta se ha trazado, con eminente compromiso, el P. Juan Sosa, párroco de la iglesia St. Joseph en Miami Beach, quien en febrero pasado impartió su tercera serie de talleres de formación litúrgica en Cuba, junto al profesor Rogelio Zelada, director asociado de la Oficina de Ministerios Laicos de la Arquidiócesis de Miami. Invitados por la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, dictaron clases para los laicos en el Cobre, el hogar de la Virgen de la Caridad, y en la ciudad de Matanzas.

En Cuba —una isla que conoció la alegría del Evangelio en el siglo XVI desde el arribo de los españoles y fue casi descristianizada en la segunda mitad del siglo XX—, la Iglesia afronta presiones y desafíos, a la vez que experimenta un crecimiento de la feligresía como fruto de los esfuerzos de evangelización y la creación de nuevos espacios para su desenvolvimiento, explica el P. Sosa.

“Muchos de los antiguos líderes se han ido. El clero cubano se está yendo; vienen religiosos y clero de afuera que no entienden la mentalidad de la gente y deben aprender”, afirma el párroco, quien salió de Cuba a los 14 años y ha viajado frecuentemente a la Isla por tareas eclesiales desde 1984.

“Estos cursos vienen a formar al pueblo. Formar significa dar una fortaleza y ánimo en el área de la liturgia”.

Misa en la Basílica del Cobre, a los pies de la sagrada imagen de la Virgen de la Caridad. Junto al P. Sosa y a Rogelio Zelada se encuentra el P. Juan Elizalde Piñera, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

Fotógrafo: Cortesía del P. Juan Sosa

Misa en la Basílica del Cobre, a los pies de la sagrada imagen de la Virgen de la Caridad. Junto al P. Sosa y a Rogelio Zelada se encuentra el P. Juan Elizalde Piñera, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

El P. Juan Sosa, párroco de St. Joseph, en Miami Beach posa con algunos participantes de la  Arquidiócesis de Camaguey, de los talleres de inculturación de la liturgia que atraen a fieles cubanos de todas las edades comprometidos con sus parroquias.

Fotógrafo: Cortesía del P. Juan Sosa

El P. Juan Sosa, párroco de St. Joseph, en Miami Beach posa con algunos participantes de la Arquidiócesis de Camaguey, de los talleres de inculturación de la liturgia que atraen a fieles cubanos de todas las edades comprometidos con sus parroquias.

Entre los retos de la Iglesia insular, señala el clérigo, es de notar que entre las once diócesis, “no hay una unidad, una uniformidad, en la forma en que celebran la Eucaristía; en el uso de los textos y leccionarios”

Sin embargo, “la Comisión de Liturgia trabaja en la elaboración del nuevo misal o leccionario; están haciendo esfuerzos, pero todavía todos los obispos no se ponen de acuerdo. Estas cosas no se podían hacer antes, porque había otras prioridades: alimentar a la gente; resolver situaciones con el gobierno”.

A partir de la participación en la celebración litúrgica, puerta de entrada a la experiencia de la Fe, los católicos cubanos empiezan a conocer, sentir y asimilar los preceptos primordiales de la identidad y vocación cristianas.

“Para mí —asevera el P. Sosa— la liturgia expresa el sentimiento del pueblo y refleja la eclesiología, la forma en que el pueblo ve la Iglesia; la forma en que la comunidad vive, lo refleja en la liturgia”.

“Cuando nos congregamos alrededor del altar, para un bautismo, un funeral, estamos celebrando a Cristo, y por lo tanto estamos siendo asamblea, comunidad, y eso dice mucho.

Estos elementos teológicos la gente los ve desde una perspectiva sencilla, y les permiten afrontar situaciones difíciles en el barrio, en el Comité [de Defensa de la Revolución], porque viven con convicción”, agrega.

La creciente y diversa integración de los creyentes es producto de un proceso dinámico en el cual la comunidad, pese a su embrionario conocimiento religioso, ha asumido su rol de sujeto litúrgico. Muchos se congregan en pequeños centros de espiritualidad, formación y lugares de culto llamados “casas de misión”, una iniciativa evangelizadora que nació en los años 1970, cuyo norte es llevar a la Iglesia a las periferias, ante la falta de templos y sacerdotes.

Habitualmente son los mismos fieles quienes atienden estas casas de oración, asesorados por párrocos y líderes laicos comprometidos. Éstos, a su vez, han heredado, de cierta manera, las enseñanzas del P. Sosa y el profesor Zelada desde 2001, el año de su primer curso de formación litúrgica en la Arquidiócesis de La Habana. En aquella ocasión, un centenar de lectores, acólitos, músicos pastorales, ministros de bienvenida y ministros de Eucaristía, provenientes de toda la región, se dieron cita, hambrientos de la Palabra de Dios y por experimentar Su amor.

En 2015, poco después del viaje apostólico del Santo Padre Francisco a Cuba, los dos representantes de la Arquidiócesis de Miami regresaron a la Isla con miras a dictar el segundo curso de formación litúrgica para sacerdotes, seminaristas y laicos en Santiago de Cuba, Camagüey y La Habana. Anteriormente a ellos, profesores del prestigioso Pontificio Ateneo de San Anselmo, en Roma, además de otras delegaciones de religiosos extranjeros, visitaron Cuba con ese mismo propósito. Pero los cubanos, asevera el P. Sosa, “preferían personas que se identificaban con su cultura también y podían traducir los términos litúrgicos al nivel de ellos”.

De modo que los exiliados volvieron en febrero del presente año. En una casa de retiros en el Cobre y un centro laico en Matanzas, ofrecieron conferencias a un centenar de personas de todas las edades adultas sobre la música sacra, los misterios, los signos, los símbolos, la estructura de las celebraciones y la historia de la Misa, entre otras asignaturas. Además, celebraron Misa en la Basílica Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre a los pies de la Virgen Mambisa.

Como la mayoría de los participantes tiene familiares afuera de la Isla, suelen conversar en los talleres con gran naturaleza acerca de ellos y sobre sus propios viajes al exterior, sin entrar en temas de índole política. Esto fomenta una vehemente empatía con los maestros visitantes. “Hablamos un mismo lenguaje, entendemos los chistes, los dichos populares, la cultura y la catequesis. Es como si nunca nos hubiésemos ido”, concluye el P. Sosa, ex coordinador del Encuentro Eclesial Cuba-Diáspora.

Vivir el cariño y el amor de la colectividad en el marco de la liturgia significa para él, como representante de la Iglesia de Miami, la oportunidad de sentir la presencia sanadora y amorosa de Dios en el corazón del pueblo cubano.

Daniel Shoer Roth es el autor de la biografía autorizada de Mons. Agustín Román “Pastor, Profeta, Patriarca”, publicada por la Ermita de la Caridad.


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