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Feature News | Monday, April 17, 2017

Con hambre y sin hogar en Nirvana

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El P. Stephen Hilley, de la parroquia St. Justin Martyr muestra algunos de los alimentos que abastecen a los necesitados en Key Largo.

Fotógrafo: Jim Davis

El P. Stephen Hilley, de la parroquia St. Justin Martyr muestra algunos de los alimentos que abastecen a los necesitados en Key Largo.

KEY LARGO | Un nuevo acondicionador de aire no siempre es gran cosa, pero es un problema cuando la gente tiene hambre.

Por eso la parroquia St. Justin Martyr se regocijó al recibir una subvención de una organización de beneficencia para refrescar una de sus habitaciones en el salón parroquial, que se utiliza para alimentar a más de 100 personas por semana.

Es sólo uno de varios apostolados caritativos de St. Justin y otras organizaciones en los Cayos de La Florida. Las iglesias, organizaciones benéficas y empresas locales a lo largo de un tramo de más de 100 millas, intentan contener una marea de hambre, desamparo y desempleo en lo que la mayoría de la gente considera una simple cadena de islas para divertirse.

“Por alguna razón, los Cayos atraen a personas sin hogar y desesperadas”, dijo el P. Stephen Hilley, párroco de St. Justin. “Piensan que esto es Nirvana, pero de todos modos tienen que ir a trabajar para alimentar a sus familias, y el trabajo es limitado”.

La lista de servicios de ayuda de St. Justin indica cuán fundamentales pueden ser las necesidades humanas en los Cayos.

Un banco de alimentos entrega productos enlatados, pollo congelado, pan y verduras a través de Feeding South Florida. El programa de dos años ayuda a unas 100 personas por semana.

St. Justin recientemente instaló una nueva unidad de enfriamiento en su almacén, un espacio de 115 pies cuadrados en su salón parroquial, gracias a una donación de $30,000 de la Ocean Reef Community Foundation, un grupo caritativo en Key Largo.

El Centro de Aprendizaje Infantil de la iglesia sirve desayunos, almuerzos y meriendas a 75-80 niños que reciben ayuda para su matrícula a través de Early Learning Coalition (Coalición para el Aprendizaje Infantil). El 85 por ciento recibe ayuda por la cantidad de $145 a $150 por semana.

SOS Mission, una corporación sin fines de lucro fundada por la Basílica de St. Mary Star of the Sea, en Key West, entrega alimentos a St. Justin. SOS (sigla de la fundación Star Of the Sea que además constituye la señal internacional de socorro en el código Morse) entrega cada año más de 1.5 millones de libras de comida para miles de estómagos hambrientos desde Key West a Key Largo. Su despensa es el doble del tamaño de la más grande de Miami, según un reciente artículo publicado en el National Catholic Reporter.

SOS también suministra una amplia variedad de artículos como ropa, muebles, alimentos para bebés, jabón, champú, comida para perros y gatos, incluso ropa interior para adultos. Su presupuesto de 4 millones de dólares proviene del gobierno, fundaciones e individuos, informó NCR.

Vivir sin un salario digno

¿Cuán difícil puede ser la vida en los Cayos? Caridades Católicas de la Arquidiócesis ofreció algunas cifras.

En Key West, el uno por ciento gana $3.3 millones. El 99 por ciento restante devenga unos $55,000, informó el diácono Richard Turcotte, director general de Caridades Católicas. Un salario digno en los Cayos es de unos $72,000.

El P. Stephen Hilley de la parroquia St. Justin Martyr muestra el letrero que la iglesia pone para los necesitados en Key Largo.

Fotógrafo: Jim Davis

El P. Stephen Hilley de la parroquia St. Justin Martyr muestra el letrero que la iglesia pone para los necesitados en Key Largo.

Añadió que no sólo los recién llegados están atrapados en las dificultades económicas. “Muchos de los desamparados son empleados a tiempo completo, residentes, ciudadanos que pagan impuestos. La mayoría de los asalariados tienen varios empleos a tiempo parcial o menos, porque si pierden un pago...”

El condado de Monroe, que incluye los Cayos, es el séptimo más grande en la nación en desigualdad económica, indicó Patrice Schwermer, coordinadora de ayuda de Caridades Católicas en los Cayos. Agregó que, incluso entre los habitantes del condado que viven sobre el nivel de pobreza, al 46 por ciento se le hace difícil satisfacer las necesidades básicas de sus familias.

“Éste es uno de los lugares más hermosos, pero uno de los más difíciles para vivir”, expresó.“Necesitamos aprender cómo lograr que las comunidades sean sostenibles”.

La parroquia San Pedro, en Plantation Key, al sur de St. Justin, tiene sus propios servicios. Al igual que otras parroquias, tiene un “apostolado de ayuda” a través del que ofrecen asistencia a corto plazo para alimentos y facturas del agua y la electricidad. También recauda ayuda para Haití, una causa muy querida para el P. Franky Jean, nacido en Haití, quien se convirtió en párroco en julio.

Las homilías son otra herramienta para aumentar la concientización sobre las necesidades de la gente, dijo el P. Jean. Expresó que tanto el problema como la solución se sientan en sus bancos.

Los Cayos son una rareza: los millonarios viven junto a los pobres”, dijo, “y acuden al mismo lugar para el culto”.

Pero no se necesita una gran asociación, o incluso una iglesia, para ayudar. Día tras día, Mary Ann Don, de Marathon, sube a su camioneta Dodge de 2005, recoge donaciones de tiendas locales o de Keys Area Interdenominational Resources (KAIR), una despensa en Marathon. Luego las entrega a los necesitados en lugares como Tavernier, en los Cayos Superiores, y Big Pine Key, en los Cayos Inferiores.

“A veces conduzco 300 millas al día”, dijo la residente de los Cayos, de 86 años, quien ha vivido allí durante cuatro décadas. “Puedo trabajar de cinco a ocho horas entregando y recogiendo, y cuando regreso a casa, encuentro más donaciones”.

Dormir entre los arbustos

Además de San Pedro, donde da clases a los niños los fines de semana, Don también recoge donaciones en la iglesia San Pablo, en Marathon, donde asiste a la Misa diaria a pesar de las 38 millas que median entre las iglesias.

“No es una carga, es una dicha”, dijo Don, que se crió en Michigan durante la época de la Depresión. “De niña me enseñaron a cuidar a los necesitados. Trabajaré mientras El de Allá Arriba me ayude”.
La necesidad de practicar tal bondad puede parecer menor en los Cayos, un refugio para buceadores y pescadores deportivos. Pero los sabios como Don saben dónde buscar.

Señaló que algunos de los pobres acampan en áreas boscosas de los Cayos. Ha visto gente durmiendo en los bancos del Aeropuerto Internacional Florida Keys Marathon. Una vez vio a una mujer durmiendo sobre una unidad de aire acondicionado, quizás para no dormir en el suelo. En otra ocasión, vio a una mujer que intentaba refugiarse entre los arbustos y la pared de un restaurante de panqueques.
Don también mira con consternación el tráfico en la despensa de KAIR, que reparte hasta 18,000 libras de comida al mes.

“Ves las colas de gente y no sabes de dónde vienen”, expresó. “Y ves los aviones privados que llegan y salen del aeropuerto, con todo su dinero, y uno se pregunta ‘¿Por qué?’”

Conectar los puntos de la necesidad humana con la justicia social es otra faceta del trabajo de la Iglesia, dijo Schwermer, la coordinadora de Caridades Católicas. Ella hace presentaciones en los Cayos sobre el hambre y la falta de vivienda, y anima a los feligreses a trabajar en los comedores para indigentes. También conecta la defensa de los pobres con otros valores católicos, como la reforma migratoria, el cuidado de la creación y la oposición a la pena de muerte.

“Siempre trato de comunicar lo que es nuestra misión social católica en su totalidad: encontrarnos con Cristo al relacionarnos con las personas pobres y vulnerables”, dijo Schwermer.

Y los que ayudan valoran las historias de éxito que ven. Don habló de un hombre sin hogar que entró en San Pedro, empapado por la lluvia. Le dio ropa seca y comida enlatada para su mochila. También lo refirió a KAIR para que recibiera más ayuda.

Para su deleite, dos semanas después asistió a la Misa en San Pablo, con pantalones de vestir y una camisa blanca. Consiguió trabajo como mesero en un restaurante.

“Se había superado”, dijo Don. “Ver algo así le hace a uno bien”.



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