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Feature News | Friday, November 21, 2014

Se buscan padres sustitutos para los niños sin acompañantes

'Necesitamos familias para poder colocar a más niños'

Jacquelin Escobar, trabajadora social del Programa Unacompanied Refugee Minors (Menores Refugiados sin Acompañantes), señala en un mapa los países de donde proceden los menores que están en el programa.

Photographer: ROCIO GRANADOS | LVC

Jacquelin Escobar, trabajadora social del Programa Unacompanied Refugee Minors (Menores Refugiados sin Acompañantes), señala en un mapa los países de donde proceden los menores que están en el programa.

La trabajadora social del Programa Menores Refugiados Sin Acompañantes, Jacquelin Escobar con Jessica, una de las beneficiarias del programa desde el año 2009, cuando llegó a los Estados Unidos.

Photographer: ROCIO GRANADOS | LVC

La trabajadora social del Programa Menores Refugiados Sin Acompañantes, Jacquelin Escobar con Jessica, una de las beneficiarias del programa desde el año 2009, cuando llegó a los Estados Unidos.

MIAMI | A los 16 años Jessica llegó sola a los Estados Unidos. Quería reunirse con su hermana mayor, trabajar y ayudar a su familia en su natal Guatemala.

Durante su travesía, que duró dos meses, el traficante que la traía abusó sexualmente de ella y la mantuvo secuestrada por más de un mes en una casa de Tijuana, México, muy cerca del muro fronterizo con Estados Unidos.

Jessica pudo escapar y se refugió en un albergue para inmigrantes, dirigido por monjas. Sus deseos de entrar a los Estados Unidos no disminuyeron. En el albergue se formó un nuevo grupo de mujeres para cruzar la frontera.

Con ellas se fue hacia Mexicali, México, y después de caminar por cinco días en el desierto, bajo terribles condiciones climáticas, en febrero del 2009 fue detenida por la patrulla fronteriza dentro del territorio estadounidense.

Sonia Granados, especialista del Programa de Menores Refugiados sin Acompañantes de las Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Miami.

Photographer: ROCIO GRANADOS | LVC

Sonia Granados, especialista del Programa de Menores Refugiados sin Acompañantes de las Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Miami.

Por ser menor de 18 años, llegar al país sin la compañía de un padre o un tutor y haber sufrido abuso sexual durante su travesía hacia los Estados Unidos, Jessica era elegible para vivir en este país, pero no tenía un padre o un familiar elegible que pudiera cuidar de ella durante un período de tiempo prolongado.

En estas circunstancias, fue admitida bajo la custodia de Unacompanied Refugee Minors Program, URM (Programa de Menores Refugiados sin Acompañantes). La enviaron a un albergue para menores de edad en San Diego, California, por siete meses. Luego llegó a Miami con una familia sustituta, hasta que cumplió 18 años y se independizó.

Vivir con una familia sustituta ha sido para Jessica una experiencia enriquecedora que le ha ayudado en su vida diaria en este país.

“Vivir con ellos al principio fue difícil porque yo sólo hablaba español y ellos sólo inglés: culturas diferentes, idiomas diferentes”, dice Jessica, quien recuerda que aunque fuera sólo para comer frijoles, su familia de 10 hermanos se sentaban todos juntos a la mesa. “Pero aprendí el idioma; les agradezco que me hayan dado la oportunidad, que me enseñaron a hacer todo”, agrega.

Desde 1980, cuando se creó el Programa de Menores Refugiados sin Acompañantes de las Caridades Católicas, se han beneficiado más de 13 mil menores de edad y jóvenes adultos, entre las edades de 1 a 22 años.

En el Año Fiscal 2014, una enorme cantidad, más de 68 mil menores sin acompañantes, fueron detenidos entrando ilegalmente por la frontera sureste a los Estados Unidos.

A pesar de ello, la Oficina de Menores Refugiados sin Acompañantes de las Caridades Católicas a nivel nacional, sólo asiste a 700 menores y adultos jóvenes.

Se calcula que únicamente el 10 por ciento de estos menores van a centros u hogares sustitutos, en su mayoría dirigidos por las Caridades Católicas. El 90 por ciento de los menores se reúnen con sus padres o familiares.

El programa de Miami tiene capacidad para asistir a hasta 37 menores y jóvenes adultos. Pero actualmente hay sólo 30, entre las edades de 8 a 22 años, inmigrantes de los países de Nepal, República del Congo, Guatemala, Cuba, Haití, El Salvador y Myanmar, porque “necesitamos familias para poder colocar a más niños”, dijo Jacquelin Escobar, trabajadora social del Programa de Menores Refugiados sin Acompañantes de las Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Miami.

El programa va a empezar a recibir a más niños y “vamos a necesitar más familias que quieran tener niños en sus hogares. Por lo menos 10 familias”, dijo Escobar. “Son los menores de edad a quienes colocamos dentro de una familia u hogar”, agregó.

Los jóvenes adultos que forman parte del programa reciben otros servicios, como asistencia de vivienda. Pueden vivir en grupos, en apartamentos o casas con el apoyo de un trabajador social, quien les ayuda en todo lo que necesiten.

Además, dependiendo de los casos, el programa ayuda a recibir recursos como sellos de alimentos, seguro médico, terapia física o mental si la necesitan, cursos para aprender a ser más independientes, cómo aprender a lavar la ropa o ir al supermercado.

“Los niños que recién llegan no saben leer las etiquetas de los alimentos, como cuándo expira la comida”, dijo Escobar.

Los recursos vienen del gobierno, del Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS), a través de la oficina de Reubicación de Refugiados (ORR) y funcionan directamente con el Departamento de Niños y Familias.

Qué se necesita para convertirse en padre sustituto

Lo primero es tener un corazón abierto, con la capacidad de querer a estos niños como si fueran propios. Para empezar el proceso, las Caridades Católicas realizarán una verificación detallada sobre antecedentes de abuso sexual, civiles y penales, licencia de conducir y huellas digitales. Todo eso para garantizar que los niños estén bien cuidados. Además, cada adulto debe completar el curso PRIDE Service Training, de 30 horas, que consiste en una capacitación para las familias acerca de los traumas que los menores han experimentado, para que estén bien informadas y puedan ayudarlos y entenderlos. Por último, un especialista del programa visitará los hogares para determinar si la familia y la casa pueden calificar como padres sustitutos por el Estado de La Florida.

Si alguien está interesado, pero por cualquier razón no puede ser padre sustituto, puede ser un mentor. “Los muchachos de 18 años o más, en muchos casos necesitan guía y apoyo para hablar o para salir”, dijo Escobar.

También se puede ayudar como voluntario o con donaciones económicas. La comunidad puede participar de diferentes maneras, en dependencia de su tiempo o disposición.

“Tenemos un pequeño grupo de padres sustitutos; queremos seguir recibiendo a más niños, pero necesitamos más familias para poder decir que vamos a colocarlos aquí y ahora”, agregó Escobar.

Jessica dice haber superado los traumas del abuso que vivió. Se casó y tiene dos hijos. Está estudiando enfermería y dice que quiere devolver un poco de lo que ha recibido y convertirse, en el futuro, en madre sustituta. “He recibido mucho, no sólo del programa, sino del país”, agregó.

Lo más importante de ser un padre sustituto, “es que el menor o la menor se sienta como parte de la familia y no sienta que es algo sólo temporal, o que sólo está ocupando una cama”, dijo Escobar.

Para obtener más información sobre cómo convertirse en un padre sustituto del Programa Unaccompanied Refugee Minors, de las Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Miami, puede contactar a:

Sonia Granados
Program Specialist
Tel: 305 883 3383 Ext. 224
700 S. Royal Poinciana Blvd. Suite 806
Miami Springs, FL 33166.


O a través de la página web:www.ccadm.org
 


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