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Homilies | Saturday, June 27, 2015

Juan el Bautista abre las puertas de nuestro mundo a la esperanza

Homilía durante Misa con la Asociación Cubana de los Caballeros de Malta

Homilía del Arzobispo Thomas Wenski en Misa con miembros de la Asociación Cubana de los Caballeros de Malta. Catedral de St. Mary, Sábado, 27 de Junio de 2015. 

Los niños representan el futuro. “¿Qué será de este niño?” Esa fué la pregunta hecha por los familiares y amigos de Isabel y Zacarías. Y esta es la pregunta que todos nosotros nos hacemos hoy en día - acerca de nuestros hijos e hijas, nuestros nietos, nuestros sobrinos y sobrinas. Los niños son el futuro – y ellos llevan nuestras esperanzas hacia el futuro.

En la lectura del Evangelio de hoy, nace una esperanza para Isabel y Zacarías. Isabel estaba más allá de la edad fértil – de manera que esta esperanza parecía estar más allá de los ámbitos de las posibilidades - y para Zacarías, por lo menos al principio, más allá de lo imaginable.

Sin embargo, nuestro Dios, cómo le gusta decir al Papa Francisco, es un Dios de sorpresas. Y también es un Dios que cumple sus promesas: Él es fiel – incluso cuando nosotros no lo somos.

Así es que, con el nacimiento de Juan el Bautista, nace una esperanza – pero no solamente  para Isabel y Zacarías, sino también para todos aquellos que en Israel esperaban el cumplimiento de las promesas de Dios. Cuando todo parecía perdido– pues, la gloria del Reino de David era ya solamente un recuerdo lejano – Dios actuó. Sí, la esperanza nace para Isabel y Zacarías, para el resto de Israel y también para nosotros. Ya que Juan es el profeta, el precursor, él que abre el camino para Aquel qué es el Cordero de Dios, él que nos salvará de nuestros pecados. Juan es el Profeta que tiende un puente entre el Antiguo y Nuevo Testamento, e introduce a Jesucristo al mundo, como su única esperanza, una esperanza que jamás defraudará.

Nace Juan. Nos dice el Evangelio, que cuando los vecinos y familiares de Isabel, escucharon que el Señor había mostrado una gran misericordia con Ella, ellos se regocijaron con Ella. Estas personas deben de haber sido muy buenas personas – en primer lugar porque se regocijaron cuando algo bueno le pasó a uno de sus amigos. (En nuestro mundo de hoy - está es una actitud que todos nosotros debemos de imitar – donde existe tanta competencia, y tanto esfuerzo “para mantenernos al corriente,” y, en vez de regocijarnos con la buena suerte de nuestros amigos, fruncimos el ceño.) Y en segundo lugar, ellos comprendieron que los niños son una “bendición” y no una “carga.”

Así es que debemos de darles algún crédito a todos aquellos reunidos en la casa de Zacarías. Ellos reconocieron que Isabel – efectivamente fue bendecida y apropiadamente se regocijaron. Pero, mientras se reunían a regocijarse con ella, ellos también esperaban que Isabel y Zacarías nombrarían a su hijo con el nombre de sus padres o de alguno de sus antepasados. En otras palabras, como muchos de nosotros hoy en día, aceptan las bendiciones de Dios –pero querían volver a “su vida normal.” El agradecerle a un Dios amoroso y generoso – todas las bendiciones con la que Él nos colma todos los días es, como decimos en el Prefacio en la Misa, “justo y necesario” –pero no es suficiente.  Isabel y Zacarías se recordaron de la Palabra de Dios– de las instrucciones que Dios le dio a Zacarías a través del ángel. Zacarías, sordo y mudo, a causa de su incredulidad, pide una tablilla y escribe: “Su nombre es Juan.” La respuesta a las bendiciones de Dios es la gratitud, pero también debe de ser la obediencia. La obediencia de fe de Zacarías le afloja la lengua y le abre sus oídos.

Muy a menudo, entre más Dios nos bendice, más cómodos, más complacientes y más apáticos nos volvemos. A veces, es solo a través de las dificultades y las pruebas que soportamos - lo que nos acerca más a Cristo. Pero, Isabel y Zacarías nos demostraron que la obediencia  y  la alabanza son las respuestas adecuadas a las bendiciones de Dios. Cuando todo el mundo alrededor de ellos solamente querían darle gracias a Dios y luego volver a su vida normal, Zacarías escogió el camino más alto.

La gente preguntó, “¿Qué será de este niño?” Ahora nosotros sabemos la respuesta a esa pregunta. Juan preparó el camino. Y como ya sabemos por ser coherente con su misión sufrió el martirio. Y murió precisamente porque fue un testigo fiel. Y la causa de su muerte fue el testimonio que el dio sobre la verdad del matrimonio. Los tiranos siempre creen que puedan echar de un lado la verdad. 

La decisión ayer de la Corte Suprema de los Estados Unidos al redefinir el sentido del matrimonio abre las puertas a la tiranía en este país. El ejemplo de Juan el Bautista debe animarnos para que también nosotros permanezcamos coherentes con nuestro compromiso bautismal. Que no nos quedemos cómodos ni apáticos frente a los retos de ser discípulos misioneros. Que la obediencia de Isabel y Zacarías nos indiquemos el camino que hemos de seguir. Aun cuando todo parece perdido tenemos que confiar que nuestro Dios es capaz de actuar.  

Juan el Bautista abre las puertas de nuestro mundo a la esperanza. El prepara el camino hacia esa esperanza - que es Jesucristo. Dios sigue sorprendiéndonos, porque él  sigue actuando en nuestra historia, y en nuestras vidas. Cristo nació por nosotros en Belén – y porque él viene a vivir entre nosotros, él nos abre, para nuestros hijos y nuestras familias – un futuro de esperanza.  

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