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Homilies | Saturday, June 25, 2016

Hagamos tiempo para escuchar a Dios

Homilía del Arzobispo Thomas Wenski durante una Misa con los Caballeros y Damas de la Asociación Cubana de la Orden de Malta, celebrada el 25 de junio en la Catedral de St. Mary.

Hoy la Iglesia celebra el nacimiento de Juan el Bautista, una fiesta muy importante para los caballeros y damas de Malta. Una vez más, vemos que Dios cumple sus promesas - pero, lo hace en su propio tiempo y en su propia manera. En este corto pasaje del Evangelio de San Lucas vemos cómo nuestro Dios es un Dios de sorpresas. Él cumple su voluntad de maneras inesperadas.                                 

En primer lugar, lo hace otorgándole a Isabel y a Zacarías el don de poder tener un hijo - incluso en su vejez, en un momento en que ambos pensaban que sus oraciones no habían sido escuchadas. En segundo lugar, sorprende con el nombre que se le ha dado al niño, Juan; entre los familiares y en el círculo de amigos de Zacarías, no había nadie que se llamara Juan.                                  

Sin embargo, el nombre de Juan, significa "Dios es misericordioso" y él será – precisamente - el heraldo de esa gracia. Y en tercer lugar, la discapacidad de Zacarías desaparece - después de nueve meses de silencio - el comienza a hablar y sus primeras palabras son palabras de alabanzas y de agradecimiento a Dios.

Ustedes recordarán que Zacarías perdió el habla cuando empezó a dudar de lo que el ángel le había dicho - cuando él estaba ofreciendo culto en el templo. Ustedes se podrán imaginar - después de muchos años orando para poder tener un niño, él ahora no cree que sea posible que en su vejez Isabel dará a luz a un hijo. Y así es que el ángel le dio un tiempo de silencio forzado para pensar mejor las cosas.

Nueve meses es bastante tiempo sin poder hablar. A pesar de su fe - y no debemos dudar de que Zacarías era un hombre de fe - puede ser que Zacarías estaba esperando a desarrollar sus planes de acuerdo a su voluntad y no según el plan de Dios. ¿Les suena familiar? ¿Con qué frecuencia - en vez de rezar como Jesús nos enseñó - "Padre, hágase tu voluntad" – rezamos, "Padre, que se haga mi voluntad"? El esperar que Dios responda a nuestras oraciones de acuerdo a nuestras expectativas nos puede cegar a las inmerecidas gracias que Él nos quiere regalar a lo largo de nuestra vida. Así es que esos nueve meses de silencio fueron más bien un "regalo" más que un "castigo" para Zacarías.

Casi podemos escuchar las palabras del hijo de Zacarías, cuyas palabras resuenan a través del tiempo Litúrgico del Adviento. "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos". (Lucas 3:4). Sin la adecuada preparación, es imposible estar listo para discernir la voluntad de Dios, y mucho menos para actuar en ella. Y, el silencio de Zacarías más bien le dio la oportunidad de meditar y poder contemplar la obra que el Señor ya estaba llevando a cabo a través de su esposa - e incluso de él mismo. De hecho, cuando al niño se le da su nombre, la lengua de Zacarías se suelta y en los próximos versículos de San Lucas vemos que nos presentan el "Benedictus" de Zacarías – lo cual es un hermoso canto cantado en los Laudes, la oración de la mañana de la Iglesia de cada día. "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo" (Lucas 1:68).

Por lo tanto, podemos ver como Zacarías utilizó muy bien su tiempo de silencio. Y todos nosotros podemos aprender de su ejemplo. La voluntad de Dios no siempre es clara para nosotros. A veces, como le pasó a Zacarías, parece que estamos buscando a tientas en la oscuridad, buscando la comprensión. En medio de todas estas experiencias, tenemos que aprender la lección de tener paciencia en nuestra fe. Si no nos damos el tiempo oportuno para "escuchar" a Dios que nos habla - en su palabra, en los eventos de nuestras vidas - vamos a perder la oportunidad de escuchar la buena noticia, el Evangelio de la alegría.

Juan es el gran profeta que cierra el Antiguo Testamento anunciando la cercanía del Mesías. Sólo de María y de este hombre tan singular celebramos litúrgicamente su nacimiento. Su irrupción en la historia de la nueva alianza es el gran anuncio de la proximidad del tiempo de la salvación. Juan, hijo de Isabel y Zacarías, predica en el desierto alzando su voz a todo el que quiera oírlo, y sin pelos en la lengua grita el mensaje que Dios le ha encomendado. Desde su auténtica austeridad está convencido de que el camino del Señor no se construye con palabras, sino con acciones; por eso invita a compartir con el pobre, clama por los que pasan hambre, y exige practicar la justicia evitando toda forma de abuso y de opresión. 

Y es que ser profeta no significa tener todo bajo control. Se trata ante todo de no callar aunque nos dejen solos, de gritar en el desierto aunque vayamos contracorriente, y de asumir con todas las consecuencias, el testimonio de querer ser fieles a Dios, aun cuando no lo entendemos, cuando nos desconcierta, cuando nos saca de nuestras seguridades. Es, a fin de cuentas, no amoldarnos nosotros al "desierto" en que quiere convertirse nuestra sociedad actual, marcada por ideologías que quieren ocupar el lugar de Dios, y herida por el odio, el egoísmo o la violencia. Se trata de un compromiso de fe, con la verdad, con la historia y con la Iglesia.

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