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Columns | Tuesday, October 18, 2016

Salgan a cumplir con el deber de votar

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Como católicos, vemos la responsabilidad ciudadana como una virtud, y por lo tanto la participación en el proceso político no es sólo un derecho, sino también un deber. El martes 8 de noviembre es el día de las elecciones, y como católicos y como ciudadanos estadounidenses debemos ejercer el derecho y el deber de nuestra ciudadanía de ir a las urnas y votar.

Nuestra Iglesia tiene razón al no decirles a los fieles que voten por un candidato o partido en particular. Como el Papa Francisco dijo a un reportero en su vuelo de regreso a Roma desde Azerbaiyán, el 2 de octubre, “el pueblo es soberano. Sólo diré: estudien bien las propuestas, recen y elijan en conciencia”.

La Iglesia Católica no es —ni quiere ser— un factor político. Sin embargo, ella sí tiene un profundo interés —y con razón— en el bien de la comunidad política, cuya alma es la justicia. (Cf. Deus caritas est # 28-29). Por esta razón, la Iglesia participa en una gran variedad de cuestiones de política pública, incluyendo el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la inmigración, la educación, el matrimonio por el bien de la familia, la pobreza y el racismo, entre muchas otras.

La Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos y, a nivel estatal, la Conferencia Católica de la Florida, ayudan a educar a los católicos y a otras personas de buena voluntad para que nuestras opciones, tomadas con una conciencia informada y bien formada, sean coherentes con nuestra Fe.

De este modo, la Iglesia ofrece un marco moral específico que debe guiar al votante en la toma de decisiones prudentes en cuanto a quiénes son los “mejores” candidatos o —como lamentablemente sucede con demasiada frecuencia— quienes son los candidatos “menos malos”.

Este marco moral, fundamentado en las Escrituras y expresado en la enseñanza de la Iglesia —más que en una simple afiliación política o de interés propio— debe guiar al católico serio para examinar a los candidatos en una amplia gama de cuestiones, así como sobre su integridad personal, su filosofía y su desempeño público. De esta manera, nuestro voto será el ejercicio de nuestra condición de ciudadanos responsables y, al mismo tiempo, seguidores de la Fe.

Para los católicos, la vida y la dignidad de la persona humana no son una “causa estrecha”, sino el camino de la vida. Por esta razón, ningún católico debe votar por un programa político o una ley que contradiga los principios fundamentales de nuestra Fe. Al compartir nuestras enseñanzas sociales y poner de relieve las dimensiones morales de las diversas cuestiones políticas debatidas hoy en día en nuestra sociedad, nosotros, como católicos, no imponemos nuestros puntos de vista a los demás. Por el contrario, hacemos nuestra propuesta en cuanto a lo que mejor contribuye al florecimiento humano.

Demasiado a menudo, un falso entendimiento de la “separación entre la Iglesia y el Estado” —un entendimiento que relega la religión a la esfera privada— se utiliza para reprimir el debate. Permitir que se nos silencie sería una abdicación de nuestra obligación de dar testimonio de Cristo, y nos reduciría a la condición de “ciudadanos de segunda clase”. Como el Dr. Martin Luther King Jr. y el movimiento de derechos civiles demostraron, cuando los grupos religiosos se integran en el debate público, la nación se enriquece, no se pone en peligro.

La estridencia y la polarización de la política actual en los Estados Unidos pueden ser desalentadoras. Necesitamos un nuevo tipo de política: una política centrada en principios morales, no en las encuestas; en las necesidades de las personas vulnerables, no en las contribuciones de los poderosos; y en la búsqueda del bien común, no en las exigencias de los intereses especiales.

Muy pocos de los candidatos comparten una preocupación constante por la vida y la dignidad humanas. Y muy pocos ciudadanos exigen responsabilidades a los funcionarios públicos ejerciendo realmente su derecho al voto. Todo esto demuestra que, como católicos, debemos participar más —y no menos— en la vida política. Todos nosotros estamos llamados a convertirnos en participantes informados, activos y responsables del proceso político, y a hacerlo llevando con nosotros, de manera coherente y consistente, nuestra fe, nuestras convicciones morales y nuestras responsabilidades a la plaza pública. El martes 8 de noviembre, ¡salgan a votar!

 

Comments from readers

Juan Larrain - 11/07/2016 10:17 PM
Es patetico que la Iglesia, por temor o correcci�n pol�tica, rehuse pronunciarse con total claridad acerca del deber de todo catolico de votar en consecuencia con los principios y valores de su Fe. Que la jerarqu�a no se lamente mas tarde por leyes o decisiones de la Corte Suprema que los afecten seriamente, cuando no supo defenderlos con la fuerza y convicci�n que americana las circunstancias. Un catolico no puede votar por un candidato que propicie pol�ticas diametralmente opuestas a las ense�anzas de Cristo y su Iglesia y esto no debe ser recordado con frases oblicuas o sujetas a interpretaci�n. Es preferible tener menos feligreses pero realmente comprometidos con la Fe que muchos reblandecidos por los tiempos, pero que desalientan nuevas conversiones. El mundo actual nos empuja a volver a la Iglesia heroica, aquella que se inicio con la inmolaci�n de Cristo en la cruz y que a pesar de las persecuciones logro conquistar Roma y convertir al emperador. La valent�a y el coraje son las verdaderas armas de la evangelizaci�n.

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