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Homilies | Saturday, November 26, 2016

Virgen Mambisa: Sigue acompa�ando a tu pueblo

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El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilia en la Ermita de la Caridad del Cobre el 26 de noviembre 2016, primer domingo de Adviento y el día después de que se anunciara la muerte de Fidel Castro.

“Caminemos en la luz del Señor”, nos dice el Profeta Isaías.

“Desechemos las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz...,” nos dice San Pablo en su Carta a los Romanos.

Así nos habla la Palabra de Dios al comenzar este tiempo litúrgico que llamamos el Adviento. Adviento llega para llamarnos a la conversión. Adviento llega para avivar en nosotros la espera del Señor, el Príncipe de la Paz. El propósito en sí del Aviento es el de un renacer de nuestra sed de Dios. Si nuestra vida es un continuo Adviento en espera del Señor, podremos ir “con alegría al encuentro del Señor” como nos dice el Salmo.

Cubanos exiliados se unen en oración durante la Misa oficiada el 26 de noviembre en la Ermita de la Caridad por el Arzobispo Thomas Wenski.

Fotógrafo: TOM TRACY | FC

Cubanos exiliados se unen en oración durante la Misa oficiada el 26 de noviembre en la Ermita de la Caridad por el Arzobispo Thomas Wenski.

Por eso, hacemos bien en comenzar este Adviento a los pies de la Virgen de la Caridad del Cobre aquí en su Ermita, construida con muchos sacrificios por los exiliados, kilo prieto por kilo prieto. La Virgen de la Caridad es como el ícono del tiempo de Adviento, pues nos enseña cómo debemos nosotros aguardar el día del Señor. Al contemplar la pequeña imagen de esta Virgen bendita, nos damos cuenta que la grandeza no está en las dimensiones de las cosas y las estructuras sino en la estatura moral del espíritu humano.

El pueblo cubano es un pueblo noble –pero es también un pueblo que sufre. Como decía el Monseñor Pedro Meurice al Papa, San Juan Pablo II, hace 19 años, “Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia. Este es un pueblo que tiene vocación de universalidad y es hacedor de puentes de vecindad y afecto, pero que cada vez está más bloqueado por intereses foráneos y padece una cultura del egoísmo debido a la dura crisis económica y moral que sufrimos. Nuestro pueblo,” continuaba el León del Oriente, “es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden, pero necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos.”

El Mesías que esperamos no es otro caudillo; Él es el cordero de Dios que viene a traernos la paz. Aunque “Él ejercerá la autoridad”, él no nos oprimirá o explotará. Al contrario, Él deberá transformar nuestra cultura de guerra a la cultura de la paz: “…Se cambiarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; nación no alzarán espada contra nación, ni habrán más guerras.”

En resumen, el Adviento es un tiempo de preparación de nuestro corazón para recibir al Señor. Estas indicaciones nos sugieren dejar el pecado y revestirnos de virtudes “para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas”. Claro, el adviento nos pone en marcha para las preparativas navideñas; pero, más importante aun, porque “a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo de hombre,” el adviento nos recuerda que un día el Señor vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Por eso, las escrituras nos amonestan que estemos alertos, que nos despertemos del sueño. O sea, que no vivamos como en los tiempos de Noé. En el libro de Eclesiastés del Antiguo Testamento leemos: “Al justo y al malvado los juzgará Dios pues hay un tiempo para toda obra y un lugar para toda acción." (Eclesiastés 3: 17

Así, durante este tiempo de Adviento nos toca simplemente responder a la gracia para ser revestidos con las armas de la luz, como son: la fe, la esperanza, la caridad, la humildad, la templanza, el gozo, la paz, la paciencia, la comprensión de los demás, la bondad y la fidelidad; la mansedumbre, la sencillez, la pobreza espiritual, etc.

Una de las religiosas que trabajan en la Ermita de la Caridad une sus manos en oración durante la Misa oficiada el 26 de noviembre por el Arzobispo Thomas Wenski.

Fotógrafo: TOM TRACY | FC

Una de las religiosas que trabajan en la Ermita de la Caridad une sus manos en oración durante la Misa oficiada el 26 de noviembre por el Arzobispo Thomas Wenski.

Ahora bien, en la víspera de este primer Domingo de Adviento, como para hacer hincapié en las palabras de Cristo “a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre”, nos hemos enterado que Fidel Castro se murió. A cada ser humano, a cada uno de nosotros, le toca morir; todos seremos juzgados un día. Ahora le toca a él, el juicio de Dios que es misericordioso pero no deja de ser justo. La muerte de Fidel provoca muchas emociones – dentro y fuera de la Isla. Sin embargo, más allá de todas las posibles emociones, la desaparición de esta figura debe llevarnos a invocar a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, pidiendo a ella por la paz en Cuba y por su pueblo. 

Ella ha acompañado al pueblo cubano por más de 400 años, y nunca ha dejado de acompañarnos, ni en los momentos de sacrificio y coraje junto a los mambises, que dieron su sangre para conseguir la ansiada independencia, ni en los tiempos de bonanzas, turbulencias y esperanzas de la joven república.

Pero también la Virgen Mambisa ha sabido sufrir con su Iglesia cuando el oscurantismo marxista la hería y diezmaba, y supo estar al pie de la cruz de sus hijos, mientras morían fusilados gritando Viva Cristo Rey. Así estuvo, en medio de las alambradas de tantas prisiones y de los campos de trabajo forzado de la UMAP.

Siempre ha estado con sus hijos, lo mismo en años pasados que en tiempos recientes. Y estuvo presente en las estampitas que ocultaban en los armarios aquellos que se vieron forzados a sobrevivir negando en público su devoción, así como también en las medallas al cuello de los que, con la frente en alto, transmitieron, transmiten y siguen legando a hijos y nietos, el preciado don de la fe.

Presente en la isla y en el destierro, continúa prodigando su amor de madre, hoy como ayer, en las prisiones que no acaban de vaciarse y en medio de las mujeres que caminan reclamando libertad. Presente acompañando a todos los que, dentro y fuera de Cuba, luchan por el respeto a la dignidad humana y labran un futuro de libertad, justicia y paz. Así nos acerca ella al día, en que el amor a su Hijo será el cimiento eficaz para que, como le pedimos siempre, todos los cubanos seamos hermanos. 

“A Jesús por María, la caridad nos une.” Que Santa María de la Caridad escuche al pueblo y adelante para Cuba la hora de la reconciliación en la verdad acompañada de la libertad y la justicia. Que, por la intercesión de la Virgen mambisa, los cubanos sepan transitar ese camino estrecho entre el miedo que cede al mal, y la violencia que bajo ilusión de luchar contra el mal solamente lo empeora. Virgen de la Caridad del Cobre, ensénanos a rezar: ¡Marana tha, Ven Señor Jesús!

El Arzobispo Thomas Wenski celebra la misa el 26 de noviembre en la Ermita de la Caridad, un día despues de la muerte de Fidel Castro. A la izquierda está el P. Fernando Heria, recién nombrado rector de la Ermita. Un día despues de la muerte de Fidel Castro, el arzobispo ofrecio oraciones por el pueblo cubano, invocando a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, para que le trajera la paz a Cuba y su pueblo.

Fotógrafo: TOM TRACY | FC

El Arzobispo Thomas Wenski celebra la misa el 26 de noviembre en la Ermita de la Caridad, un día despues de la muerte de Fidel Castro. A la izquierda está el P. Fernando Heria, recién nombrado rector de la Ermita. Un día despues de la muerte de Fidel Castro, el arzobispo ofrecio oraciones por el pueblo cubano, invocando a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, para que le trajera la paz a Cuba y su pueblo.


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