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Homilies | Sunday, June 17, 2018

El sembrador divino nos invita a colaborar en la siembra de las semillas del reino

Homilia en la Misa de Clausura de la XXXIV Conferencia de la Renovación Carismática

Homilía del Arzobispo Thomas G. Wenski en la Misa de Clausura de la XXXIV Conferencia de la Renovación Carismática. 17 de Junio de 2018.

Queridos hermanos y hermanas:

Qué gran gozo en el Espíritu Santo poder reunirnos en el domingo para celebrar el gran banquete del amor; para darle gracias infinitas al Señor de cielo y tierra, y dejarnos alimentar por su Palabra y por su mismo Cuerpo y Sangre. Y qué providencial ocasión para expresar nuestro amor al Padre celestial, justamente el día en que recordamos y celebramos a todos los padres, vivos y difuntos. Recemos por todos ellos deseándoles hoy y siempre abundantes bendiciones. Y de manera particular en este Día de los Padres, elevemos con gratitud alabanzas a nuestro Padre Dios, que nos ama con amor infinito y nos hace a todos hermanos. El es el modelo de toda paternidad pues su paciencia y misericordia no tienen límites, por grandes que puedan llegar a ser nuestros errores e infidelidades.

Hoy el Evangelio proclamado nos recuerda la amorosa paciencia de Dios. Así como un sembrador planta la semilla y se abandona al sueño, con la confianza de saber que lo plantado dará frutos, así también el Señor espera, sin forzar nuestra libertad, la respuesta decidida a su llamada. Nos toca a nosotros ser buenos colaboradores con el plan de Dios, procurando que nuestros corazones, con la ayuda del Espíritu, sean tierra fértil donde la simiente sembrada se desarrolle a su debido tiempo.

Por otra parte, el sembrador divino también nos invita a colaborar con El en la siembra de las semillas del Reino. Es esa la misión que recibimos en nuestro bautismo: plantar las simientes de amor y paz, de justicia y verdad, sin esperar nada a cambio en este mundo, hasta contemplar lo cosechado desde la casa del Padre. No olvidemos que no depende solamente de nosotros el que nuestra siembra produzca buenos frutos, sino del Espíritu Santo de Dios, que por encima de la fragilidad humana y de nuestra condición de pecadores, es capaz de actuar con toda su fuerza transformadora y convertir nuestro humilde esfuerzo en abundante cosecha.

Como nos quiere hoy recordar la parábola del grano de mostaza, necesitamos recuperar el valor de lo pequeño y de lo aparentemente insignificante, sabiendo que el Espíritu de Dios es siempre capaz de convertir, hasta los más pequeños gestos de amor y de servicio, en enormes y valiosos frutos de vida eterna. Porque nuestra humilde y diaria aceptación de la voluntad de Dios, la mano extendida al hermano que sufre, o la visita a al enfermo o anciano que vive en soledad, tienen un valor enorme e incalculable a los ojos de Dios y para la cosecha eterna. Como nos recuerda el conocido canto: “El que siembra amor cosecha amor”, y de qué manera.

Hermanos y hermanas, nunca olvidemos que nada de lo que hagamos para cooperar con el plan divino tendrá buenos frutos si no es inspirado, animado y sostenido por el Espíritu Santo, amor infinito entre el Padre y el Hijo derramado sobre el mundo, que vivifica nuestras vidas y renueva nuestra esperanza. ¡Qué gran regalo de Dios a su Iglesia aquel día de Pentecostés, y cuánto gozo el poder alabarlo hoy al participar de esta conferencia anual de laRenovación Carismática! Una ocasión más para reencontrarnos con el Resucitado y renovar nuestra gracia bautismal. Un encuentro más, el numero 34 en nuestra Arquidiócesis de Miami, para revivir en cada uno la experiencia de Pentecostés, y con los dones que el Espíritu nos regala, llevar a nuestras comunidades y a todo nuestro pueblo la alegría y el gozo de la salvación de Dios.

Muchas gracias a todos ustedes, queridos miembros de la Renovación Carismática, por la riqueza espiritual que aportan en cada una de las parroquias donde viven su compromiso de fe. Les animo de corazón a seguir dejándose conducir por el Espíritu de la Verdad, dando testimonio del amor misericordioso de Dios y de la alegría de la fe, en medio de la familia, en nuestras comunidades, y en cada rincón de la sociedad. Como dijo el Papa Francisco en el reciente Jubileo por los 50 años de la Renovación Carismática: “Compartir el Bautismo en el Espíritu Santo con todos en la Iglesia, alabar al Señor sin cesar, caminar juntos con cristianos de diversas Iglesias y comunidades cristianas, servir a los más pobres y a los enfermos; ¡esto es lo que la Iglesia y el Papa esperan de ustedes, Renovación Carismática Católica; de todos los que han entrado en esta corriente de gracia!” (Circo Máximo, Roma, 3 de Junio de 2017).

El Papa Benedicto XVI también nos recordaba en su momento que “no hay Iglesia sin Pentecostés, ni hay Pentecostés sin la Virgen María” (Oración del Regina Coeli, Roma, 23 de Mayo, 2010). Pidamos pues a la Madre de la Iglesia, testigo singular del gran acontecimiento del Espíritu, que nos enseñe a estar siempre atentos, como ella, a sus inspiraciones, y con la ayuda de sus dones dar testimonio en el mundo de su poder renovador y de su amor redentor. Amen.

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