Article Published

Article_12429172859496

Columns | Sunday, April 29, 2012

Mons. Rom�n: Un gran vicentino

La noticia de la muerte de Mons. Agustín Román nos llenó de dolor a todos y mi teléfono no dejo de sonar de hermanos que sabían de mi cercanía con el obispo auxiliar emérito de Miami.

Yo sabía de su enfermedad reciente y de sus achaques del corazón; también sabía que le faltaba un mes para cumplir 84 años; pero no podía aceptar la idea que Jesús lo había llamado, porque a pesar de la hora, a pesar de sus achaques, ese llamado de Jesús llegó precisamente cuando iba a dar una clase de catequesis. Ese era este gran sacerdote, mi amigo, mi confesor, mi paño de lágrimas cuando estaba falto de fuerzas para seguir en esta lucha por los pobres, tratando de ayudar a quienes tanto lo necesitan y sin recursos para hacerlo — allí siempre estaba Mons. Román para darme fuerzas.

El domingo 15 de abril, en nuestro programa de radio dominical, le dediqué todo el espacio para hablar de su obra y cuando abrí los teléfonos fueron decenas de llamadas las que recibí y en todas había el recuerdo del hombre que había evangelizado sobre ellos en diferentes maneras. Hubo testimonios de personas que abrazaron la fe católica por él; testimonios de confesiones a cualquier hora y cualquier día en la Ermita de la Caridad; testimonios de la cualidad más importante de ese gran sacerdote, la humildad; testimonios de madres que necesitaban ayuda material y que cuando estaban en confesión se lo decían y él se levantaba y les daba de lo poquito que tenía, de su cuenta personal.

Su vida de sacerdote austera es un ejemplo de pureza de corazón y de sentimientos, una renuncia a la vida placentera y una entrega total a su sacerdocio. El lo decía: Lo único que yo necesito es un poquito de comida y nada más. 

Mons. Román era en verdad un vicentino, amaba y conocía la vida de San Vicente de Paul y la de nuestro fundador, Federico Ozanam. Desde que era muy joven conoció la vida vicentina a través de las Hijas de la Caridad en Cuba y nunca se desprendió de ellas porque siempre las tuvo en la Ermita a su lado. Cuántas familias se beneficiaron con su ayuda material y sobre todo espiritual. El estaba pendiente en la Ermita de los visitantes y como un padre amoroso salía a conversar con aquellos que veía que estaban tristes y apesadumbrados, al igual que San Vicente salía a buscar a los necesitados de una palabra de aliento o de una ayuda material.

Nació un 5 de mayo de 1928, precisamente en el mes de la virgen, fruto de una familia muy pobre, pero que tenían lo necesario para vivir y que prodigaba a sus tres hijos: amor. Se recibió de sacerdote en el año 1959 y trabajo en la diócesis de Matanzas hasta el año 1961 en el cual, junto con otros 130 sacerdotes, fue botado de Cuba; y digo botado porque a punta de metralleta fue montado en un barco y enviado a España sin pasaporte, papeles de identidad y sin dinero. 

De allí fue al sur de Chile a trabajar en una comunidad pobre y allí estuvo cuatro años hasta que se trasladó a Miami en 1966. Lo importante de esto es que él nunca quiso venir al exilio; a él lo obligaron a salirse  de Cuba, y siempre lo decía: que hubiera preferido quedarse en Cuba al lado de sus hermanos y compartiendo su dolor; pero le cerraron las puertas. 

En el año 1979 fue elegido obispo y cuando lo llamó el arzobispo Edward McCarthy para comunicarle esta gran noticia, una vez más salió a relucir su gran humildad y dijo que él no quería ese nombramiento porque ni siquiera era residente americano — pero era una decisión del Papa y tenía que aceptarla. Fue el primer sacerdote cubano elegido Obispo en los Estados Unidos. 

Dedicó gran parte de su esfuerzo a la construcción de la Ermita de la Caridad, supervisando todo lo que allí se hacía y buscando los centavitos para lograrlo. Recuerdo que me comento que una vez llevo al banco 30,000 dólares, casi todo en centavos, para poder levantar las paredes de lo que es hoy ese magnífico Santuario a nuestra Cachita. 

Era considerado por todos como el padre espiritual del exilio cubano y esto lo demostró ampliamente cuando fue la figura determinante de acabar aquella pesadilla en las cárceles con los cubanos retenidos allí, a pesar de haber cumplido sus condenas. Solamente quisieron hablar con el Obispo Román y cuando él les pidió que rezaran un Padre Nuestro, dejaron caer sus armas y todo se resolvió. Sin embargo nunca se hizo acreedor de esta hazaña política, porque su función era solo pastoral y encaminada a su único destino: lograr estar donde hoy, que estoy seguro es al lado de Jesús.

El arzobispo Tomas Wenski dijo refiriéndose al deceso de este gran sacerdote: “La Arquidiócesis de Miami ha perdido a un gran evangelizador, que predicó incansablemente el Evangelio a todos. Y la nación cubana ha perdido a un gran patriota. El obispo Román era el Félix Varela de nuestro tiempo.”

A pesar de su gran cubanía, nunca rechazó a los hermanos que visitan la Ermita de otras nacionalidades. Al contrario, los testimonios de ellos corroboran la atención que les dedicaba y el buscarle solución a sus casos, los evangelizaba, calmaba sus inquietudes y les daba alientos para sobrellevar sus problemas. Muchos han comentado que cuando él les ponía su mano sobre la cabeza bendiciéndolos, sentían un calor y una paz espiritual imposible de descifrar.

Han sido muchos los hermanos que se nos han acercado, ya sea por teléfono o mediante nuestro programa radial, para pedir porque muy pronto nuestro Obispo sea beatificado. Su vida, su gran humildad y su evangelización son los grandes cimientos que hacen que esta idea muy pronto se vea realizada. Lo único que resta es orar para que Jesús nos premie con ello. 

Pero desde ya, nosotros los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul estamos rogándole su intercesión y su ayuda para que nos dé la fuerza suficiente para nunca claudicar en esta misión de Caridad. Y si hoy nuestro corazón se siente lleno de este profundo pesar por su partida, debemos alegrarnos porque ahora podemos tenerlo más cerca de Jesús y cuando necesitemos que nos ayuden para poder ayudar, tendremos en el cielo alguien que sí nos ayudará porque era y seguirá siendo un gran vicentino.

Martell es vice-presidente del Concejo Arquidiocesano de San Vicente de Paul.

Powered by Parish Mate | E-system

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply